Min Yoongi, un hombre que había olvidado lo que realmente era amor, tratando de llenar ese vacío con sexo. Kim jungkook, un chico que llega a ser su sumiso y a experimentar las emociones más fuertes, vividas y devastadoras de su vida.
Su único prop...
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Jungkook se encontraba recargado en aquélla habitación, afuera de la habitación de juegos de su amo. El pálido delante de él estaba besando su cuello lentamente, a un ritmo bastante lento.
Demasiado paciente. Pensó jungkook.
Su amo no salía ser tan «delicado» por así decirlo, el acostumbraba a ser un tanto rudo y impaciente, aveces hasta salvaje.
Él pálido tomó la cintura de su sumiso y lo levantó haciendo que sus piernas ordeen su cintura, dejó de besar el cuello de su menor para dirigirse a sus labios y seguir el beso, con una mano sostenía a jungkook y con la otra giro la perilla para abrir la puerta y camino hasta la cama de la habitación.
Sentó a su menor en aquella cama y empezó a desnudarlo, primero quitó su corbata, luego desabotono su camisa blanca, botón por botón, era un tanto desesperante. Empujó a Jeon haciéndolo caer acostado y subió encima de él; sacó su cinturón lentamente.
— Que seas tan paciente me desespera. —bufo levemente serio.
— Nunca dije que te cogería, acaso se te olvido tu castigo. —habló serio y con una leve expresión de de satisfacción.
— Amo, por favor no lo haga. No quiero ser castigado, yo no hice nada malo como para merecer un castigo —fruncio su ceño mientras sonaba suplicante. Trato de zafarse del mayor pero este fue más rápido y lo sostuvo de las muñecas para someterlo.
— Te ordene que te alejaras de él, me desobedeciste. —miraba al menor con frialdad— me perteneces Kim jungkook, y si te doy una orden y no obedeces, te castigo. No dejaré pasar tus ofensas.
— Amo, TaeHyung es sólo un amigo, más que eso, es mi hermano. Lo conozco hace años, nunca lo miraría con esos ojos y él tampoco a mi. —rogó, pero Yoongi no lo dejaría pasar, las muestras de afecto entre jungkook y su hermano llegaban a ser un tanto exageradas, pero eran familia, era normal.
— No me importa cuanto rueges, aún así te voy a castigar por desobedecerme. —hablo serio— Esperame en la cama, si te levantas y escapas te castigare el doble. —Lo miro de reojo mientras caminaba hasta una pequeña vitrina de cristal con látigos y cinturones de cuero.
Después de tomar un látigo camino a la cama y se paró frente al menor, quien se encontraba mirando a un punto inexistente con sus ojos cristalizados.
— Amo por favor no lo haga. —suplico nuevamente.
— Suplica todo lo que quieras Kim, no cambiaré de opinión —lo miro serio de reojo— no dejaré pasar tus ofensas mocoso insolente.
