Si no se volvía loca, sería un milagro. Lauren le había explicado al detalle lo que debía hacer, Camila había escuchado atentamente sus explicaciones... y después había hecho lo que le daba la gana. Y para empeorar las cosas, Samuel no se despegaba de ella.
Lauren estaba buscando unas vendas, pero no estaba en el cajón donde solía guardarlas y pensando que Samuel quizá las había cambiado de sitio, entró en la oficina.
-Samuel, ¿has visto...? -empezó a decir, pero se le atragantaron las palabras. Samuel estaba pegado a Camila, los dos mirando la pared-. ¿Qué hacen?
-¿Está recta?
-¿Qué?
-Sujétala -suspiró Camila, echándose hacia atrás para mirar la fotografía de un caballo que Lauren había tratado el año anterior y que poco después había ganado una de las carreras más importantes del estado-. Un poco a la izquierda, Samuel. No, no tanto. Así, eso es -le indicó. Camila se volvió entonces hacia Lauren con una sonrisa-. ¿Qué te parece?
No le parecía nada. No podía pensar con aquellos ojos marrones mirándola directamente.
-Se supone que debes estar descansando.
-Estoy colgando unas fotografías. ¿Te gustan?
-¿Por qué no estás echándote la siesta?
-No te enfadarás porque esté poniendo un par de clavos, ¿Verdad?
-No quiero que te canses -insistió Lauren, observando sus ojeras-. ¿Has dormido bien?
Camila intentó disimular un bostezo.
-Regular. Alexandra estaba inquieta.
-¿Y por qué no me despertaste?
-Solo quería estar en brazos. No iba a despertarte para eso.
Samuel dejó la fotografía sobre la mesa.
-A mí se me dan muy bien los niños. Lauren miró a su socio con ojos asesinos.
-No va a llamarte a ti cuando yo estoy al otro lado del pasillo -le dijo, irritada-. Y tú, vete a dormir -añadió, cuando Camila no pudo disimular un segundo bostezo. Ella tomó un cuaderno y empezó a anotar algo-. ¿Qué haces?
-Apunto las horas que trabajo.
-¿Por qué?
-Para saber lo que he trabajado y cuánto te debo.
Lauren casi se atragantó.
-¿Qué?
-No puedo aceptar caridad...
-¿Caridad? Estoy intentando ayudarte. Eso no es caridad.
-No puedo dejar que me pagues cuando estoy durmiendo en tu casa y comiendo tu comida. He pensado pagarte cien dólares a la semana y como no tengo dinero, te pagó con mi trabajo.
-De eso nada.
Camila suspiró.
-Sabía que no lo entenderías.
-¿Es que no te das cuenta de que solo estoy intentando ayudarte?
-Lo sé y te lo agradezco mucho, pero deja que me quede en tu casa no te da derecho a controlar mi vida.
-No estoy controlando tu vida.
-Ya.
Camila se dio la vuelta dejando una Lauren hipnotizada por el movimiento de sus caderas.
-No pienso dejar que anotes las horas que trabajas -insistió. Ella ni siquiera se molestó en mirar por encima del hombro-. Lo digo en serio, Camila.
-Ya veremos.
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Cosas del corazón
RomanceEn su coche, a punto de dar a luz, Camila Cabello estaba desesperada... hasta que apareció Lauren Jauregui. Como una visión, la mujer vestida de esmoquin consiguió tranquilizarla y Camila le confió lo más preciado de su vida... Cuando Lauren le ofre...