-Aguarde un momento, por favor.
El inspector le dio una leve inclinación a la robusta mujer. Cuando esta se retiró, empezó a mirar a su alrededor intentando deducir el carácter del dueño de la casa. Le habían hablado tanto del vicario que, a pesar de intentar lo contrario, ya se había formado una idea de él. Apreció con agrado el buen gusto en la selección de muebles y decoraciones y pudo deducir que el vicario y su esposa eran personas ordenadas, de una forma de vida tranquila. Con curiosidad se acercó a la única fotografía que había en la habitación . En ella se observaba al vicario y su mujer saliendo de la iglesia tras su matrimonio. Cabtol pudo reconocer a la hermosa joven de la imagen que tenía en frente suyo como una de las personas presentes la tarde anterior que habían ido con la intención de colaborar atendiendo en lo posible.
-Confío en que no me haya tenido que esperar mucho -escuchó una voz a sus espaldas.
Al voltearse se encontró con John Kippling, quien le sonreía amistosamente.
-No se preocupe, más bien, espero que no le moleste que me haya detenido a contemplar su fotografía. Es su esposa una mujer bastante guapa.
El vicario recibió el cumplido con una sonrisa e hizo un gesto, invitando al inspector a tomar asiento. Este no se hizo de rogar.
-Además, es una persona muy solidaria -continuó acercándose lentamente al tema que más le interesaba -me imagino que estará usted informado de que hoy estuvo colaborando con nosotros en las primeras entrevistas.
-Algo me comentó. Es una joven bastante activa, me temo que yo pueda resultarle algo aburrido a veces.
-Dudo mucho que ella aceptaría ese comentario.
-Probablemente me reprendería -bromeó el vicario.
-Usted en cambio, prefiere quedarse en casa... -comentó como quien no quiere otra cosa el señor Cabtol.
-No exactamente, pero en ciertas ocasiones, me veo obligado a admitir que si es así.
-Como cuando hay alboroto en el pueblo...
-No precisamente. Suele ser en esas oportunidades cuando más he de salir. La gente tiende a recurrir a mí y yo me limito a ofrecer mi ayuda cuando me es posible -se encogió de hombros.
-Y sospecho que en esta oportunidad no ha sido diferente.
El vicario suspiró al notar el rumbo de la conversación.
-No, no lo ha sido -respondió finalmente.
-¿Entonces? Usted se está recluyendo, señor -afirmó el inspector inclinándose hacia adelante en su asiento -mi pregunta es la siguiente: ¿Por qué?
-¿Usted también?
-No descansaré hasta saber toda la verdad.
-Confío en ello.
-Colabore conmigo, señor Kippling.
-Dudo que pueda hacerlo.
-Usted conoce mejor que nadie a la gente de este pueblo.
-No me atrevería a afirmarlo.
-Pues yo sí. Los curas saben todo y más aún en lugares como este.
-Se equivoca, no sé nada -el vicario mantuvo la sequedad y firmeza en su tono.
-¿Por qué se niega a colaborar? -siguió presionando el inspector.
-No sé nada.
-Hablemos del asunto como unos conocidos discuten un tema. Con calma. Este no es ningún interrogatorio, señor.
-¿No lo es?
-No, no lo es. Es una conversación... extra-oficial, por llamarla de alguna manera.
-No quisiera ser descortés, pero me temo que me niego a decir palabra alguna del tema.
-Déjeme que le relate las entrevistas -dijo el inspector convencido de que eso capturaría la atención de su anfitrión.
John no supo como negarse y escuchó con bastante atención todo lo narrado por Cabtol. Empleando sus grandes dotes de observación, el inspector supo captar cada detalle de las reacciones de su oyente y sonrió mentalmente al verlo reaccionar especialmente ante ciertos aspectos pese a sus rápidas encubridas.
-¿Qué opina usted de todo esto?
-Lo mismo que antes.
-¿Se niega a hablar entonces?
-Lamento no poder ser ayuda.
-Podría serlo...
-Me temo que no, señor inspector.
-Le pido que recapacite...
-Y yo le pido que no importune más a mi marido -dijo con firmeza Jane Kippling mientras entraba a la sala -me sorprendió cuando me comunicaron de su presencia, señor Cabtol, pero ya veo cual era su motivación. No se la reprocho en absoluto, mas ahora le pido que acepte la negativa de mi marido.
Ambos hombres la miraron admirados.
-Jamás hubiera querido incomodar, señora mía.
-Me temo que puede que ya lo haya hecho.
-Tenía entendido que usted estaba interesada en ayudar.
-Y había entendido bien. Deseo hacerlo de todo corazón. He prometido incluso que no descansaré hasta haber hecho todo lo que estuviera al alcance de mi mano. Es mi intención cumplir con mi promesa. Solo le pido que deje fuera de esto a mi espoco. Él tendrá sus motivos para no hablar. No lo apoyo -le lanzó una mirada como pidiendo disculpas -pero respaldo sus decisiones.
-Es usted admirable.
Sonrojándose ante el cumplido, Jane tomó asiento.
-No me gusta del todo lo que estoy a punto de hacer, mas dado que carezco de la ayuda del vicario -hizo una leve venia hacia este -confió en que ested podrá serme de igual ayuda.
El inspector prosiguió repitiendo todo el relato. El rostro de Jane resultó ser mucho más fácil de leer que el de su marido y el señor Cabtol comprobó con agrado que ella también reaccionaba de manera especial ante cierto detalle. Sin embargo, ella mostró abiertamente su asombro e intercambió una mirada con su esposo.
-¡Pero si esa persona estuvo aquí mismo! ¿No crees que se trata de la misma persona, querido? Salvo el caminar, la descripción encaja bastante, pero un andar es fácilmente alterable. ¡Oh Dios mío! ¿Hemos tenido al asesino aquí mismo? -la joven empezó a agitarse -¿Crees que eso sea posible, John?
El interpelado había fruncido el ceño y al oír las palabras de su esposa se paró impulsándose de los brazos del sofá para retirarse con cierta elegancia de la habitación sin decir palabra alguna. El inspector intercambió con la señora Kippling una mirada de desconcierto.
-¿El asesino estuvo aquí entonces? -preguntó con gran interés Cabtol.
-Me temo que sí... y conversó con mi marido -se lamentó Jane -oh señor, estoy tan asustada. Permítame retirarme, se lo ruego, he de hablar con él.
La joven estaba claramente afectada y su preocupación por su esposo era evidente. Casi sin esperar la respuesta del inspector, Jane se puso de pie y salió de la estancia tras el vicario.
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En la vicaría
Historical FictionComodidad, tranquilidad y alegría. En la pequeña vicaría de un pueblito inglés (1940 aprox) los Kippling no habían experimentado nada más en los meses que llevaban casados. Ambos estaban muy satisfechos con sus decisiones y la amistad y respeto que...