Capítulo 1

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Lauren Jauregui había llegado al altar, pero tenía un pequeño problema: le faltaba la novia. Las velas seguían apagadas, su futuro indeciso por el repentino cambio de opinión de su prometida.

Lauren se arrancó la flor del ojal y la tiró al suelo antes de reconocer el solitario pasillo de la iglesia.

-Parece que no me quiere -murmuró.

Samuel Campbell, su socio y mejor amigo, esperaba apoyado en la puerta.

-No tenías por qué haber pasado este mal trago.

Aunque había sido incómodo soportar las caras de compasión de sus amigos y familiares, Lauren no podía marcharse sin dar explicaciones.

-Era mi boda y mi responsabilidad.

-¿Sabes por qué no ha parecido Stephanie?

Lauren metió el dedo en el cuello de la camisa, que durante la última hora le había parecido una soga.

-Porque le dije que no pensaba dirigir la empresa de mi padre.

Samuel lanzó un silbido.

-Para Stephanie la posición social es lo más importante.

Lauren frunció el ceño, preguntándose cuándo se había dado cuenta Samuel de algo que ella había descubierto recientemente.

-Pero para mí no. Anoche cuando se lo dije, me dio un ultimátum.

-Entonces, ¿sabías que no iba a venir?

-Ya conoces a Stephanie. Cambia de opinión constantemente -contestó Lauren, pasándose la mano por el pelo-. ¿Crees que estaría aquí si hubiera pensado que no iba a presentarse?
-¿Y qué vas a hacer?

-Nada -se encogió Lauren de hombros. Se preguntaba por qué no había visto antes los diferentes que eran Stephanie y ella-. Se ha terminado.

-¿Estás segura? -preguntó Samuel.

Lauren no sentía pena por haber perdido a Stephanie, pero su orgullo había quedado mal parada.

-Sí, estoy segura.

Fuera lo que fuera lo que sentía por Stephanie, había muerto. Solo entonces Lauren pudo admitir que nunca la había amado. Y tampoco Stephanie la había amado a ella. De hecho, Lauren dudaba que el tan traído y llevado <<amor>> existiera.

Le daba igual que Stephanie la hubiera dejado plantada en el altar y estaba harta de hacer lo que todo el mundo esperaba que hiciese. Se había terminado. Desde aquel momento, haría lo que le viniera en gana. No necesitaba a nadie, ni quería a nadie.

Samuel hizo un gesto con la mano. -Los periodistas tienen a tu familia acorralada. Lauren no se sorprendió. Su padre era uno de los empresarios más importantes de Dallas y su madre solía aparecer en las páginas de sociedad.

-No te preocupes. Ellos sabrán cómo salir del atolladero. Como siempre, las cámaras habían elegido a sus padres antes que ella.

-Sal por la parte de atrás. Yo te esperaré en la camioneta -sonrió Samuel-. Venga, te invito a una cerveza. A lo mejor tenemos suerte y encontramos un par de gemelas.

Lauren negó con la cabeza.

-No quiero saber nada de mujeres.

-Ya veremos lo que aguantas.

-En serio, no tengo interés. Todas las mujeres son iguales, altas, bajitas, morenas o rubias -dijo Lauren-. Da igual. No dan más que problemas.

Samuel miró a su amiga con una sonrisa comprensiva.

Cosas del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora