16. Un estallido de ira

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Otrera nos transmitió las nuevas noticias un día más tarde, durante el desayuno.

-Mi padre apareció en mis sueños- dijo con cautela- eso es algo bueno y algo malo.

Todo el escuadrón la observó con atención, incluso Patrick se detuvo a medio camino hacia la cocina.

-Lo he visto contadas veces. Siempre antes de una gran guerra- explicó con preocupación y miró a Elizabeth- tu mera existencia significa que algo oscuro se aproxima. Muchas muertes, batallas, mucho dolor.

Elizabeth bajó la mirada avergonzada. Otrera, que se encontraba a su lado puso un brazo en su hombro para reconfortarla.

-No lo entiendes, una Bruja Roja aparece para ayudar. No eres una maldición. Mi padre fue quien le propuso a Hécate crear a tu tipo, en los tiempos que ella decidió crear a tu especie. Las Brujas Blancas eran sus más allegadas, sin embargo el Dios de la Guerra creía que ellas no serían lo suficientemente poderosas para enfrentar a los grandes males de la humanidad. Una Bruja Roja sería necesaria, una Bruja capaz de terminar con el derramamiento de sangre.

-Eso es bueno- dijo Sher, algo impaciente- pero también te debió hablar sobre lo que en verdad nos incumbe.

Con una sonrisa afectuosa, Otrera asintió.

-A eso iba. Es inevitable que algo malo suceda, eso dijo mi padre y, como siempre sucedió, los Dioses tienen prohibido interferir en los asuntos de los humanos.

-Pero los Elementos han actuado antes. Han derrotado a Urian en el pasado- dijo Daniel mirando a Sebastian como si él les hubiera contado una historia errónea.

-Cuando eran Humanos- contestó Sebastian y Otrera asintió.

-Una vez convertidos en Dioses ellos solo pueden interferir en asuntos que el Olimpo considere de importancia como demonios y criaturas del Tártaro. Los problemas de los humanos pertenecen a los humanos- la Semidiosa dijo esto último como si citara un libro- por eso Ares ayudó a Hécate a crear a la Bruja Roja, porque sabía que los Dioses no podrían ayudar a los humanos más adelante.

Con una gran decepción, Sebastian suspiró.

-No hay nada por hacer entonces- murmuró.

-Yo no dije eso- aclaró Otrera misteriosamente- Mi padre habló sobre intervenciones, no sobre establecer algún tipo de contacto. Me dijo que es posible invocarlos. Es probable que Zeus permita un encuentro, aunque sea breve. Ellos no podrán revelar mucho y probablemente nos confundan más de lo que los puedan ayudar, dado que sus palabras deberán ser cautelosas, sin embargo estamos desesperados y creo qué hay que correr el riesgo.

-Podré encontrar el doble sentido en sus palabras, será como un juego de misterio- comentó Sher. El más pequeño se encontraba más inquieto de lo usual, desayunando con rapidez y mirando la puerta de salida cada tanto como si no pudiera esperar para irse- como Ted Bundy.

-¿Quién?- preguntó Bruno.

-El asesino serial- dijo Sher- estudiaba abogacía por lo que al enfrentar al juez sabía qué decir, sabía manipular la información que le daban a su beneficio. Aquello le dió una gran ventaja en el juicio.

-Así que seguirás los pasos de un asesino serial- confirmó Elizabeth con evidente preocupación. Sher asintió.

-Hay algo brillante dentro de toda su locura- dijo, levantándose de la mesa- ellos intentarán confundirlos pero no podrán confundirme a mí- declaró.

-¿A dónde vas tan temprano?- Patrick preguntó lo que todos en la mesa pensaban.

-A la biblioteca- dijo abriendo la puerta y cerrándola detrás suyo. Su rostro había permanecido tan impasible como siempre, sin embargo, la voz de Levi al otro lado lo delató.

-Crearé algo para ti que te dejará alucinado- le decía mientras se alejaban. Daniel bufó.

-No creo que sea sana la cantidad de tiempo que esos dos pasan juntos- murmuró intercambiando una mirada con Bruno que solo ellos dos comprendieron. Elizabeth rió.

-Creo que es adorable- dijo ella, que lucía algo más tranquila luego de las palabras de Otrera. Su buen humor era algo reconfortante, dado lo mal que lo había pasado el día anterior.

-Volviendo al caso- dijo Sebastian y todos le prestaron atención, después de todo era su líder- quiero que preparemos todo lo que sea necesario para invocarlos. Esto es urgente así que suspenderemos todas nuestras actividades hasta hacerlo.

Otrera comenzó a explicar paso a paso lo que debían hacer a continuación y el grupo la escuchó atentamente. No sería difícil, si encontraban los ingredientes, podrían hacerlo al anochecer.

Se pusieron manos a la obra. Sebastian estaba por ponerse su chaqueta cuando sintió una oleada de ira en su interior tan grande que lo hizo caerse al suelo, su visión oscureciéndose por completo durante unos segundos.

Los Elementos. Los Elementos. Los Elementos.

Su mente, su propia mente, repetía aquellas palabras como si fueran un veneno disolviéndose en su interior. Quemando, destruyendo, mutilando.

Se sentía arder y, sin poder evitarlo, soltó un alarido tan grande que tuvo que morderse la mano para detenerlo.

Sebastian observó su mano sangrante con un repentino cansancio. Tardó un largo rato en levantarse y se percató de algo preocupante: el odio en su interior no se desvanecía.

El Chico Niebla Donde viven las historias. Descúbrelo ahora