2. Como abeja a la miel

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Nie MingJue se sentó al tiempo que desabotonaba la chaqueta y la abría hacia un lado. Se acomodó, estirando el brazo en el respaldo del asiento tapizado con vinil negro. Unos segundos después, sin necesidad de llamar, un chico se acercó con su trago habitual en una bandeja.

—Buenas noches, señor Nie — saludó el joven, esbozando esa preciosa sonrisa que elevaba las esquinas de sus ojos de largas pestañas —. Es un poco tarde hoy. ¿Mucho trabajo?

Nie MingJue tomó un sorbo del whisky a las rocas y dejó el vaso sobre la mesa antes de responder, con tono desinteresado:

—Una cena de negocios. ¿Y tú? ¿Mucho trabajo esta noche?

Al formular la pregunta, MingJue elevó la mirada al rostro del joven, pasando por el delantal blanco.

El chico sostuvo la bandeja con una mano e inclinó la cabeza sobre un hombro, con la gracia característica de un ave.

—Muy poco. Hay un concierto en el Estadio y muchos de los habituales están allí. En especial los más jóvenes.

—Mejor para ti, supongo.

Yao se encogió de hombros.

—Menos trabajo significa menos propinas. Además, cerraremos a la misma hora de siempre, así que...

Nie MingJue asintió, comprendiendo.

Echando una mirada en derredor, Yao sorprendió la señal que le hacía Wen Ning desde la barra e hizo un gesto afirmativo antes de volver a mirar al cliente.

—Debo volver a trabajar, señor Nie. Ya sabe dónde estoy. O solo hágale una señal a Ning-gege cuando quiera algo. Que se divierta, señor Nie.

MingJue fingió estar bebiendo mientras el camarero se alejaba; sin embargo, sus ojos fueron hacia su espalda en cuanto se dio la vuelta, como metal al imán. A su trasero, la verdad.

¡Dioses! La Asamblea debería de proponer una ley en contra de los jeans, ¡de esos jeans! ¿Cómo se las arreglaba ese chiquillo para encontrarlos tan ajustados y llenarlos tan bien? Nie MingJue podía apreciar con toda nitidez la curva exacta de las nalgas, la línea que dibujaban al unirse a los muslos. Sintió sus manos escocer con la expectación de sentir el peso de ese trasero llenando sus palmas. Cambió de posición para acomodar la erección en los pantalones demasiado apretados del traje y tomó un largo trago, vaciando el vaso, que dejó sobre la mesa con una profunda inspiración.




Eran casi las dos y Nie MingJue había perdido la cuenta de los tragos. Apenas había sido consciente de que el reloj avanzaba hasta que Wen Qing en persona le comunicó que el club estaba a punto de cerrar. Sentado ante el volante de su coche con la ventanilla baja, esperaba a que el aire nocturno le refrescara lo suficiente como para conducir hasta el otro extremo de la ciudad. Con un suspiro, echó la cabeza atrás. Se estaba comportando como un imbécil: era demasiado mayor para venir cada dos días a un club atravesando la ciudad solo para mirarle el trasero a un camarero. ¡Demonios, pero era un trasero precioso!

Soltó un gruñido y abrió los ojos, disponiéndose a marcharse. No había encendido el motor cuando vio el trasero... el chico en cuestión salir por el callejón del costado del club.

Yao usaba un suéter ancho y grueso encima de los jeans y llevaba una bufanda a rayas rojas y azules en torno a la cabeza y el cuello. Se detuvo en la acera y echó un vistazo en ambas direcciones antes de hacer un gesto cual si se estuviera congelando.

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