I

363 18 1
                                    

Pongo el oído atento al pecho, como, en la orilla, el caracol al mar.
Oigo mi corazón latir sangrando y siempre y nunca igual.
Sé por qué late así, pero no puedo decir por qué será. [Inventar la verdad, Xavier Villaurrutia]







En la inmensidad del cielo, veo a un niño sumergido en la lejanía de estrellas apagadas. Me recuerdo, me siento en la mirada del niño, como cada noche que pasé perdido contemplando la nada y el todo del universo, la muerte de los puntos brillantes de luz en el manto nocturno. Pero el pequeño solo llora, se encoje a sollozar en el techo de su casa, con la cabeza escondida entre sus rodillas para que solo note el color de la luna encendida en su cabello; en la oscuridad veo el color blanco mecerse con el viento.

¿Acaso es mi placer culposo soñar con la encarnación del sol nocturno?

Eh encontrado soportable el aleteo de las mariposas chocando contra la paredes de mi estomago, solo por contener mis ganas de acercar mi mirada a los ojos llorosos de la pequeña luna; de lejos, cuanto puedo ver es el dorado disolviéndose alrededor de sus pupilas al secarse las lagrimas.

Estoy resignado a perder la emoción de su tristeza cuando su madre lo llama, pero la mujer y el niño se parecen tanto, que no me queda otra que disfrutar la voz consolando a su hijo.

Aunque quizá me equivoco, la diferencia que los absorbe suele pasar durante el día, cuando saludo a la señora Nakajima mientras va al trabajo, o cuando regresa tomando la mano de su hijo. Si he de apreciar su belleza ha de ser bajo los rayos del sol, su todo tan cálido que me envuelve tanto como la estrella diurna; pero si nuestras conversaciones se alargan, puedo notar la miel de sus ojos oscurecerse con el atardecer y mis pensamientos decaen; y de pronto, olvidan lo hermosa que se me figura esa mujer durante el día.

He aquí la mayor diferencia entre madre e hijo: el universo que puedo contemplar en la mirada del pequeño, el brillo de la oscuridad, la unión del día con la noche en sus iris. Fuku es la preciosidad convertida en sonrisas, de las que quieres tomar un poco para ti, las que ruegas por no ver colapsadas.. Las que de alguna u otra forma deseas probar. Por eso, quizá, debía suceder que la adoración de ella consiguiera belleza en lo extraño, que la desolación habitara su rostro aun cuando sonriera; que se sintiera más como la bestia de la creación humana, pero solo la apariencia que produce calidez igual que su madre, tal vez más afable, más comprensible por tratarse de un niño.

---Puedes dejarme faltar unos días a la escuela ---como si suplicara, la voz de su hijo se asemeja a la suya cuando ríe.

---Atsushi...

---Vamos Fuku, solo es un día, estoy seguro de que estará bien ¿Cuántos años dices que tiene?

---12 pero...

---¿Lo vez?, un día está bien mamá ---con una sonrisa basta para convencer al sol, y solo una basta para que recuerde la niebla lunar de noche.

Me recuerdo bien de pequeño, pero solo en la neblina durante una noche sin luna, negra, tenebrosa, sepultado bajo las sombras de un horrible bosque quejumbroso, donde los lamentos del viento paseaban entre las copas de los arboles; me recuerdo tan patético, sufriendo la muerte de algo. Dentro mío aun se siente, la soledad de la muerte, pero no consigo las memorias que me llevan a ese horrible sentir. Solo la sonrisa del niño me infunde una molestia terrible, tanto que encuentro cerca de lo tangible el nombre de alguien que no recuerdo.

La cosa es, que tanto desprecio al hijo de Fuku como para ignorar su presencia, y que tanto olvido ignorarla cuando salgo a fumar para verlo en el techo de su casa sollozando ¿Qué tanto se me permitirá observar al pequeño Bai hu lamentándose?
Y si soporto esta noche más, solo esta, el verlo llorar tan lejos que me parece el cielo ¿Cuántos de mis sueños no habrán de atormentarme disfrutando sus quejidos? como si sometiera al viento que tanto me aterraba de niño, o lo que me aterra ahora, como si disfrutara una vez más la calidez de su madre, como si atendiera al llamado de mi mente que descubre cuanto me gusta ver a un intento de humano temblando, agitado por algo más que el llanto.

Ah, quizá no me angustia tanto mi deseo de ver la reciprocidad obligada de un niño, ni cuantas veces más pueda obligarla, me absorbe más el vago sentimiento de temor por Fuku, por cuanto de su sonrisa acabará odiándome, odiando a quien le recordó a su pequeño Byakko lo que era; por la forma en que sus labios pronunciaran mi nombre a partir de ahora, cuanto de su tiempo dedicarán a compararme con la inhumanidad de su hijo.

Pero si pudiera lamentarme algo, no serían las lágrimas de Atsushi, solo las de su madre.

____________________________________

Notas:

[1]Bai Hu es una forma de llamarle al tigre blanco de la mitología china, Byakko en japones y representa uno de los cuatro símbolos de las constelaciones chinas o de los cuatro puntos cardinales según corresponda (el oeste). Este también simboliza el viento.



.

Bien, no puedo hacer más que mencionar que aclararé cualquier duda que tengan respecto a este micro-relato.

Aclaro que, si, esto es Shin soukoku, pero no del bonito lamentablemente.

Y como datos curiosos:

1. El nombre que Akutagawa no recuerda es el de su hermana, Gin. Tomé ideas del relato "Un perro sin corazón" que Kafka nos dió sobre Akutagawa y su pasado para imaginarme que Gin también había muerto junto a los compañeros de él.

2. Esto originalmente era un Dazatsu como no, pero mi mente no logró asociar lo suficiente a Dazai con tanta diferencia de edad respecto a Atsushi.

A pesar de que esto funciona perfectamente como un relato aislado, planeaba hacerlo con una historia de 4 capítulos más, sin embargo, esto dependerá de cuan bien sea recibido este fragmento.

Sus opiniones son bien recibidas, apreciaré el tiempo que dedicaron a leer este pequeño relato.




Si pudiera 「Shin Soukoku」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora