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—no te escaparás de mi, no dejaré que mates a más personas.— dijo aquel chico de cabellos azabaches con una voz cargada de ira.

sus ojos eran sinceros, estos gritaban a lejos que quería la cabeza de tsukishima volviéndose ceniza frente a él.

ahí kei pensó en todos los motivos por los que debería escapar de ese asesino de demonios, el cual llevaba flechas y una espada que le hacía imaginarse como se desprendería su cabeza de su cuerpo, de una forma tan jodidamente atractiva para su alma desesperada y no, no encontró ningún motivo para huir.

¿por qué debía existir si según todos el era un ser malvado?, nadie iba a extrañarle pues lo único que sentía algún tipo de vínculo era con la luna y por suerte, ella no sentía; no extrañaría a aquel demonio que le observaba todas las noches.

clavó sus uñas en la madera de aquel árbol, como absteniéndose a sí mismo de evitar que ese asesino de demonios le matase, pero no, quería que ese hombre que andaba de rama en rama cual gato, le arrebatase la vida de una buena vez.

parecía que otra vez le estaba apuntando con el arco, pero no disparó pues vio que el demonio no se había movido de ese sitio, solo se había quedado observándole fijamente, como si estuviese retándole o algo así y pues ese hombre no iba a ser tan estúpido de caer en una trampa tan obvia por lo que esta vez sí disparó, pero fue a la rama para que esta se tambalease y el demonio no tuviese más opción que bajar hasta el suelo, donde el le esperaría para luchar.

el rubio bajó de la rama al entender la indirecta-directa- de ese hombre, plantándose enfrente de él para así mirarle impasiblemente.

—hazlo rápido—dijo el de ojos rojizos, mientras alzaba un poco su rostro para que su cuello se apreciara bien.

—¿tanto deseas morir?—habló el de cabellos azabaches con una notable confusión la mirada que hicieron que su odio pareciese desaparecer un segundo, pero no iba a dudar pues estaba ahí con sed de venganza.—antes de nada, ¿sabes sobre un chico de cabello bicolor?

—veo a mucha gente durante las noches, ¿sabes?—el más alto solo quería que literalmente le cortase la cabeza, pero obviamente se veía a leguas que estaba ahí por asuntos que no era exactamente cumplir con su trabajo, esos dos ojos dorados se lo habían susurrado a voces.

—bokuto koutarou, ese es el nombre del hombre al que seguramente devoraste vilmente—desenvainó su katana y dejó relucir la hoja negra de esta.—los demonios sois seres sin escrúpulos,
vosotros no sabéis lo que es sufrir.

—qué sabrá un simple humano como tú sobre cómo nos sentimos nosotros, que tenemos como plan de vida devorar a personas eternamente, ¿piensas que es divertido?—sonrió, de una forma que el asesino de demonios no sabría si catalogar como triste o de pura malicia.—lo es las primeras veces, descargas tu ira y eso, pero luego de tantos años comienza a aburrir y te sientes patético, algo irónico en realidad.pero tú no deberías intentar darme charlas moralistas, yo solo deseo la muerte en este mismo momento.

—si para ti morir es un placer, no entiendo por qué debería hacerlo—el moreno decía eso totalmente en serio, pues pensar en hacerle un favor a ese ser le revolvía las tripas, pero al mismo tiempo recordaba que seguramente seguiría robando vidas ajenas porque sí.

—nada tiene sentido ahora mismo, tú me matas sí, consigues vengar la muerte de tu amigo el cual, por cierto, creo que ni llegue a ver, pero igualmente no vas a ganar nada con eso.si está muerto, muerto está.—eso último lo dijo con un tono de voz mucho más suave—la muerte es de lo único que los humanos no podéis escapar, al contrario que nosotros que se supone que somos seres llenos de malicia, aunque yo piense que como escuché de un chico pelirrojo, nosotros somos seres de tristeza.

—¿siquiera sabes lo que es estar triste?, imagínate perder a alguien que es como tu hermano, escuchar todas las noches el llanto de su prometido el cual aún no asimila que nunca va a regresar.—la hoja de su katana se acercó peligrosamente a su cuello, haciéndole un pequeño corte, minúsculo prácticamente.—no, los demonios no podéis ni imaginar lo que es ser infeliz.

—reitero lo dicho, ¿qué va a saber un humano sobre eso?—el rubio gruñó y tomó la hoja de la katana con su mano, apretándola, sintiendo como su fría sangre comenzaba a salir de su palma.—esto duele, no la herida en sí que sanaré pronto; duele todo.

el contrario abrió los ojos sorprendido, aquel demonio realmente quería morir y parecía ser que era por alguna clase extraña de agonía interna.

—maté a mucho de "los tuyos" y ninguno hablaba como tú.—intentó bajar el arma, consiguiendo que la herida del demonio se profundizara y soltase el arma.—¿por qué hay tanta tristeza en tu interior?

—hablé de tristeza sin saber exactamente qué era eso, pero si tú afirmas que eso es lo que siento, esta agonía.—bufó porque le parecía casi irónico el mantener una conversación con un humano sin pensar en comérselo—si piensas que es eso, tú que eres un humano y si puedes matar a "los míos" sin que se te recrimine nada, supongo que tendré que creerte.

—no seas irónico conmigo, que podría dejarte al borde de la muerte y luego obligarte a seguir viviendo, asegurándome durante el resto de mis días de que tú sigues vivo, en esa agonía que dices vivir—las palabras que escupía el moreno estaban llenas del peor veneno del mundo, creación de la ira y la rabia contenida que sentía por culpa haber perdido a su casi hermano y que encima un demonio estuviese hablándole de tristeza.—nunca vi a un demonio infeliz y no creo que justamente tú seas el primero.eres muy temido en la zona pues saber que matar a las personas de las peores formas.

era curioso, sabía que los demonios apestaban a leguas, más cuando devoraban a tantas personas, pero ese demonio rubio olía a fresas y eso le hizo dudar un momento sobre las atrocidades que este había cometido, pero era imposible que todo un pueblo mintiese de manera tan descarada; solo paseando por el bosque se podía corroborar eso y encima, más de un asesino de demonios había entrado en ese bosque y nunca había vuelto, como koutarou.

—dime la verdad, es tu última oportunidad.—volvió a blandir su espada, mirándole fijamente.—si me mientes lo sabré.

—los demonios no podemos sufrir, pero tampoco podemos mentir, según tú.maravilloso.—rió sarcásticamente—sí, es cierto que devoré a cientos de personas, pero no sé ese amigo tuyo.hace meses que no veo a nadie con el cabello así.

rui; kurootsukiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora