De Pequeños Niños [SabiTan]-[GiyuTan]

•|Capítulo 1|•

Las pequeñas lágrimas adornaban su pequeño e infantil rostro, sus ojos suplicantes no hacían más qué observar aquéllos qué amaba, no quería dejarla.

—Quédate aquí, Giyuu

Tsutako dejó caer algunas lágrimas mientras sentía el agarré de su pequeño hermanó sobré su muñeca, impidiendo qué ella cerrara la puerta De aquél lugar.

—N-no lo hagas, Oneesan

Sollozó el menor, con sus grandes e inocentes ojos llenos de lágrimas. La mayor de los hermanos Tomioka negó, sonriendo antes de soltarse de su agarré y empujar al niño dentro del ropero, ocultándolo de los demonios qué habían entrado a su casa y se hallaban buscando comida para saciarse.

Tsutako secó sus lágrimas esperando su cruel destino y Giyuu se tensó ante el silenció descomunal.

La calma antes de la tormenta.

El silenció antes de la muerte.

Las personas qué vagar lo veían decían qué estaba loco, lo trataban de enfermó, negaban qué su hermana fue asesinada por un demonio. ¿Cómo pudo siquiera pensar qué le creerían?, Si él mismo negaba la existencia de demonios antes de lo sucedido con su hermana.

—Pobre niño, deberíamos llamar al único pariente qué tiene, dicen que es doctor así que podría tratarlo con medicamentos

Escuchó una vez, y como si fuera lo más cuerdo posible, escapó hacia las montañas.

Él no estaba loco, estaba seguro de lo que vio y escuchó, ¡Estaba seguro que un Demonio asesinó a su amada Hermana!

¿Porque...?... ¿Por qué nadie le creía?

Estuvo varios días vagando por la montaña hasta qué su poca edad no le permitió seguir, fue entonces qué casi al borde de la muerte, un amable cazador le brindo su ayuda.

—Cerca de las grandes colinas vive un hombre que te ayudará, su nombre es Urokodaki Sakonji, es un ex Cazador de Demonios

El rico olor de aquélla comida hacia que su estómago gruñera, hambriento, deseante de poder devorar...

—Urokodaki-san llegará pronto juntó a Nezuko, ¿Podrías poner la mesa, Sabito-chan?

Sabito rápidamente asintió, bajando de su asiento para caminar rápidamente hacia la alacena, sin embargó por un breve reflejo miró por la ventana del lugar, observando una diminuta figura qué lo hizo volver a mirar.

—Tanjiro-san, Hay un niño en la puerta

Continuará