5. Demasiado delicioso para no ser tóxico

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La alarma le hizo pegar un salto en la cama. Gruñendo roncamente, extendió un brazo y golpeó el reloj digital, tirándolo al suelo. Maldijo entre dientes mientras se volteaba y se sentaba en el lecho. ¿Ya había amanecido? Estaba seguro de que no llevaba una hora en la cama. Claro que el pobre reloj no tenía la culpa, reflexionó en tanto se sentaba y observaba el aparato abierto en varias piezas.


Lo cierto era que había estado en Delicatessen hasta que Meng Yao terminara de trabajar; pero el chico había salido acompañado por el tal Xue Yang – que últimamente parecía una lapa pegado a él – y no habían podido tener los escasos minutos de intimidad que el viaje hasta el departamento del chico les ofrecía. Nie MingJue se puso en pie: a sugerencia de Meng Yao no solicitaba bailes privados cada noche, a fin de no despertar sospechas en los otros empleados. Meng Yao le había explicado dos noches antes que la envidia era algo peligrosamente tangible en Delicatessen. Algunos anfitriones que no eran muy solicitados acechaban cualquier posibilidad de éxito de los otros para echarlo a perder. Si alguien se olía que el dueño de las Empresas QingheNie tenía algún interés especial en el chico nuevo, no dudaría en irle con el chisme a Wen Qing y aunque la mujer había sido amable con él, tendría que hacer cumplir la política del local, echándolo. A consecuencia de esa conversación, Nie MingJue había tenido que contenerse.


Por suerte, conversar con Meng Yao era tan placentero como tenerlo a horcajadas sobre sus caderas, meneándose de modo sensual hasta hacer que se corriera. De hecho, si las conversaciones se desarrollaran en un lugar menos público, Nie MingJue tenía la certeza que terminarían del mismo modo: con un desastre en sus pantalones.


Meng Yao era exquisito; no solo físicamente, sino a nivel intelectual. Su conversación era amena y variada. No le avergonzaba admitir su ignorancia en cualquier tema y su avidez por aprender era un encanto más. No había imagen más hermosa que ese muchacho con los ojos dorados brillantes de admiración y la boca entreabierta mientras le escuchaba hablar de la empresa. La noche antes, sin ir más lejos, al tener que alejarse para atender una orden de Wen Qing, Meng Yao se había inclinado sobre hacia Nie MingJue y le había susurrado: 'me excita cuando hablas como todo un mandamás'. Y Nie MingJue había estado duro desde ese momento.


Y ahora lo estaba de nuevo, confirmó al bajar la mirada a su entrepierna cuando se puso en pie. La erección elevaba una tienda en sus bóxeres y Nie MingJue resopló, impaciente. En una hora tenía que estar en la empresa para la reunión con Jiang FengMian y no tenía tiempo para lidiar con su maldita libido. Se dirigió al baño, gruñendo maldiciones.


El agua fría le arrancó una obscenidad.


Era increíble: nunca había deseado tanto a nadie y asimismo, nunca había demorado tanto en tener sexo con ese alguien. Desde que la relación con Lan XiChen terminara, Nie MingJue había tenido aventuras, asuntos de una noche, siempre limitándose a sexo satisfactorio y explícito, sin mezclar emociones. Un hombre de su posición tenía que ser muy claro con sus potenciales parejas para que no surgieran malentendidos desagradables más tarde. La conclusión era que habían transcurrido casi diez años desde que Nie MingJue tuviera una relación en el verdadero sentido de la palabra y ahora empezaba a contemplar la posibilidad con este chico.


El hombre apoyó la frente en la pared de la ducha mientras el agua corría por su espalda. Honestamente, era una locura pensar en Meng Yao como una pareja adecuada para él. No solo era un 'anfitrión' en el club Delicatessen; sino que unos años atrás, el chico había sido el protagonista del peor escándalo que llenara la prensa sensacionalista: el hijo bastardo de Jin GuangShan. Nie MingJue había tardado en atar los cabos y comprender quién era el joven; pero ahora lo sabía y aunque su sentido común le decía que era una mala decisión, seguía pensando que no quería a nadie más. Por el momento, al menos.

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