Había de todo tamaño, clase, color y grosor. Un mundo por descubrir. Peter posó suavemente una de sus manos en mi espalda, empujándome para hacer que entrara dentro de la habitación. Había unas largas escaleras para alcanzar los libros de los estantes más altos, sillones y mesas y lámparas en dos esquinas. Una alfombra realmente bonita estaba en el suelo, con diseños florales rojos y verdes oscuros. Sentí la mirada de él sobre mi rostro, expectante.
— ¿Te gusta leer?
—Por mi leería todo el día… —murmuré sin mirarlo.
-Andá y revisa lo que quieras. Tengo que hacer unas cosas —me sonrió antes de alejarse de la biblioteca, dejándome sola.
Caminé hacia una mesa, donde habían varios libros. Me hinqué frente a ellos y comencé a ver sus títulos, hasta que vi uno; Romeo y Julieta.
Mi libro… En mi casa… Junto con los otros de mi madre. ¿Cómo los pude haber olvidado allí? Debía tenerlos. Ahora. Ya.
Me levanté, decidida a ir hasta allí para buscar mis libros. Sabía ya por la hora que mi padre no estaría en casa, así que tenía como dos o tres horas como mínimo para ir y volver. Nadie debía verme si quería ir rápido, así que bajé las escaleras lo más despacio posible. Por mi peso y estatura, mis pasos eran ligeros y no resonaban por el suelo, pero aun así tuve cuidado.
Llegué a la sala, dónde estaba al fondo la puerta que daba el exterior. No había nadie, excepto Presidente Miau, quien estaba sobre el sofá, mirando mi llegada expectante. Abrí la puerta, escuchando y chirrido de parte de ella. La abrí lo necesario como para poder salir.
Corrí por las rocas y tierras y pedazos de césped ágilmente. No quería demorarme mucho. Peter podría ir a buscarme y no encontrarme donde me había dejado, o también Sofi, o Cluadia, o Juan.
(…)
El olor dentro era insoportable. Platos y vasos amontonados en el lavaplatos, sucios, de hace semanas. El suelo lleno de migajas, húmedo, con hongos. Todo estaba deteriorado. Papá no había hecho nada mientras yo no estaba. Me sentí mal por él en un momento, pero luego me arrepentí. Fui a mi habitación, que se encontraba tal cual cómo la había dejado. Me agaché bajo para ver bajo mi cama y vi los libros. Todos.
Sonreí y los cogí entre mis manos sintiendo el conocido tacto sobre mis dedos. Revisé los títulos una vez más y comencé a ojearlos.
Lo que me llamó la atención, fue que entre las hojas de en medio había unos sobres y papeles. Arrugados y sucios, todos juntos. Tomé el más grande que se encontraba doblado por la mitad. Era suave, por más que estuviera arrugado. Un papel grueso, resistente. El miedo había comenzado a picar sobre mi cuero cabelludo. Lo desdoblé y comencé a leer con atención cada palabra.
El mundo cayó sobre mis pies.
—Adopción… —susurré, bajo mis propias lágrimas— Padres biológicos: Alejandro Sierra y Adriana Brunori. Padres adoptivos: María José Riera y Carlos Espósito… No… —me rompí en ese momento.
La presión era demasiada. Necesitaba procesar aquella información con tranquilidad. Volví a dejar todo en el libro y los cargué todos firmemente contra mi pecho para poder irme de aquella casa que jamás fue mía. Mi… padre, no había tenido ningún derecho sobre mí como para golpearme todos estos años. ¿Y mi ‘’madre’’? Lloriquee todo el camino hasta llegar a la casa de Peter. Entré por la puerta de atrás, por la cocina. No había nadie. Subí lo más rápido que pude las escaleras para ir directamente a la biblioteca. Me fui a un rincón, acuclillándome en una esquina y dejando todos los libros frente a mí. Volví a sacar aquellos papeles y continué con mi lectura.
ESTÁS LEYENDO
Rescatame {Laliter} || Adaptada
Fiksi Penggemar| Historia del 2014 | Lali Espósito. 16 años. Vive en la Patagonia Argentina. Su padre la golpea. Su madre murió. Hija única. Peter Lanzani. 17 años. Vive en la Patagonia Argentina. Sus padres y son los más buenos del mundo. Su misión será lo que d...