Capítulo 4

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Lauren aparcó frente a su casa y se llamó cien veces idiota mientras iba a abrir la puerta para ayudar a Camila. No debía haberla llevado a su casa, pero ¿qué otra cosa podía hacer?

Le molestaba querer cuidar de ella, protegerla. Y le molestaba aún más que ella dijera no necesitar a nadie.

-No sé si esta es buen idea. En realidad, no nos conocemos...

-Vamos, Camila. Ya hemos hablado de esto -la interrumpió ella-. Es lo único que podemos hacer.

-Lo sé. Pero es que...

-Si prefieres ir a otro sitio, puedo llevarte.

Ella se quedó pensando un momento y después negó con la cabeza.

-Solo llevo aquí un año y no conozco a mucha gente. Esta Paula, una amiga de Diego, pero no recuerdo su apellido y tampoco sé su número de teléfono.

-Entonces, tendrás que quedarte aquí hasta que encuentres algo mejor -dijo Lauren, ayudándola a bajar de la camioneta y sacando la sillita de Alexa.

Su collie, Sheep, salió ladrando del granero para saludarla y empezó a dar vueltas a su alrededor, oliendo la manita de Alexa. Sobresaltada, la niña empezó a llorar y sus gritos excitaron más aún a Sheep, que empezó a ladrar como un loco.

-Calla, Sheep -ordenó Lauren.

La puerta se abrió en ese momento y su inquisitiva ama de llaves salió al porche. Lauren entró con Camila y le dió la sillita a Gertrude.

-La niña se llama Alexa y ella es Camila -le dijo, a modo de saludo.

-Tiene tres días -dijo Camila, acariciando la cabeza de su hija-. Lauren me ayudó a traerla al mundo.

Gertrude se llevó la mano al corazón.

-Por Dios, Lauren, ¿por qué no me lo habías dicho?

-No es para tanto -contestó ella, quitándose el sombrero.

Gertrude se volvió hacia Camila, sacudiendo la cabeza.

-Esta chica siempre está ayudando a alguien. La semana pasada...

-¿Te importa hacer la cama en la habitación de invitados? -la interrumpió Lauren, intentado evitar a que Gertrude, que era casi una madre para ella, empezase a enumerar sus supuestas virtudes.

-Siéntate, Camila -dijo la mujer, dejando la sillita de Alexa sobre la mesa-. Estoy deseando contárselo a mis amigas. Sobre todo a Vanessa, con la que juego al bingo. Cuando le diga que Lauren ayudó a traer al mundo a está niña se le van a salir los ojos de las órbitas -añadió, sonriendo. Lauren lanzó sobre ella una mirada de reprobación y la mujer se dirigió a la puerta-. Bueno, ya me voy. Arreglaré la habitación en un minuto.

-Parece que Gertrude tiene muy buena opinión sobre ti.

Ella sacudió la cabeza.

-Sí, nunca ve mis defectos.

-La verdad es que te estás portando muy bien conmigo. Dejar que me quede en tu casa, sin conocerme...

Lauren se acercó al fregadero para lavarse las manos, preguntándose por qué había llevado a Camila a su casa... y temiendo conocer la respuesta.

-Necesitabas una habitación.

-Te lo agradezco mucho. Solo me quedaré hasta que encuentre algo
No era una situación ideal. Lo último que Lauren quería era tener una mujer en su casa, y menos una mujer tan sola y necesitada como ella, pero no había tenido otra opción.

-No pasa nada porque te quedes aquí durante un tiempo -insistió Lauren, incómoda. La niña seguía llorando y sus gritos empezaban a desesperarla-.

¿Qué le pasa?

Cosas del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora