— ¿Es tu novia? — Preguntó el de los piercings. Cosa que hizo dar un disgusto a Aixa y Ángel por igual.
— No, no somos pareja. — Hubo un incómodo silencio que, por unos segundos irrumpió entre los cinco muchachos.
Todos se miraron entre sí, como si no se entendieran las palabras (o ellos no quisieran entenderlas). Sentían que no sabían qué decir. Vieran por donde lo vieran, estaban en lo cierto que solían andar algo juntos, pero eso no los convertiría en pareja y lo tenían claro. Tampoco querían, pero a la vez, no le agradaba a Aixa la idea de parecer algo que no es.
Un error muy común cometido por los jóvenes es tener miedo de expresarse de tal forma que los demás lo malinterpreten.
— ¿Dije algo malo? — El chico se intrigó acerca de su reacción tan particular.
Antes de que alguno de los presentes pudiera contestar, otro empujón de parte de sus amigas algo torpes, sorprendió a las dos rubias.
Ellas sin pensarlo solo saludaron a todos los que estaban allí con grandes bolsas de distintos caramelos entre sus manos.
— ¿Chicas qué compraron? ¿Qué es todo esto? — Preguntó Aixa, a la par de Kalla ayudando a las otras dos chicas.
— No lo sé, pero seguro es rico —. Comentó Magguie haciendo una mueca. Como si viera lo que mas quiere en su vida justo está en sus manos.
Aixa bolsa hecha de papel madera no muy grande, de color beige que contenía en su interior una especie de sobres los cuales, según la foto de este eran paletas de distintos sabores.
La chica hizo una mueca de gusto. El chico del cabello azabache se asomó por la cabeza de la muchacha que había abierto la bolsa.
— ¡Dulces! — Sonrió el chico.
— ¿También te gusta? — Sonrió ella, a lo que él respondió de la misma forma.
Las demás titubeaban sobre qué hacer, y donde llevar las bolsas para comer tranquilas. Pero rápidamente todos se pudieron organizar. Eran siete, y las bolsas pequeñas cinco, seguido con otras cuatro mas grandes. Los amigos del muchacho se ofrecieron a ayudar al grupo de chicas y todos colaboraron.
— ¿A dónde llevamos esto? — Preguntó el de los ojos azules.
— ¿Qué les parece si llevamos esto a la biblioteca? Por lo que me contaron unos compañeros de mi curso es... grande, y hay unos bancos y sillas que nos pueden servir. — Comentó el de los piercings.
Todos caminaron hasta allí tranquilos, pero, al llegar al sitio Magguie no dudó en abrir la puerta de una patada. O eso intentó. Era una puerta gris cromada, la cual pesaba demasiado al ser de metal.
— ¡Mierda! — Rezongó la pelirosa.
— Déjamelo a mi, niña. — Se confió el muchacho del piercing. Quien tras intentar patearla mas fuerte aun, solo gritó en señal de dolor, al lastimarse el pie debido al impetuoso golpe.
— Idiotas. — Contestó Kalla entrando y empujando la puerta de espaldas, de una manera muy suave y lenta para no lastimarse sola. Como habían hecho esos dos.
Las luces del lugar estaban encendidas pero, no parecían funcionar muy bien ya que, parpadeaban un poco y desprendían poca luz. Eso, junto con otros factores, hacían que el lugar cobrara una atmósfera fea, pesada y tétrica. A pesar del dichoso uso, no parecía haber cosas nuevas. Al contrario, se notaba muy abandonado.
Era una especie de laberinto con góndolas y pasillos con mas escaleras a quién sabe dónde. Al final del largo y estrecho corredor había una puerta la cual llevaba a una zona que era especial para profesores, por lo que se veía en el viejo cartel de madera colgado en la puerta:
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HACKERS DE-MENTES REMAKE
Ciencia Ficción¿Unos chicos con una vida normal? No lo creo. Ellos tiene el don, y me ayudarán a salir de esta cárcel, de esta tortura. Serán mis nuevos salvadores. Mis nuevos Hackers de mentes