Epílogo

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Lauren Y Camila estaban en el salón de celebraciones de la iglesia metodista. Gertrude estaba partiendo la tarta mientras los padres de Lauren aceptaban otra ronda de felicitaciones por el bautizo de su nieta y Michael no pudo disimular su orgullo cuando alguien mencionó que la niña se parecía a ella.

-Dame a mi niña. Cada día pesa más -sonrió Lauren, tomando a Alexa, preciosa con aquel lazo blanco en el pelo.

-¿No crees que un caballo es un regalo extraño para una niña? -sonrió Camila-. Cuando dijiste que ibas a regalarle un caballo, pensé que te referías a uno de madera.

Lauren la miró, aparentando indignación.

-Mi hija no va a montar en un caballo de madera cuando puede hacerlo en uno de verdad.

-Lauren, es una niña de seis meses.

-Yo montaré con ella hasta que pueda poner los pies en los estribos.

Camila no pudo evitar una sonrisa.

-Y tus padres son peores que tú. Alexandra es la única niña de seis meses que tiene una cartera de acciones.

-Sí, es verdad. Me temo que nuestra hija va a necesitar una alcancía muy grande.

Camila acarició el vestidito de Alexandra.

-Lauren, no quiero que crezca pensando que el dinero es lo más importante.

-No lo hará, te lo prometo -sonrió su esposa.

-Ah, por cierto, tus padres nos han invitado a cenar el sábado. No sé qué ministro va a venir a comprar un caballo y tu madre dice que necesita tus consejos.

Lauren miró a sus padres, sin poder disimular la alegría.

-¿En serio?

-Espero que te des cuenta de que lo están intentando de verdad.

-Lo sé. Los he visto más durante los últimos meses que en toda mi vida. Cuando sugeriste que hablase con ellos no creí que sirviera de nada, pero estaba equivocada.

-El mérito es tuyo.

-Sin ti, nunca habría hecho ese esfuerzo, Camila. Mis padres nunca serán unos abuelos tradicionales de los que hacen calceta para sus nietos, pero Alexa tendrá viajes a París y cenas con ministros -sonrió Lauren, besando la carita de su hija-. Aprenderá muchas cosas.

Samuel apareció tras ellos entonces, reclamando a la niña. Camila tuvo que sonreír. Sabía que solo era una trampa para llamar la atención de las mujeres, aunque Samuel no necesitaba trampas para romper corazones.

Lauren la llevó a una esquina del salón y le dio una cajita de terciopelo.

-¿Qué es esto?

-Intenté recuperar tus cosas... lo que ese idiota del señor Miller vendió.

Los ojos de Camila se llenaron de lágrimas.

-Lauren, no tenías que hacerlo.

-Sí tenía que hacerlo. Ojalá hubiera tenido más suerte. Me temo que esto es lo único que he encontrado.

Camila se echó en los brazos de su esposa.

-Ya no importa. Tú eres todo lo que necesito. Tú y Alexandra son mi futuro.

Lauren señaló la cajita.

-Ábrela -dijo, sonriendo. Camila la abrió con manos temblorosas. En cuanto reconoció el broche de su abuela con la fotografía de su madre se echó a llorar-.

Ahora entiendo lo que tu padre quería decir.

-¿Qué? -exclamó Camila, incrédula.

-Tú has conseguido que recuperara a mis padres y es justo que yo haga lo mismo
por ti.

Cosas del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora