Junio 23, 2016

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JUEVES

Hola, Vicente al habla.

Han pasado dos años desde que perdí a mamá, y no hablo de la señora que me abandonó en una parada de buses hace diez años; hablo de mi verdadera mamá, la que me adoptó de los servicios sociales cuando yo tenía ocho años, cuando ya había perdido la esperanza de encontrar una madre que sí me quisiera.

Éramos una familia pequeña, ella y yo contra el mundo, hacíamos tantas cosas juntas que para mí no sólo era mi madre adoptiva, era mi amiga y mi verdadera mamá, la que merecía ser llamada así.

Nunca quise preocuparla, desde el momento en que noté que no era como los otros niños me lo guardé todo para mí, tal vez mi mamá lo hubiera comprendido, pero... ella adoptó a un niño al fin y al cabo, y yo deseaba seguir siendo el niño de mamá, no quería apartarme de ella.

Después de su muerte tuve que pasar por varias familias de acogida por seguir siendo menor de edad, y en todas y en cada una de ellas me comporte como Vicente, el chico que se supone que soy.

Tuve que ir a varios psicólogos después de lo de mamá, creía que era mi culpa el que ya no estuviera en este mundo, fui yo el que la asustó tanto como para que tuviera de irse de casa, y creo que siempre sentiré esta culpabilidad.

Mamá fue encontrada en un callejón, desangrándose de un golpe que sufrió en la parte trasera de su cabeza, fue violada y ultrajada, pisotearon el honor de una dama independiente y emprendedora, y con eso me pisotearon a mí.

En la mano derecha de mamá encontraron una bola de papel que apretó en su puño hasta después de su muerte, sólo habían escritas seis palabras, seis palabras que me rompieron el corazón, seis palabras que cambiaron mi vida.

"Te amo, hija. Ámate tú también"

No pude volver a ser Venus después de eso, no pude volver a ser mi verdadero yo, porque, aunque antes era lo que más alegría me producía, ahora sólo me producía dolor. Los viernes pasaron a ser mi martirio, el día donde me sentía como la mierda misma, porque un día como ese perdí a mamá de mi vida.

Mi actual psicólogo dijo que buscara algo que me atara a esa época de dolor, y casualmente te encontré a ti, el diario que usaba cada viernes. He vuelto a leer cada una de tus páginas, y en cada una de ellas me he reencontrado con el sentimiento de ser realmente yo. El objetivo de buscarte originalmente era quemarte, pero... sinceramente no quiero hacer eso.

No quiero perder la alegría de Venus, no quiero que cada viernes sea una tortura, ¡no quiero sentirme culpable! Mamá me aceptó, rayos, ¡mamá quería que fuera feliz! He hecho por tanto tiempo lo que pensé que le agradaría cuando a ella lo sólo le importaba lo que a mí me agradara.

Siempre me he preguntado: ¿y qué hubiera pasado si mamá no me hubiera descubierto? ¿seguiría viva? ¿le seguiría mintiendo?

Y ahora analizo: ¿de qué me sirve preguntarme qué hubiera pasado? Realmente eso no cambia nada de lo que ocurrió. Quiero perder la culpabilidad que yo misma me he otorgado, e imponérsela al verdadero culpable de toda esta desdicha.

Quiero ser yo, quiero ser feliz, ¡quiero vivir! Quiero amarme, porque si yo no lo hago... ¿Quién lo hará por mí?

Con esto me despido.

Besos y abrazos,

Venus. 

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