Primeros interrogatorios

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-Preferiría hablar con cada uno por separado -indicó Clark Cabtol.

Todos asintieron. La imponente voz del inspector de la policía, si bien amable, exigía respeto e infundía autoridad.

-¿Quién halló el cadáver? -inquirió

Monsieur Rouleau se aclaró la garganta.

-Yo, señor -pese a sus esfuerzos, el dolor en su tono de hizo evidente.

-Acompáñenos, por favor.

El inspector se introdujo en una habitación continua, seguido de su ayudante sin dudar por un intante que el francés iría detrás de ellos. Una vez ahí, los tres tomaron asiento.

-Relátenos todo.

-Yo... -el panadero balbuceó.

-Haremos esto más fácil -el inspector se recostó en el respaldar de la gran silla de escritorio de la cominsaría. Un par de vistazos a monsieur Rouleau le habían indicado que el hombre estaba totalmente despistado respecto a lo que Cabtol quería de él -responderá usted a mis preguntas.

El interrogado asintió agradecido.

-¿Hace cuánto vinieron ustedes de Francia?

-Hace cuatro meses.

-¿Por qué motivo?

-Mi primera esposa había tenido una institutriz inglesa y siempre quiso que nuestra hija viviera aquí, al menos una etapa de su vida.

-¿Cuándo murió ella?

-Annabelle, elle est mort -se percató del cambio de idioma y repitió -ella murió cuando Claire tenía un año.

-¿Cuánto tiempo después se volvió a casar, usted?

El ayudante del inspector tomaba rápidamente nota de todo lo que decían ambos hombres, admirado como siempre por la postura de su jefe y su capacidad para llegar a las personas. Sabía siempre que método de interrogación emplear con cada testigo.

-A los seis años de su muerte. Delphine me trajo nueva alegría. Ma fille era mi apoyo y motivación pero volví a ser alegre cuando me volví a casar.

-Su segunda esposa es basntante joven.

-Seulement nueve años menor, señor inspector. No es tanto. ¿Qué tiene todo esto que ver con mi hija?

-Podría tener mucho que ver -le afirmó Cabtol con voz misteriosa -¿Se llevaban bien ambas?

-Oui, oui. Muy bien -afirmó enérgicamente el panadero.

-Bastante curioso -le susurró el inspector a su ayudante, quien asintió en total acuerdo.

Una niña de siete años, sin madre, estaría probablemente acostumbrada a ser la engreída de papá -se dijo Clark Cabtol -la llegada de una mujer que ocupara la atención de su padre no debería haberle hecho mucha gracia, por una cuestión natural. Y sin embargo, todos afirmaban lo contrario.

-¿Cómo llegó a St Caroline Hill?

-Buscábamos un lugar tranquilo en el que pudiera trabajar. Ici se nos presentó la oportunidad.

-¿Conocía ya a alguien del lugar? ¿Encontró aquí a un viejo conocido quizás?

Monsieur Rouleau titubeó unos instantes.

-Non -afirmó finalmente.

-¿Seguro? ¿A nadie?

Nuevamente le pareció percatar un brillo nervioso en los ojos del francés.

En la vicaríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora