prologo, la niña no deseada

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LA NIÑA NO DESEADA

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Pará Magdalena Ivanova tener un bebé antes de poder casarse oficialmente con su esposo elegido era un suicidio social y mucho más cuando ni siquiera el bebé era de su futuro esposo, nada al respecto de aquella situación le gustaba, ni siquiera deseaba tener la criatura que estaba creciendo en su vientre pero ella no podía abortarlo, no tenía el temple para aquello.

Deseosa de librarse del parásito acudió a la única persona que la ayudaría, su mejor amiga Demetria Kokanova una mujer ya casada y con un hijo en camino, la cual sin dudarlo ayudó a su amiga ocultandola en su propia casa con la excusa de que deseaba unas vacaciones juntas.

Ocultar aquello no era juego fácil después de todo se trataba de una barriga hinchada y una mujer rotundamente molesta al respecto de aquello.

—Te lo ruego. —Le había pedido Magdalena por cuarta vez aquella tarde a Demetria mientras tomaban un té, era el quinto mes que la mujer se ocultaba en la casa de campo de los Kokanovas. —Está tan cerca de nacer y no puedo tener a esta cosa.

—¡No le digas así! — Medio Murmuró Demetria que miro a los costados totalmente indignada al escuchar como su mejor amiga llamaba a su bebé, después de todo para la rubia era algo muy importante la crianza. —Después de todo no quisiste abortarlo, Maggie, ahora no puedes simplemente decir ese tipo de cosas.

—¡Por eso te pido que cuides de esta cosa tu! Eres la única que aceptaría a la criatura y en la única que confío… La última opción que tengo es dejar a la cosa en un orfanato muggle.

—¡Pará! Pará, para… Dios, no puedes ser sería en este momento Magdalena, sabes lo que le ocurre con los niños mágicos yendo a un lugar sin magia, es peligroso… —Demetria bajo la taza de té a sus rodillas aún más nerviosa al respecto, no le gustaba la dirección que estaba teniendo la charla.

—Se lo peligroso que es y se que nadie más que tu aceptaría lo que te pido. —Insistió Magdalena, casi de mal humor para ese momento, además de cansada de estar llevando una barriga estaba irritada, pensaba que sería mucho más fácil que su amiga dijera simplemente que si.

—No puedo simplemente aceptar, hace solo un año nació Klaus y… Sven no creo que este listo para otro hijo…

—¿Estás diciéndome que no aceptaras porque tu esposo es un patán?

—¡Sven no es ningún patán, Maggie! Es difícil criar niños…

—Por eso no puedo criar a este, tu eres perfecta para esto tienes una casa a la que cuidar, un esposo que te ama y seguramente un niño que será número uno en todo ¿No te gustaría otro? —Ella palmeó entonces su hinchado vientre como si fuera algún bien que se pueda intercambiar.

Te daré al bebé y tendré libertad.

Se repetía una y otra vez Magdalena con aquel objetivo en claro, sin ningún tipo de decoro vio como Demetria se estremecía suavemente pensando en lo que sufriría esa pobre criatura si era dejada con muggles.

—Sabes que es difícil.

—Deme, eres la única persona a la que le podría confiar esto, ya me ayudaste hasta aquí no puede ser tan duro hacerlo hasta el final. —Magdalena estaba mirándola fijamente viendo lo pequeña que se veía su amiga ante la idea de tener que cuidar a la criatura. —Solo… Me queda entregarlo a los muggles.

—¡Esta bien! Cuidare de la pequeña criatura. —Se aventuró en un arranque de valentía Demetria, aferrándose a la taza de té fría y mirando los helados ojos marrones de su mejor amiga.

Magdalena sonrió, casi malignamente, mientras se levantaba con dificultades pero al fin y al cabo tan elegante como siempre, su vestido oscuro ya no la moldeaba pero dejaba a la vista el hinchado vientre.

—Se que seras una gran madre.

Y, a pesar de todo, Demetria quería ser una buena madre puede que lo que esté pidiéndole Maggie sea algo totalmente fuera de lugar pero ella no podía imaginar el dolor de la pequeña criatura al irse con muggles, podría ser un monstruo, podría convertirse en algo que se tenga que cazar. Demetria no soportaba la idea de que si ella pudo ayudar no lo hizo.

Con las manos aún apretadas en su falda ella vio como su mejor amiga volvía a su cuarto y entonces Demetria sintió sobre su nuca la clara mirada de su marido, Sven, él era un gran hombre que seguramente no se negaría a cuidar del bebé.

—Tu amiga es el diablo mismo. —Soltó suavemente Sven sentándose a su lado con el pequeño Klaus en sus brazos, rechoncho y con cabellos rubios bajo su pequeño sombrero de lana. —Sabes que usa tus sentimientos…

—Lo se.— Soltó cortante pero al instante se arrepintió mirando a su esposo de cabello corto y oscuro que la miraba amorosamente. —Yo…

—Esta bien, no te digo que no cariño. —Susurro suavemente pasando sus dedos por los de ella, entrelazando sus dedos. —Jamás podría decir que no a lo que tú… Amiga te pidió.

Demetria miró a su marido que apretaba los labios mirando a su hijo Klaus, el cual se mordía los dedos torpemente mirándolo también.

—Cuidaremos de esa criatura pero… Esa mujer no merece que vuelva a tener contacto con el bebé, ni contigo, Dios es manipuladora y embustero.

—Ya basta, Sven. —Susurro ella poniendo su mano en la boca de su esposo, callandolo, temerosa de que su amiga los escuche y termine por escaparse por algún tipo de venganza. —Vamos a dormir.

Ella extendió sus manos a Klaus, el pequeño se acurruco en su madre tirando suavemente de su cabello rubio y rizado.

—Todo saldrá bien. —Susurro Demetria besando suavemente la nariz rechoncha de Klaus que la miró con sus grandes ojos azules riéndose entre pequeños gorgojos. —Se que la familia será muy unida.

Doloroso pero cierto aquella frase sería lo único real.

LEVITATE IN LOVE, viktor krumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora