-Hay algo que no me termina de gustar del todo en lo que me ha contado, James, pero no sé qué.
-Como le decía, no fue mi intención espiar en un principio a las señoritas -afirmó el señor Robbinson -estaba cerca, fumando y cuando empezaron a discutir el asunto no pude resistirme a quedarme para conocer su opinión.
-No se preocupe por ello -dijo el inspector reflexivo -sigue habiendo algo que no encaja con lo que sabíamos.
-Quizás sea porque las señoritas comentaron todo de una forma en la que nosotros no habíamos hecho aún.
-Es probable -admitió con cierto fastidio su jefe.
-Lo que más me alarmó fue lo que dijeron sobre el vicario y su mujer cuando asumieron que ya me había alejado. ¿Sospecha usted de él acaso?
-Me parece extraña su participación en el asunto pero no me dio la impresión de ser una persona que se involucra en asuntos turbios.
-Yo pensé igual -comentó pensativamente Robbinson.
-Me preocupa además Jane Kippling -no pudo evitar decir el inspector.
-¿Está igual que la última vez que la vio? -preguntó con sincero interés su ayudante.
-Exactamente igual -susurró Cabtol con cierta fascinación en su tono de voz al pronunciar aquellas palabras.
Sabiendo que el tema terminaría afectando al inspector, James se apuró en cambiar de tema antes de que su rostro adquiriera la dureza que solía acompañar ese tema de conversación.
-¿Quiere que le proporcione el informe de las interrogaciones?
-Lo agradecería -respondió con cierta amargura Cabtol.
Poco después, ambos se hallaban haciendo una lista de los hechos más importantes del caso y discutiendo el enfoque que le darían a la investigación.
-No llegaremos a nada -le aseguró el inspector a su ayudante -si antes no averiguamos quién era la verdadera víctima esperada.
El señor Robbinson asintió demostrando su conformidad.
-Me inclino a pensar que era la chica. Los vecinos han confirmado que muchas veces ayudaba a su padre en la panadería haciendo en ocaciones de catadora. Además, los quequitos resultaron ser sus preferidos. Lo más lógico sería mandarlos del sabor favorito de la víctima para tentarla más ¿No lo cree, James?
-Admito que lleva usted la razón.
-Otro detalle es la sombra que vio el señor Henkins. Se encontraba espiando la panadería. No la cocina o las ventanas del comedor, donde uno, por lógica, asume que desayunará la familia. La sombra espiaba la panadería. Esto me lleva a pensar que nuestro criminal tenía conocimiento del malestar de madame Rouleau y que debido a este, los quequitos serían dejados en el aparador. Por consecuencia, la sombra debía saber que Claire sería la primera en levantarse, hambrienta, dispuesta a comer el regalo llegado la noche anterior.
James Robbinson, quien había tomado nota de cada idea propuesta por su jefe sonrió con cierta satisfacción.
-Pero ¿por qué matar a una niña? -preguntó con desagrado Cabtol -¿Por qué?
-Ahí la hipótesis de la madrastra es bastante lógica ¿No lo cree? Pudo haber fingido el malestar para evitar que su marido y ella debieran comer los pastelitos. Sabía que su hijastra tenía la costumbre de despertar primero -propuso el ayudante.
-Eran hechos en casa, no comprados en otra panadería. Habrá que averiguar que estuvo haciendo Delphine Rouleau las veinticuatro horas anteriores a la llegada del paquete. ¿Otros motivos posibles?
-Los más característicos son amor, dinero y venganzas -intentó colaborar Robbinson.
-Sabemos que la chiquilla tenía un interés amoroso, pero no sé si sea suficiente. Quizás si el papá estaba enterado le traería problemas. Tom Henkins no es precisamente el mejor partido. ¿Podría haber otro pretendiente anterior? Y si fue así ¿Cómo enterarnos? No me sorprendería que no le haya dicho nada a su padre o a su madrastra.
-No creo que nadie deseara vengarse de Claire. No se me ocurre motivo alguno.
-A mi menos. Su herencia suena como lo más tentador posible. Esta beneficiaría únicamente a su madrastra. Y regresamos a la misma duda -pareció concluir el inspector.
De pronto, una idea se le cruzó por la mente y sonrió mientras tomaba el teléfono para confirmar sus sospechas. Su ayudante lo miró con curiosidad, fascinado por ver qué ocurriría a continuación.
-¿Con la señora Jane Kippling, por favor? -hizo una pausa -de parte del inspector Clark Cabtol -otro breve silencio se dio antes de que dijera -muchas gracias, esperaré.
James se sentía totalmente alerta, intentando escuchar la voz que salía del teléfono. Era tal su consentración que casi no se percató de lo que decía su jefe. Cuando la conferencia dio por terminada se quedó aguardando con ansiedad las explicaciones del caso mientras el inspector sonreía con cierta satisfacción.
-¿Ha leído alguna vez "Mujercitas"? -inquirió con una sonrisa traviesa el señor Cabtol.
-¿Qué? Jefe, me ofende usted -contestó el señor Robbinson irguiéndose -yo no leería libros para niñas.
-Entonces tendré que explicarle. A mi sobrina, el libro le encanta. Siente cierta adoración por el libro...
-No entiendo que tiene que ver con el caso -susurró el ayudante frunciendo el ceño.
-Si me dejara hablar... Como le decía, la pequeña está fascinada por el libro y pide repetidas veces que se lo lean. En las visitas a mi hermana, he sido usado de narrador en más de una ocasión. Hay una parte en la que la menor de las hermanas, temiendo que la muerte la tome por sorpresa, decide hacer un testamento. Le pide a dos amigos que lo firmen, haciendo de testigos y con ello decide que sus deseos ya poseen cierta oficialidad. Miles de jovencitas han leído a Louisa May Alcott...
-¡Ya entiendo! Usted sospecha que Claire se pudo haber inspirado en este libro y decidido hacer su propio testamento.
-Exacto. Hemos de hallarlo, claro está. Sin embargo, ya confirmé la existencia de ese intento de documento. La señora Kippling fue una de los testigos. Estoy convencido de que Claire creía firmemente en que su padre respetaría y haría respetar sus deseos pese a la carencia de carácter legal del asunto.
-Quien se vea beneficiado por ese testamento... -empezó a decir el señor Robbinson.
-...es practicamente el único heredero de monsieur Rouleau -completó el inspector.
-Para ello debería estar enterado del testamento.
-Sospecho que lo estaba -sonrió con cierta satisfacción Cabtol recostándose contra el respaldal de su sillón -Oh vamos, James ¿A quién dejaría una jovencita sus pertenencias?
-A su pareja -dijo sin mucha confianza el ayudante, buscando que su jefe le señale la respuesta correcta.
-En este caso, a su interés amoroso. Tom Henkins fue además, el único que habló de la dichosa sombra ¿Qué le costaba inventarlo para despistarnos? Conocía la rutina de Claire de memoria.
-¿Cómo supo lo del testamento? -inquirió con curiosidad el señor Robbinson -Oh, espere, ya caí en ello...
-Tom Henkins era el otro testigo.
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En la vicaría
Historical FictionComodidad, tranquilidad y alegría. En la pequeña vicaría de un pueblito inglés (1940 aprox) los Kippling no habían experimentado nada más en los meses que llevaban casados. Ambos estaban muy satisfechos con sus decisiones y la amistad y respeto que...