8. Mentiras y contacto mental

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Sebastian intercambió una mirada silenciosa con Elizabeth.

¿Qué hacemos? Pensó.

Tenemos que hacer que Cicero deje de hablar. Contestó Elizabeth en su mente.

Sebastian casi suelta un grito ahogado. Esforzándose por recomponerse, se rascó la cabeza.

¿Puedes leer la mente? Preguntó Sebastian. Da miedo.

Normalmente requiere cierto tiempo, pero me hablaste directamente con tu mente, es como abrir una puerta. Le explicó la muchacha.

Maravilloso. Pensó Sebastian algo incómodo. Elizabeth rió disimuladamente ante su pensamiento.

-Hasta donde sabemos, Sebastian es un humano, Cicero- le dijo Sher al caballo con educación. Sebastian pudo ver que lucía algo tenso, como si su mente le dijera que debía adaptarse al caballo parlante pero a su vez no pudiera encontrar la lógica en ello- posee habilidades, como nosotros. Pero es humano.

El caballo alado, para su fortuna no dijo nada más. Si pudiera leer los rostros de los animales, Sebastian hubiera podido deducir qué conclusión había tomado de aquel intercambio, sin embargo la cara de Cicero era igual a la de cualquier otro caballo. Inexpresiva.

-Le mostraré a Cicero el lugar- dijo Ankara subiéndose sobre el animal con gracia, ni siquiera requería una silla de montar- Grávata- dijo en otro idioma, Sebastian lo interpretó como Griego Antiguo, el hablado por Semidioses. Dos alas salieron a ambos lados de Cicero y éste adquirió cierta aura sobrenatural, mucho más gloriosa de lo que ya era.

Ambos salieron volando, dejándolos anonadados y mirando el cielo con intriga. Bruno hizo flotar una silla y dos botellas de cerveza hacia él, le entregó una de ellas a Daniel y se sentó.

-¿De dónde las...?- comenzó a decir Elizabeth, pero las palabras murieron en sus propios labios cuando decidió que no importaba.

-Caballos voladores- masculló y dejó que Daniel quitara las tapas de las cervezas con sus propias manos, como si fueran de papel- lo único que nos faltaba.

Deberíamos hablar de esto. Le dijo Elizabeth en su cerebro y Sebastian sintió un escalofrío. No estaba seguro de si podría acostumbrarse a eso.

Entonces notó la mirada de Sher sobre ambos, escrutandolos. Por supuesto que había notado que algo raro estaba pasando, había despachado a Cicero para averiguarlo por cuenta propia, como si fuera un juego para él. Sher le hizo una seña a Patrick y su mayordomo le alcanzó un chocolate.

Lo abrió con sumo cuidado, asegurándose que sus dedos no se mancharan.

Elizabeth también había notado la mirada del más pequeño del escuadrón, pero no era tan buena mintiendo.

-Acabo de recordar- balbuceó mirando a nadie en particular- Zara me dijo que fuera a verla.

Sher la miró mientras comía su golosina, no creía una sola palabra. Elizabeth rió nerviosamente ante su mirada.

-Brujas Blancas- comentó como se hablaría de los mosquitos en el verano- son muy impacientes.

Y con esas palabras se desvaneció en el aire dejando a Sebastian solo e indefenso ante la mirada de la persona más inteligente del planeta.

Gracias, Elizabeth. Pensó Sebastian con sarcasmo y no recibió respuesta. Quizás debían estar cerca para poder comunicarse mentalmente.

-Cicero no se confundió- decretó Sher. A pesar de haber comido una barra del tamaño de su mano, lucía impecable. El joven le entregó la envoltura vacía a su mayordomo, quien se dirigió hacia Bruno y Daniel, los cuales aceptaron entregarle sus latas de cerveza vacías.

Estaban algo lejos y distraídos para escucharlos, sin embargo Sebastian lo tomó del hombro para que lo siguiera.

-No lo sé, quizás lo hizo- comentó Sebastian. Sher lo miró.

-Tu pasado. Háblame sobre él.

El líder del equipo suspiró. Quizás debía hablar con él, si alguien podía unir los lazos rotos de su pasado, tenía que ser Sher.

-Es algo complicado- le advirtió el muchacho. Sher asintió y el gesto le recordó a él mismo.

-Me gusta lo complicado. Soy todo oídos.

El Chico Niebla Donde viven las historias. Descúbrelo ahora