-He de disculparme a nombre de mi esposo -susurró Jane mientras saludaba a madame Rouleau -no ha podido venir.
-Es una lástima -le contestó la francesa ayudándola a quitarse el abrigo con mirada distrída.
-Les traje una tarta -la esposa del vicario le tendió el postre -sé que no es la gran cosa pero me sentía incómoda viniendo con las manos vacías habiendo recibido tan generosa invitación de su parte.
-No debió molestarse -contestó con cortesía la anfitriona forzando una sonrisa.
-Enserio lamento tanto lo de John -dijo sentidamente la joven -él temía que su presencia pudiera resultar en una conversación o situación incómoda. Realmente siente el no asistir, mas prefería evadir... bueno... usted me entiende.
-Claro que sí. La postura de votre mari es completamente razonable y sensata. No se preocupe por ello. Por favor, pase.
Al entrar a la sala se encontró con monsieur Rouleau que fumaba un cigarrillo mientras contemplaba con una expresión cargada de dolor una fotografía de una jovencita posando alegremente con una flor en la mano. Jane miró nerviosa a su alrededor insegura de qué hacer. Madame Rouleau se adelantó y se aceró a su marido para susurrarle algunas palabras en francés. El panadero se volteó sorprendido a la visita.
-¡Ah! ¡Madame Kipping! Excusez-moi ¿Cómo está usted?
-Muy bien, muchas gracias -la esposa del vicario le dedicó una sonrisa esforzándose porque no fuera de aquellas que se ven cargadas de pena.
-Déjeme tocar la campana para que sirvan de una vez la cena. ¿Hace mucho frío afuera? ¿Vino usted caminando?
Las señoras intercambiaron una mirada cuando monsieur Rouleau se giró para llamar a la criada. Para su sorpresa, Jane observó una sonrisa triste en los labios de madame Rouleau quien no apartó luego los ojos de su esposo.
-El señor Kippling no pudo venir por lo visto -comentó, con una sonrisa que a la señora Kippling se le antojó forzada, el panadero.
-Mi marido lo lamenta sinceramente, monsieur. John se encontraba bastante ocupado.
Delphine le lanzó una ojeada de advertencia a su esposo que a Jane no se le pasó por alto. Hubo por unos instantes un momento incómodo pero rápidamente se repusieron ya que todos deseaban llevar la cena en los mejores términos posibles. La intención de la invitación había sido relajar la tensión que se respiraba en la casa del francés por el dolor que parecía sin fin y la señora Kippñing estuvo a la altura de la situación sabiendo a la perfección que es lo que se requería de ella.
-Je suis harto de los policías. Han estado dando vueltas y no son capaces de darme el más mínimo informe. El inspector Cabtol se niega a decirme siquiera "Va bien" ou, par contre "Ne va pas bien" -el tema salió a relucir finalmente cuando monsieur Rouleau no pudo más consigo mismo.
-Estoy convencida de que el inspector hace todo lo que está al alcance de su mano -intentó animarlo la señora Kippling.
El gesto despectivo del francés no se hizo esperar.
-Sin embargo, pendant nous devons attendre. Ce n'est pas juste!
Jane miró intrigada a la anfitriona esperando una traducción pero Delphine le dio a entender que carecía de importancia.
-Le reitero que Cabtol hará lo que le sea posible y todo lo que entre dentro de sus posibilidades -afirmó Jane.
Monsieur Rouleau iba a contestar cuando entró una criada cargando en una bandeja la tarta que había traído la invitada. El francés apreció el detalle y le agradeció a la esposa del vicario mientras se le alcanzaban los utensilios para partir el postre.
-Avec le pardon du madame Kippling -monsieur hizo una leve inclinación de cabeza hacia su invitada -le serviré la primera porción a mi chèrie Delphine.
-¿Costumbre familiar? -inquirió cortésmente Jane.
-Oui, oui. Delphine prueba siempre los postres primero. Ella tiene el gusto más delicado y sensible que he conocido. Me enamoré definitivamente de ella cuando fue la unica que pudo reconocer el sabor de una fraise que le coloqué a un queque.
Los esposos intercambiaron una sonrisa amistosa.
-¿Y bien? -preguntó Jane con una sonrisa animada a Delphine a la vez que recibia su porción de tarta -¿Apruebas mi tarta? ¿O no es lo suficientemente exquisita?
-Magnifique!
Todos celebraron el comentario alegremente mas sin llegar a las risas que parecían no tener más lugar en aquel hogar. Poco después, Jane Kippling se dirigía por el vestíbulo a la salida, despidiéndose repetidas veces y agradeciendo la invitación.
-¡Epa! -exclamó la joven al tropezar con algo -Esto me pasa por ir muy rápido -bromeó -John siempre me repriende por no mirar dónde camino y no hacer jamás las cosas con calma.
Al agacharse a recogerlo se sorprendió reconociendo el objeto como una revista francesa.
-Malédiction! -madame Rouleau se abalanzó a cubrirlo con su chal lanzándole miradas a su marido.
-¿Qué ocurre? -susurró extrañada Jane.
-Era de Claire -le respondió la francesa en voz igualmente baja -le pedí a la criada que subiera los libros de ma fille a su cuarto para que mi esposo no tenga que verlos chaque jour pero la muy torpe debe haberlo dejado caer. C'est une bonne chance que no la haya visto. Très bonne suerte.
-Verdaderamente -le dió la razón.
-Disculpen la demora ¿Me esperaban para despedirse? Perdóneme, señora Kippling, me entretuve un instante.
Tras las últimas despedidas y agradecimientos correspondientes, Jane Kippling se dirigió a buen paso hacia su casa. Pese a que la oscuridad no le atemorizaba se sentía extrañamente inquieta. Pronto supo el porqué. En una revista similar había visto a Claire Rouleau guardar su testamento. Aún no entendía cómo el inspector Cabtol podía haber adivinado el asunto. Ajustándose un poco más el abrigo Jane aceleró el paso. No veía la hora de estar sentada junto a su fuego junto a John que probablemente estaría esperándola. ¿Habría hecho mal en no contarle a la policía sobre el testamento? No, no tenía la conciencia sucia sobre ese tema. Claire les había pedido máxima discreción y lo había tomado principalmente como un juego. Ella se había visto envuelta pues la francesita no había sabido en quién más confiar y al igual que ella, lo trató como una diversión. ¿Cómo podía Cabtol haberse enterado? ¿Henkins habría hablado reclamando sus derechos? Jane sonrió al divisar su hogar, con las luces del primer piso aún encendidas, clara señal de que John la estaba aguardando. Mientras abría la puerta se preguntó dónde se hallaría el testamento ahora. ¿Seguría en una de esas revistas?
-¿Jane? ¿Eres tú, querida?
-Sí, John -contestó ella quitándose el abrigo y olvidando por un instante todo el asunto del dichoso documento -En un instante estoy contigo, querido.

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En la vicaría
Historical FictionComodidad, tranquilidad y alegría. En la pequeña vicaría de un pueblito inglés (1940 aprox) los Kippling no habían experimentado nada más en los meses que llevaban casados. Ambos estaban muy satisfechos con sus decisiones y la amistad y respeto que...