[+18] VIRGEN ; {Luka x Chloe / Lukloe}

Prólogo

Chloé llevaba un buen rato fumando en el balcón de su enorme habitación. Sí, al cumplir los diecisiete años comenzó a fumar. Claramente no lo hacía muy seguido, solo cuando se encontraba muy estresada, triste o enojada. Y en esta ocasión, estaba completamente llena de ira.

La razón era muy sencilla: Sabrina había perdido la virginidad hacía menos de veinticuatro horas. Se alegraba por su amiga, aunque no lo demostraba. Su envidia era mayor, le ganaba, y se retorcía en ella, completamente bañada en su disgusto.

Estaba harta de ser la chica virgen. Muchos no lo sabían, pero muchos otros sospechaban. Chloé no tenía novio, en realidad, nunca había tenido, exceptuando ese mes que le dio de "Prueba" a Kim, quien al final decidió dejarla por Sabrina. A Chloé no le había importado demasiado. De todas maneras, ella siempre pensó que merecía más que eso.

Bourgeois, claramente, a sus diecinueve y medio, estaba bastante sola. Se sentía sola. Su ego no le permitía hacerlo saber ni siquiera a su mejor amiga, pues eso era algo que resguardaba celosamente para ella: su disgusto, tu angustia, su probable depresión.

Hacía un par de meses Chloé había ido, a obvias escondidas de su padre, a una tienda erótica, donde se compró un pequeño vibrador. Una curva de plástico hipoalergénico el cual tenía dos botones: Más y menos. Ambas regulaban la vibración.

Chloé Bourgeois usaba la punta de su juguete para ponerlo en su sensible entrepierna, específicamente en su clítoris. No se atrevía a adentrarlo, pues lo había intentado un par de veces y le había dolido bastante.

Chloé Bourgeois seguía siendo virgen.

Fue por eso que al terminar su cigarro, la señorita Bourgeois se encargó de sus penas... descargándolas con una película erótica y su único juguete, no sin antes apagar las luces en su totalidad.

Ser la hija de quien alguna vez fue el alcalde de París tenía desventajas, como por ejemplo, siempre tenías seguridad cerca.

Al otro lado de la ciudad, Luka Couffaine, un chico dos o quizás tres años mayor que ella, tocaba la guitarra en un bar barato y sin muchos lujos en los barrios bajos de la capital francesa, cantando canciones en francés con un notable acento que a varias de las chicas presentes logró derretir.

Aunque apenas sabían de la existencia del otro pues ambos habían estado en el mismo instituto, los unía algo que tomaba paciencia para aparecer.