CAPITULO 44. inocencia perdida

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Anabel sonríe hacia Ángel y a mi me da un tic al mismo tiempo que se me revuelve el estómago. ¿Le está coqueteando? Siento que los dientes me duelen porqué he tensado la mandíbula demasiado tiempo.

Lucho con ese feo sentimiento de los celos y carraspeo incómoda, demasiado para mí gusto, -¿no tienes nada que hacer mi amor...?- si la velocidad de la luz es un relámpago, Ángel fue solo una estela de su presencia, -¿Que has dicho...?- está hincado enfrente de mí, incrédulo de lo que escuchó, intento no reírme de lo rápido que logro llegar a mis pies, ni de sentir el cosquilleo en mi vientre cada vez que me mira de esa manera, sin embargo lo hago tontamente, me toma con calma de la mano que está libre y lo siento temblar, se la lleva a los labios como si esta fuera algo de un valor incalculable cuando besa mis dedos con suavidad siento aún más intenso el revoloteó de mariposas en mi vientre y se intensifica conforme me mira hilando me un ojo, -¿que si no tienes cosas por...?- le susurro al oído y veo de refilon a Anabel que sonríe tiernamente como espectadora, ¡él es mío!, yo lo ví primero, -¡No!, Lo otro... Escuché ¿Amor...? ¿Amorcito?- pregunta bajito y arruga la nariz con ternura, sonriéndome esperanzador, observarlo así tan tierno y vulnerable me dan ganas de besarlo pero me contengo, acaba de lograr algo de mí y me desconsierta que es.

Niego lentamente y lo observo a los ojos, no puedo evitar ese vuelco raro en la boca del estómago que prevalece cuando él está conmigo, me rió nerviosa al sentir sus labios tibios y olvido todo enfado de celos o lo que sea que provoca mi psicóloga en mí, suspiró profundamente y el suelta una risita jocosa, -ya está ocurriendo cariño, ya casi te tengo- ¿Está comenzando a sucederme eso que él me advirtió?,  ¡No puede ser!,  -te dije amor, ¿O no puedo decirle así a mí esposo...- le digo asustada de pronto y aparto mi mano de la suya con timidez, sus labios se acercan y con sus dientes atrapa con astucia los míos, suavemente me rodea abrazándonos a ambos como si tuviera miedo además de asustarme, lo estoy pero la sensación de pertenencia es más fuerte cada vez que está conmigo, si, lo  sentí mío, tan mío como mí bebé lo es y, tan mío como meces atrás sentía a Daniel en aquella su casa, eso me inquietó, -are que me ames, que te vuelvas loquita por mí...- dice seguro en un murmuro suave aún rosando sus labios con los míos provocándome.

Escucho un carraspeó y me aparto recordando que mi psicóloga  sigue sentada frente a nosotros, con una mirada cómplice  sonríe más, -Ahora entiendo porque olvidaste tu bolso ¿He...?- se ríe con gracia y niega, es cuando me  extiende mí bolso y Ángel termina por pasarme lo, -cuando ví dónde vives lo menos que tuve fue confianza y quise entregártelo yo misma, mis disculpas, no todos son groseros o en su defecto, ladrones- dirige una mirada de disculpa hacia mi esposo de mentiras y, que se a puesto de pie.

Aunque sus besos son  reales y lo que siento cada vez que me besa me deje realmente inquieta, siento que engaño a Daniel, -no se disculpe señora, algunos pueden ser realmente idiotas-  resoplo molesta  e incómoda al darme cuenta que Anabel no fue bien recibida por las personas a cargo de la seguridad, le sonrío disculpándome y ella asiente, yo supuse que al verlos cuando llegó a la sede desconfiaría. "Como yo lo hice al principio en el club de Daniel".

Desde que llegué aquí Aarón se hizo cargo de todos mis gastos y los de mi hijo, a regañadientes, porque también Aurora me estaba ayudando, había depositado un cheque de cuatro mil dólares, que usaría solo para casos extremos y que le pagaría por supuesto, había usado parte de ese dinero para rentar la casa en el bosque que quería, ahora sentía que abusaba de Aurora y las personas más buenas que había conocido y ella era una de esas.

Anabel  se preocupaba por mí porque era su paciente, yo hacía lo mismo cuando se negaban a tomar terapia o en su defecto solo le preocupaba que me quedara sin dinero y documentos pero lo que no sabe es que somos una familia, una que no es para nada normal.

TU... ME DAS MIEDO \ + 18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora