Capítulo 5

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Si no se volvía loca, sería un milagro. Lauren le había explicado al detalle lo que debía hacer, Camila había escuchado atentamente sus explicaciones... y después había hecho lo que le daba la gana. Y para empeorar las cosas, Samuel no se despegaba de ella.

Lauren estaba buscando unas vendas, pero no estaba en el cajón donde solía guardarlas y pensando que Samuel quizá las había cambiado de sitio, entró en la oficina.

-Samuel, ¿has visto...? -empezó a decir, pero se le atragantaron las palabras. Samuel estaba pegado a Camila, los dos mirando la pared-. ¿Qué hacen?

-¿Está recta?

-¿Qué?

-Sujétala -suspiró Camila, echándose hacia atrás para mirar la fotografía de un caballo que Lauren había tratado el año anterior y que poco después había ganado una de las carreras más importantes del estado-. Un poco a la izquierda, Samuel. No, no tanto. Así, eso es -le indicó. Camila se volvió entonces hacia Lauren con una sonrisa-. ¿Qué te parece?

No le parecía nada. No podía pensar con aquellos ojos marrones mirándola directamente.

-Se supone que debes estar descansando.

-Estoy colgando unas fotografías. ¿Te gustan?

-¿Por qué no estás echándote la siesta?

-No te enfadarás porque esté poniendo un par de clavos, ¿Verdad?

-No quiero que te canses -insistió Lauren, observando sus ojeras-. ¿Has dormido bien?

Camila intentó disimular un bostezo.

-Regular. Alexandra estaba inquieta.

-¿Y por qué no me despertaste?

-Solo quería estar en brazos. No iba a despertarte para eso.

Samuel dejó la fotografía sobre la mesa.

-A mí se me dan muy bien los niños. Lauren miró a su socio con ojos asesinos.

-No va a llamarte a ti cuando yo estoy al otro lado del pasillo -le dijo, irritada-. Y tú, vete a dormir -añadió, cuando Camila no pudo disimular un segundo bostezo. Ella tomó un cuaderno y empezó a anotar algo-. ¿Qué haces?

-Apunto las horas que trabajo.

-¿Por qué?

-Para saber lo que he trabajado y cuánto te debo.

Lauren casi se atragantó.

-¿Qué?

-No puedo aceptar caridad...

-¿Caridad? Estoy intentando ayudarte. Eso no es caridad.

-No puedo dejar que me pagues cuando estoy durmiendo en tu casa y comiendo tu comida. He pensado pagarte cien dólares a la semana y como no tengo dinero, te pagó con mi trabajo.

-De eso nada.

Camila suspiró.

-Sabía que no lo entenderías.

-¿Es que no te das cuenta de que solo estoy intentando ayudarte?

-Lo sé y te lo agradezco mucho, pero deja que me quede en tu casa no te da derecho a controlar mi vida.

-No estoy controlando tu vida.

-Ya.

Camila se dio la vuelta dejando una Lauren hipnotizada por el movimiento de sus caderas.

-No pienso dejar que anotes las horas que trabajas -insistió. Ella ni siquiera se molestó en mirar por encima del hombro-. Lo digo en serio, Camila.

-Ya veremos.

Cosas del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora