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—¿dónde vas?—preguntó la mujer a su hijo, el cual estaba por salir de casa sin avisarle.

—a jugar—murmuró un avergonzando y aún más pequeño yaku, el cual había sido pillado con las manos en la masa.

—es muy tarde, cielo.lev debe estar dormido.—se acercó al pequeño niño y acarició su cabeza con sumo cariño.

—hoy lev se encontraba peor que normalmente, debería visitarlo...—la tristeza comenzaba a inundar su pequeño cuerpecito de solo pensar en que su mejor amigo estaba pasándolo mal sin él y peor aún, que podría irse sin él.

—cariño, los demonios podrían llevarte y sin eso pasase no podrías volver a ver a lev—le tomó de la mano para llevarle a su habitación, sabia que su hijo era terco como ninguno y mejor encerrarle en su habitación antes de que cometiese alguna tontería.

hacía días que lev le comentaba que veía a niños detrás de un túnel de luz, incluso uno con una cicatriz rara en el rostro, el cual andaba jugando con su katana de madera; se veían tan feliz y en paz que intentaba estirar su manita para llegar allí, pues ansiaba dejar todo el dolor.el problema era que no quería dejar a yaku, por eso se quedaba allí.

aunque yaku suplicó que le dejasen ver a lev no le dejaron, por lo que tuvo que idear algún plan para irse de allí sin ser descubierto.le daba igual el castigo o lo que pudiese pasar luego de eso, nada sería peor que esa opresión que sentía en el pecho y le decía que el corazón de lev dejaba de latir como debía.

el pequeño humano acabó saliendo por una ventana, casi rodando por el tejado y pudiendo hacer una caída que le cobrase la vida, pero de algún modo u otro acabó corriendo en dirección a casa de lev y colándose en esta por el patio de atrás.

la puerta corredora de la casa ajena estaba abierta y se podía ver a lev durmiendo en la sala, su piel estaba mucho más pálida que de costumbre y su enfermedad tenía pinta de estar arrastrándole cada vez más a ese túnel.

yaku se sentó al lado de este y le tomó de las manos con sus ojitos completamente aguados y su triste corazón suplicándole a todos los dioses que lev no le dejase solo.

el creyó que sus súplicas fueron escuchadas cuando lev abrió los ojos y le regaló una pequeña sonrisa.

—yaku, has venido.

—te prometí que siempre que pudiese estaría contigo, yo estoy cumpliendo mi promesa, por favor, cumple tú la tuya.no me abandones, por favor.—prácticamente le estaba suplicando algo que no tenía nada que ver con lo que quería o no el moribundo niño que sufría delante de sus ojos.

—sabes que eso no es elección mía, yo quiero estar contigo para siempre.

—por favor.por favor.—sus súplicas llegaban a ser desgarradoras y dolorosas incluso para lev el cual estaba completamente sumergido en un dolor que no le dejaba pensar en otra cosa aparte de que iba a morir y de yaku.

sentía su corazón latiendo muy deprisa, parecía que hasta su corazón quería suplicarle al albino a base de gritos todo que no fuese, pues sin él nada tendría sentido.

—tengo la solución para vuestros problemas, ¿sabes?—se escuchó de la oscuridad de la noche, una voz envolvente que parecía provenir de algún tipo de dios, no como al que le rezaban sus padres cada noche, uno diferente.

el pequeño de cabellos castaños casi pega un bote de su sitio, casi pues aunque fuese una voz proveniente del más allá, no iba a soltar a lev por nada del mundo.

—¿acaso hay alguna solución para esto?, su corazón está dejando de latir, lo siento.—el llanto ya había distorsionado su voz a tal punto que parecía que no era un niño, pues los niños no debían sufrir de aquel modo.

los niños solían centrarse tanto en la felicidad que se olvidaban de la tristeza y por eso mismo, yaku estaba así, pues lev era su felicidad y sin él sólo quedaba tristeza.

cuando lev dio su último respiro el aire pareció abandonar también el del pequeño yaku, el cual sintió una mano apoyarse en su hombro; fría, muy fría.

ese ser no estaba vivo.

—¿tú puedes hacer que vuelva?—susurró con la voz rota, con su rostro hundido en el pecho de lev, este ya no se movía.

—sí, pero quiero algo a cambio—no se percibía mentiras en su voz, era obvio que quería algo en concreto y por eso había ido en busca del pequeño.

—te daré lo que sea.

kibutsuji sonrió y también arrastró al pequeño a la oscuridad más profunda de la que acabó resurgiendo como un demonio sin corazón, al que simplemente le enmendó la tarea de abrazar la calavera del chico al que acababa de devorar; abrazarla eternamente pues si no, kibutsuji juró que la calavera se pondría triste y eso no era lo que él quería.

yaku olvidó quien era él y más importante aún,
olvidó quien era lev; olvidó por quien se sacrificó.

rui; kurootsukiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora