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Erick.

–Erick, ve a las calles, y cuando vuelvas que sea con plata. –me mira con asco, como lo hace desde que tengo memoria

–P-pero esta frío y lloviendo.

–¿Me importa? No. Te vas inmediatamente.

Me pega y me empuja fuera de nuestra pequeña casa, que es en los barrios más pobres de aquí, Los Ángeles.

Salgo a la calle solo con una campera muy finita y unos pantalones que están rotos en las piernas, mis zapatillas bajas y un gorro. Camino por unos 20 minutos a un lugar donde pasa bastante personas. Siempre camino mucho y trato de ir a donde pase mas gente con plata que pueda por lo menos darme algo.

Una hora pasó en la que tan sólo pude obtener unos 40 pesos, ya que la gente va desapareciendo por el comienzo de una fuerte lluvia. Por lo tanto, no me queda otra que volver a casa.

Abro la puerta y al dar un paso adentro inmediatamente se nota el cambio de aire. Afuera está fresco y las gotas que caen son grandes y heladas, pero dentro de casa, con la pequeña estufa vieja, desgastada, hace un ambiente más cálido. Algo que puedo notar pocas veces, lamentablemente.

Al estar ya bajo techo, me retiro rápidamente, la mayoría de prendas que llevo porque se encuentran totalmente empapadas.

–¿Cuánto te dieron? –pregunta apareciendo mi padre en la sala con un gesto molesto y quitándome el gorro, el cual contiene la plata

–Me dieron $40, por la lluvia mucha gente no hay. –respondo con la cabeza gacha

–A ti te parece venir con esta miseria, inútil. Inmediatamente te vas y hasta que por lo menos no llegues a $100, no vuelves.

–P-pero hace mucho frío y llueve d-demaciado.

–Me importa una mierda, te vas de aquí inmediatamente. –suelta enfadado– Vístete y vete, no quiero verte hasta que traigas la cantidad dicha.

Al salir de la casa, caminé y caminé buscando un lugar para refugiarme, pero no hay muchos, la mayoría están ocupados por personas pobres de la calles, como yo.

Encontré un árbol bastante grande, con muchas hojas y por lo que veo no hay otro mejor lugar que ese.
Me acerco bien al tronco, me enrollo todo para proporcionarme un poco más de calor propio, pues el frío está mortal y tan solamente llevo la misma ropa mojada, con la que comencé el fía.

–Hola.

–¿Hola? –respondo desconcertado

–Toma. –me entrega una frazada– Estoy durmiendo en la esquina de allí y con mi mujer te vimos, nos sobra esto y tú lo necesitas.

–Oh, muchas gra-gracias. –sonrío, muy agradecido

–A las órdenes. –me da una mirada triste para luego volver a su lugar

El señor debía de tener unos 32 años pero las personas que viven en las calles, incluyéndome, siempre tenemos un aspecto que nos proporciona mucha más edad.

Me acomodo nuevamente, pero ahora mucho más abrigado e intento dormirme.

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¡Muy buenas! Espero que disfruten la historia, es una totalmente distinta a alguna que ya haya escrito.

Quería aclarar que utilice peso porque en donde vivo, Uruguay, es la moneda principal.

Publicada: 3/12/19

¿Y si me abrazas?   ~Joerick~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora