4. BRUTA, CIEGA, SORDOMUDA

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Lo que a La Reina de Neg se le estaba escapando eran dos entidades; no se trataba de infiltradas, pues habían sido bien recibidas para la boda y el festín. Pero aun así, estaban caminando, con prisa y sin consentimiento alguno, por los pasillos; buscando apartarse de los nobles.

La primera entidad que iba al mando era mayor en comparación con la que le seguía.

Aquella oscura noche mezclada con la piedra negra, que pertenecía a la estructura del castillo, dificultaba el apreciar todo tipo de cosas a distancia. Por fortuna y antes de adentrarse dicha "ceguera", la entidad mayor tomó una antorcha que había estado colgando de algún muro. Sólo así podía desplazarse por esas rutas desconocidas.

─¿Podríais ir más despacio?, me estoy cansando demasiado ─dijo la menor con aires de queja─, y mi vestido ya se va a estropear de tanto que me hacéis correr.

─¿Podríais ir más despacio?, me estoy cansando demasiado ─dijo la menor con aires de queja─, y mi vestido ya se va a estropear de tanto que me hacéis correr

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La entidad mayor prefirió mantenerse callada, pues no pretendía hacer ruido alguno. Sus intenciones eran pasar desapercibida; que ni los mismísimos Caballeros de Neg pudiesen reconocerla.

─¡¿No me habéis escuchado?!, al menos quiero saber adónde me lleváis.

La muda prosiguió sin pronunciar ninguna palabra. Abrazó a la pequeña de manera súbita; se aferró a ella como si fuesen un mismo cuerpo, luego se colocó detrás de una columna y esperó unos segundos.

─¿No me hablaréis?, ¿qué estáis haciendo? ─preguntó Irzel. Después se percató de una luz en el suelo, que provenía de otra antorcha portada por un Caballero; aunque ninguno de gran importancia. 

Entonces la pequeña comprendió «Nos oculta de todos. Se esconde hasta de las sombras».

Aquél Caballero se encontraba cumpliendo su ronda correspondiente, dicha labor incluía pasar por esos extensos pasillos una y otra vez. De esa manera, El Caballero terminó pasando frente a los ojos de la pequeña Irzel y la entidad mayor. 

Ninguna llamó la atención. Pero vaya que hasta aguantaban la respiración para evitar ser descubiertas.

La muda no soltó a Irzel. Ambas salieron del "escondite", pero entonces se percataron de los más de cinco Caballeros, que se esparcían como hormigas a lo largo de todo el pasillo; estratégicamente. 

─¿Se os ocurre algo para rebasarlos? ─interrogó la menor en voz baja.

La muda no tardó en soltar a la pequeña. Pero para tomar a la rudeza por los cuernos: colocó la antorcha a un lado, hizo una seña para que Irzel se quedara de espaldas, y después le cubrió la boca por unos segundos.

La pequeña sintió un fuerte e inesperado jalón por detrás, y eso le provocó un susto tremendo; por poco y grita en pleno pasillo. Cuando se dio la vuelta, notó un buen trozo de tela que ahora la muda tenía en sus manos.

La mano de la muda continuaba cubriéndole la boca a Irzel. Pero en los diminutos ojitos de la niña se podía ver unas gotitas de tristeza; saliendo una tras otra. «Era mi vestido favorito».

EL DESTINO DE LA CORONADonde viven las historias. Descúbrelo ahora