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sus labios estaban secos y rotos, sentía esa sensación de calma que vienen luego del llanto, pero algo no estaba bien.miró sus pálidas manos, sentía frío y calor al mismo tiempo, al mismo tiempo bajó su mirada por su cuerpo y apreció que estaba tan delgado que la desnutrición era una clara posibilidad.aún así de mal, tomó todas las fuerzas que tenía y se levantó de la cama, con solo una fina manta para cubrirle del frío de la noche y nada más salir por la puerta, ahí lo vio.

su dulce hombre de colores bicolor, sonreía como siempre y al verle, incluso sonrió aún más.podrían dolerle las mejillas luego de eso.

—¿bokuto?—susurró el moreno—oh dios mío, sigues vivo—de nuevo quería volver a llorar, pero sentía que había agotado el máximo de lágrimas que podría expulsar un humano a lo largo de toda su vida.

—keiji, amor—su voz sonaba a paz, a amor del más puro y obviamente akaashi solo atinó a caminar hacia él, buscando que le atrapase entre sus labios y nunca volviese a soltarle.

pero a cuanto más cerca, más cosas extrañas veía.el labio de bokuto estaba roto y la marca de dientes estaba en medio de su cuello, tenía grandes ojeras y su piel estaba pálida como la nieve, incluso parecía fría como esta.su cabello siempre fue una de las cosas más llamativas de él, junto a sus grandes y vivos ojos-portales a un mundo feliz en el que bokuto vivía internamente- pero su pelo estaba desordenado, extrañamente hacia abajo y sus ojos sólo denotaban vacío, como si realmente no desease que el más bajo se le acercara.

—todos te extrañábamos, incluso los niños del clan pedían que su búho cornudo regresara, querían seguir jugando con su futuro líder y yo...dios, no sabes cuanto te extrañé, tus besos, todo lo que te compone y hace tan fantástico—era la primera vez que decía palabras como esas en voz alta, siempre le había dicho al mayor cuanto le quería pero no se había sincerado de esa forma, pero no se sintió incómodo o algo así, era su kōtarō al fin y al cabo.

sus labios se encontraron, desesperados, completamente necesitados de ese encuentro, aunque a bokuto pudiese molestarle por sus heridas en los propios, que a akaashi le supieron a amor del más puro aunque el sabor fuese el de la sangre y estuviesen fríos como si bokuto estuviese...

—muerto—susurró bokuto antes de esfumarse de entre sus brazos y hacer que akaashi despertara en su cama, solo y completamente agitado.

no podía más.

rui; kurootsukiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora