Capítulo 8 - Wendigo

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Aquella cosa me agarró de los hombros y me lanzo con fuerza contra una de las únicas estanterías que no se habían caído. Sentí miedo, ese miedo que te paraliza por completo y no te deja ni tragar saliva ya que tu garganta se ha secado. No podía gritar, tampoco moverme, ya que aquella cosa ya me tenía inmovilizado por los brazos y piernas.

Pude ver su rostro desfigurado y algo hizo estremecer mi cuerpo, aquella cosa tenía rasgos humanos, incluso sus brazos parecían los de uno cualquiera, pero sus piernas eran anormalmente largas, sumando sus uñas de un color negruzco y ensangrentado.

Noté que susurraba algo, pero no podía oír bien qué era, hasta que de repente el sonido de algo cayendo hizo que la criatura humanoide dejase de forcejear. Miré hacia arriba y vi que de la estantería con la que antes había chocado había caído un juego de cuchillos de cocina y uno de ellos había ido a parar al cráneo de este. Un hilo de sangre empezó a chorrear de su cabeza y rápidamente me aparte con cara de asco. Aún notaba mi pulso, acelerado, y solo podía pensar una cosa: ¿Qué demonios le había ocurrido al ser humano?

Me levanté con una punzada de dolor en la espalda, aquel monstruo me había golpeado fuerte contra la estantería. Continué caminando hacia delante, palpando la pared y las estanterías, con cuidado de no tropezar con alguna que otra lata.

Di la vuelta para asegurarme de que esa cosa no se movía, y efectivamente, yacía en el suelo desangrada con su horrible mandíbula desencajada. Al volver a darme la vuelta vi un pequeño hilo de luz, era la linterna, de eso estaba seguro. De lo que no estaba seguro era de que si esa cosa había conseguido entrar, probablemente haya más.

Avancé sigilosamente y me agaché para coger la linterna. Rápidamente apunté hacia arriba intentando buscar algún tipo de conducto por el cuál se pudo haber metido. Recordé la única vez que entré aquí cuando estaba trabajando. Entré para dejar unas cajas y no me fijé bien ya que estaba medio oscuro, pero creo recordar que en la esquina de la habitación había un conducto que daba con el interior del centro comercial, o al menos hasta ahí me permitía mi recuerdo.

Señalé con la linterna hacia dicho lugar y mis recuerdos no me fallaron. La tapa del conducto parecía forzada y medio abierta. Me acerqué lentamente con cuidado de no golpear ninguna objeto, ya que si había una de esas cosas probablemente había más.

Al llegar a dicha esquina apunté con la linterna para observar que una tenue luz salía del conducto. Oí una especie de susurro y a continuación ruidos que parecían acercarse. Rápidamente me escondí detrás de una estantería esperando que no me viese.

Algo pareció bajar de un salto, no era una de esas cosas, eso lo sabía, era una persona. Esta tenía una jodida metralleta. ¿Quién tiene una jodida metralleta en estas circunstancias? Bueno viéndolo así, si el mundo se había ido a la mierda probablemente todo el mundo tenga acceso a todo. Inclusive a armas.

Vi como encendía una linterna dejando ver una tenue barba y unos ojos marrones que miraban en dirección al cadáver de la cosa que maté antes. Primer hecho que delató que él no estaba solo en esta sala, el segundo fue que golpeé con fuerza una lata maldiciendo que esta se dirigiese hacia donde él estaba. Este apuntó hacia donde yo estaba y en un movimiento rapido me desplacé hacia una estantería para que no me pudiese ver. Pero sabía que me había visto.

Recargó su arma y comenzo a caminar lentamente hacia donde yo me hallaba. Solo se escuchaba su respiración agitada y sus pasos, acompañados de los latidos de mi corazón desbocado. Sabía que él sabía que yo estaba aquí, lo que no comprendía eran por qué caminaba tan lento. ¿Pretendía asustarme? Luego entendí el por qué. quizá el también era perseguido por aquellas cosas. Aquellas que se sujetaban a cuatro patas y soltaban alaridos desgarradores. Tan solo de pensarlo me estremecí.

NémesisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora