18. Los Elementos

644 99 5
                                    

Todos lo estaban esperando cuando llegó. Incluso Levi se encontraba al lado de Sher, con sus brazos cruzados en el pecho y una mirada de pocos amigos.

Habían acordado hacer el ritual de invocación en el terreno más apartado del campus de los Genetics. Todos estaban allí y el círculo estaba armado. Solo Patrick observaba todo a una distancia prudente, su rostro demostrando que no era pagado lo suficiente para enfrentarse a situaciones como ésta.

Habían hecho un círculo en el piso y Otrera se había encargado de escribir dentro del mismo, también siguiendo las líneas del círculo, un ritual de invocación en griego antiguo.

Todos los artefactos necesarios parecían estar en su sitio y Sebastian se sorprendió cuando todos lo miraron.

-¿Qué sucede?- preguntó el muchacho.

-Debes hacerlo tú.

-¿Qué cosa?

-Invocarlos- contestó Sher- ellos te escucharán solo a ti- al ver la cara de confusión del muchacho, el joven agregó- luego te lo explicaré.

Debe tener que ver con lo que Levi mencionó. Pensó Sebastian y sus ojos se encontraron con los del otro joven por un instante. Un escalofrío lo recorrió de pies a cabeza.

-Bien- dijo apartando los ojos del enano. Era increíble lo intimidante que aquel joven podía resultar ser- ¿Qué debo hacer?

No era complicado, en realidad. Debía pararse dentro del círculo y...llamarlos. Había otros cinco círculos más pequeños dentro del mismo: cuatro en los costados y uno en el centro. Sebastian debía pararse allí, así que lo hizo.

El muchacho cerró los ojos, sin embargo las palabras vinieron a él sin esfuerzo:

-Egó, Sebastian, epikaloúmai ta Stoicheía. Emfanízetai brostá mou se aftón ton thanásimo kósmo. Apodechteíte tin prosforá mou kai apantíste stis prosefchés mou.

"Yo, Sebastian, invoco a los Elementos. Aparezcan ante mí en este mundo mortal. Acepten mi ofrenda y respondan a mis plegarias."

Elizabeth soltó un suspiro al oír aquellas palabras salir de la boca de su líder y se agarró del brazo de Otrera, quien lo miraba seriamente. Todos se habían apartado al menos dos metros y observaban el ritual a la distancia.

En cuanto el muchacho pronunció aquellas últimas palabras, las líneas blancas que Otrera había dibujado se encendieron en una luz blanca y cegadora, las palabras desaparecieron.

El calor era abrazador, era como estar dentro de un horno prendido al máximo. Sebastian contuvo el impulso de gritar. No supo cuánto tiempo estuvo parado en aquel infierno pero, en cuanto estuvo por rendirse, el calor se disipó y la luz desapareció. Cuando Sebastian alzó la vista allí estaban:

Los Elementos.

Los cuatro llevaban unas túnicas griegas blancas y una aureola de oro en la cabeza. Lucían tan perfectos como siempre. Sebastian miró a su grupo, el cual los miraba como hipnotizados.

-Wow- susurró Elizabeth. Sus ojos viajaban de Kaia a Hallie y de Hallie a Kaia. No podía decir que Bruno y Daniel estuvieran mejor. Otrera, por otro lado, permanecía impasible.

-Sebastian, nos volvemos a encontrar- saludó Eiden, el líder de los Elementos. El muchacho asintió intentando ocultar la ira que crecía dentro suyo- la última vez que nos vimos nuestros hijos habían despertado el Elemento en ti.

-¿Pudiste controlarlo?- preguntó Hallie, evidentemente preocupada.

-No. Ese es el problema y el motivo de nuestra ofrenda- se explicó Sebastian con esfuerzo. Le dolía hablar, como si algo lo quemara desde adentro.

-Sabemos lo que es tener una oscuridad sin control dentro tuyo- le dijo Kaia intercambiando una mirada silenciosa con Myles- queremos ayudarte en lo que podamos.

-Bien- dijo Sebastian- quiero liberar al Éter.

-¿Liberarlo?- preguntó Hallie, confundida- ¿No es libre ya?

-No- contestó Myles- recuerdo cuando Urian utilizó el Éter, podía sentirlo en el aire como una manta. Una manta fría y malvada pero una manta al fin, envolviéndolo por todos lados. Sebastian lo está reteniendo dentro suyo.

-Lo obligaremos a salir- dijo Eiden y ambos posaron sus manos en sus hombros.

De nuevo aquel calor abrasador. Sebastian estaba seguro de que ningún humano podría ser capaz de resistir a eso. Quizás el caballo alado de Otrera estaba en lo cierto y él realmente no era un humano. Podía sentir el Éter moviéndose dentro suyo, era como si sus miembros se hubieran vuelto de gelatina, el Éter derritiendo cada hueso, músculo y vena a su paso.

Lo único que lo mantenía de pie eran las manos de los Elementos sobre sus hombros, no podía siquiera gritar, paralizado por el dolor como estaba.

-¡Sebastian!- El líder del escuadrón escuchó un grito lejano. Apenas pudo mover su cabeza, sin embargo sabía que era Sher. El joven había intentado correr hacia el círculo pero Levi lo había detenido agarrándolo por la cintura.

Ambos comenzaron a pelear y Sebastian se sorprendió por la fuerza del más pequeño del escuadrón. Levi era más bajo que él pero claramente más fuerte, sin embargo Levi había sido entrenado por una Reina Amazona, un prófugo de fuerza invencible y un malhumorado hijo de un mafioso.

A pesar de todo, Levi no estaba solo en esto. Daniel y Bruno también aparecieron para retenerlo.

-¡Te matará entrar allí!- masculló Daniel sujetándolo entre sus brazos. Aquello fue final, no había nada que pudiera moverlo de aquella posición. Impotente, los ojos de Sher se encontraron con los de Sebastian.

-Yo si podría- dice, o al menos eso entendió el Chico Niebla.

-¡Ahora!- gritó Eiden y los Elementos me soltaron. En cuanto lo hicieron, caí al suelo de rodillas, mi boca abierta hacia el cielo.

De ella comenzó a salir...algo. El Éter. Era como ser drenado por dentro de un peso que no sabía que tenía.

Sin embargo, yo lo sabía.

Acababan de cometer un grave error.

El Chico Niebla Donde viven las historias. Descúbrelo ahora