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Nadie llegó a ver lo que eso realmente era. Pero al observar entre sí nuestras caras y expresiones, nos dimos cuenta de que todos lo habíamos visto. Nos apegamos mucho y nos quedamos en silencio. Cada uno intentó llegar a su mochila o bolso para sacar algo para defenderse de allí. Warren y Jack sacaron una navaja cada uno. Magguie, Kalla y Ángel se armaron con los materiales que había en el sitio. Maderas, y varas de metal oxidado. Liss se quitó su cinturón que llevaba como adorno en sus jeans, y yo saqué una pistola de aire comprimido, con balines de ocho milímetros.

— ¿Qué mierda ha sido eso?

— No lo sé, Ángel. Creo que nadie lo sabe, aun. — Respondí.

— Lo único que tengo claro, es que esa cosa era grande, muy grande. — Todos concordamos con las palabras de Jack, quién se veía aterrado.

— No hay quién te quite la razón. — Agregó Warren.

A lo lejos, posiblemente en otra habitación en dirección a lo que había pasado por el rabillo de nuestros ojos, se escuchó el fuerte gemido de una criatura.

Lo que nos logró comprimir mas. Aunque yo, asumí que al tener una buena defensa, debía encabezar al grupo. Así que me coloqué adelante, a pesar de ver como me temblaba el pulso. Muy pocas veces había disparado, pero me armé de valor pensando que las pocas veces que la había desenfundado logré obtener una buena puntería. Y que posiblemente serviría de gran ayuda en ese caso.

Me tomé el tiempo de recordar que un presentimiento extraño esa mañana, me hizo guardarla en mi mochila para ese viaje.

Los siete salimos al pasillo repleto de cosas por otra puerta que estaba escondida en una de las paredes, y que estaba cubierta por una madera floja que Ángel retiró fácilmente para abrirnos paso. No estábamos muy seguros de que era el mismo pasillo por el cual habíamos ingresado la primera vez, pero confiábamos en que era así. Aunque los pasillos era muy iguales y distintos a la vez. Es decir, estos tenían polvo, cosas tiradas y rotas todas revueltas. Era imposible diferir entre ellos.

Escuchábamos cada vez mas gemidos y gritos, al parecer. Provenientes de la misma criatura. Aunque en parte anhelábamos que fuera solo una cosa, pese a que no lo sabíamos.

Apreté el arma y apunte abajo estirando bien el brazo. Con mi dedo índice derecho acaricié el filo de la boca y luego busqué el gatillo por si necesitaba disparar.

Golpes metálicos envolvían el pasillo y sus conexiones, dándonos a entender que había mas de un bicho con nosotros dentro.

Como el establecimiento era gigante, parecía una de las típicas escenas de las películas de invasiones zombie, pero realmente no dudaba que esto fuera algo parecido.

— Eso no estaba ahí, antes. — Ángel apuntó a una de las salidas de la parroquia la cual estaba tapada por unas maderas y muebles antiguos.

Escuchamos a lo lejos como si se estuviera arrastrando un tocador pesado por el suelo. Y justo ahí comenzamos a comprender que lo que sea que fuera esa cosa, nos estaba enjaulando.

— ¡Quiere cerrarnos las salidas! — Concluyó Warren.

Un instinto extraño hizo que me volviera hacia donde provenía el estruendo y los gemidos. Pero, pese a que los había perseguido dispuesta a disparar, cuando llegué al sitio no había nadie ni nada.

— ¡Está arriba! — Le aclaré a mi desconcertado grupo.

La adrenalina corría por mis venas, y en ese momento solo tenía una sed de sangre incalmable. Debía parar esos sonidos o me terminarían por volver loca. Cuando encontré las escaleras, llegando a sus pies, gruñí un poco. Me había amargado el hecho de que esa cosa nos estaba tirando abajo las salidas, algo que al mismo tiempo me supo alarmar. Los chicos corrieron a buscar otras salidas y ver otra forma de salir. Pese a que no dejaba de sentir que alguien mas estaba detrás de mí.

— ¡Sé que estás ahí! — Subí lentamente los escalones, apretando cada vez mas el arma. — No te tengo miedo. — Titubé sobre mis palabras y el tono en el que las dije. Sentía que parecía un perro con la cola entre las patas.

Unos gemidos y gritos mas me dieron a entender que me había escuchado. Hasta que de pronto el silencio envolvió en entorno. Miré el arma y me cuestioné en seguir avanzando. Sentí una sensación de disgusto en mi cuerpo. Y a la vez, un extraño deseo de seguir avanzando aunque no fuera necesario.

— ¡Cobarde! — Grité de furia, con una sonrisa de lado. Pero no hubo respuesta. Al menos no inmediata.

El gran reloj antiguo que se encontraba en el descanso de las escaleras se volvió hacia a mi. Como si se tratase de alguien que lo hubiera empujado.

Recibí un empujón hacia un lado de parte de Ángel, quien al parecer estuvo detrás de mi mientras intentaba enfrentarme.

Él se colocó delante mio y usó la vara de acero como soporte para que el reloj no me aplastara. Lo errante en su acción fue empujarme tan fuerte, algo que hizo que perdiera el equilibrio y el arma se me escapara de las manos. Quedando a unos metros de mí.

Me arrastré por el piso, mientras Ángel cuidaba que todo el peso del reloj no se nos cayera encima cuando yo iba en busca del arma.

Una vez recuperada el chico se apartó y pateó la barra de acero, para que el mueble no supusiera mas peligro para nosotros.

El resto llegó al escuchar todo el ruido provocado por la pesada y oscura madera de roble que habíamos derrumbado y hecho añicos.

— ¿Están bien? — Preguntó Kalla, intrigada, sacudiendo con la mano el polvo que se encontraba frente a nuestra cara.

— Si. Creo que ya resolvimos el problema. — Agregué echando un vistazo a la pistola, con una sonrisa.

— Creo que lo mejor será irnos. Aquí, en dos segundos todo se tornó muy peligroso. — Admitió Warren y se disculpó con nosotros por habernos incentivado a acompañarlo.

— Y extraño, no te olvides de extraño. — Repuso Jack carcajeando un poco.

— ¡Esperen! Quiero revisar arriba. Una vez mas, solo para asegurarme. — Comenté.

— Tal vez no hay nada, además si lo hay no quiero saber. — Habló Liss con un cierto disgusto.

— Tienes razón. Vamos a buscar nuestras cosas y larguémonos de aquí. — Me resigné apenada.

Una vez con nuestras mochilas, buscamos una salida. Yo seguía con el arma en la mano. Me había olvidado de guardarla en mi mochila. Cuando me di cuenta la seguí teniendo en la mano ya que fui muy vaga como para guardarla.

Los ojos me pesaban mas de lo habitual, supuse que había sido el susto, pero enserio me sentía exhausta. No había dormido bien la noche anterior. Me sostuve de una pared y me separé del grupo para descansar un poco. Me palpitaban la cienes, y me sentía mareada, con náuseas. Los chicos al darse cuenta de mi malestar se volvieron hacia mi preguntando qué me ocurría.

HACKERS DE-MENTES REMAKEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora