Capítulo 3

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Lauren llevaba tres horas paseando frente a la unidad de aislamiento del hospital, esperando que alguien le diera noticias de Alexa.

Debería ir a comprobar si Camila seguía durmiendo, pero no quería verla hasta que tuviera noticias de la niña. Además, debía contener unos sentimientos que... no tenían nada que ver con protegerla y proteger a la niña.

-Necesitamos su firma, doctora Jauregui -le dijo una enfermera con unos papeles en la mano.

-¿Qué tengo que firmar?

-El compromiso de pago por los servicios del hospital.

-Quien tiene que firmar eso es Camila.

La puerta de la unidad de aislamiento se abrió entonces y un médico salió de la sala.

-¿Doctora Jauregui? -preguntó, quitándose la mascarilla.

-Sí.

-Su firma, por favor -insistió la enfermera.

Lauren firmó a toda prisa y la mujer desapareció por el pasillo.

-Me han dicho que ha atendido el parto en un coche -dijo el médico, ofreciendo su mano.

-Así es. ¿Cómo está Alexa?

-Bien. Ha traído usted al mundo una luchadora.

Un sentimiento de orgullo llenó a Lauren entonces.

-¿Qué ha pasado?

-La niña ha aspirado líquido amniótico y tiene ciertas dificultades para respirar. Tendremos que observarla durante un par de horas, pero si todo va bien podrán irse a casa mañana por la tarde.

Lauren se sintió aliviada, pero las dudas la estaban matando.

-¿Ha sido culpa mía?

-No -contestó el médico, dándole un golpecito en el hombro-. Lo ha hecho muy bien. Son cosas que pasan.

-¿La niña tendrá algún problema posterior a causa de esto?

-Es difícil saberlo. Yo creo que no es nada grave, pero tendrán que vigilarla.

-Gracias.

Lauren escuchó voces en el pasillo cuando se dirigía a la habitación de Camila. Ella se había levantado de la cama y se dirigía a la unidad de aislamiento arrastrando la botella de suero mientras la enfermera intentaba detenerla.

-Tiene que volver a la habitación, señora Cabello.

Cuando Camila vio a Lauren, se echó en sus brazos, con los ojos llenos de lágrimas.

-Cálmate, todo va bien.

Lauren hubiera deseado no sentir el frágil cuerpo de aquella mujer apretado con el suyo, pero no podía apartarse.

-¿Puede hablar con ella? -preguntó la enfermera-. Sigue sedada y no puede andar por los pasillos. Sé que es duro esperar, pero en cuanto sepamos algo sobre la niña se lo diremos.

-yo la llevaré a la habitación -dijo Lauren.

-Suéltame -dijo Camila entonces, apartándose con una energía que la sorprendió-. No pienso volver a la cama hasta que alguien me diga que le pasa a mi hija.

Lauren tuvo que sujetarla, intentando no mirar lo que la bata abierta en la espalda dejaba al descubierto.

-Camila, cálmate. Acabo de hablar con el médico. -¿Cómo está Alexandra? -preguntó ella, angustiada.

-Está bien. Vamos a la habitación y te lo contaré todo.

Ella se dejó caer en sus brazos y Lauren le dio unos golpecitos torpes en la espalda, sin sabe qué hacer.

Cosas del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora