Segundo desplomo

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—¿Estás bien?

Miré a aquella persona. La persona que me habló fue Kageyama, no entendí nada ni por qué pero caí. Caí de rodillas ante el increíble dolor que sentía en el pecho.

—¡Oye!—exclamó tomando mi brazo—¿En serio estás bien?

Llevé mi otro brazo a mi rostro secando las lágrimas que resbalaban por mi cara.

—Ya estoy mejor. No te preocupes mucho Kageyama.

—¿Lo dejarás así?

—Hinata—dijeron algunos.

—Dime, ¿lo dejarás así?—volvió a preguntar.

—¿¡Qué más quieres que haga!? Ella ya se fue, no la puedo alcanzar aunque quisiera. Si la llamo ni siquiera se molestará en contestar, incluso podría colgarme.

—Déjale un mensaje, háblale hasta que te responda... no sé ¡Haz algo!

—Shoyou, no sirve de nada. Ella lo dijo... Nanami ya dijo que no soy su amiga—sobé mi brazo izquierdo desviando la mirada.

—P-pero—Shoyou calló cuando lo detuvo Kageyama.

—Mira la hora, ya es hora de que me vaya—tomé mis cosas, me alejé de ellos y sonreí falsamente al despedirme.

El tren cerró sus puertas y partió. Me senté en un lugar cercano, saqué aquellas dos cajas envueltas en papel, la amarilla era de la familia de Tsukki. Abrí aquella caja y abrí los ojos de gran manera al notar su interior. Eran fotos que tomaron durante mi corta estadía en su casa, aunque habían otras que fueron tomadas por Yachi-san, Shoyou y... y Nanami. Éstas formaban un corazón enorme que me complicó sacar y meter de nuevo.

En la otra caja, de colores más variados, se hallaban los nombres de Oikawa e Iwaizumi. Abrí la caja y vi aquellas rodilleras con cariño... son las primeras que me regalan de un color turquesa, de su color... el color de su escuela.

Las guardé de nuevo y revisé la hora en mi celular. Tenía 23 llamadas perdidas de Shoyou. No contesté ninguna porque sabría sus palabras.

Apagué el celular y dormí un poco, el viaje era algo largo.



—Entonces no pudieron reconciliarse. Es triste—indicó Nishinoya con notable tristeza.

—A veces sucede eso—explicó Sugawara—Si ellas reconocen sus errores podrán empezar de nuevo.

—¿Y si ellas no vuelven a hablarse?—cuestionó la rubia de primer año con nerviosismo.

—Yo lo haré.

Hinata Shoyou desprendía determinación en sus ojos, sus manos posicionadas en su cintura lo hacían lucir como un rey demandante.

—¿Está bien entrometerse?—preguntó el pecoso de Yamaguchi.

—Somos sus amigos. Es suficiente razón—dijo por último el pelinaranja para dirigirse nuevamente a su entrenamiento en el gimnasio de la escuela.

—Tengo que estar de acuerdo con él—habló el setter de primer año—Cuando se quedó conmigo lloró mucho diciendo que Nanami-san era lo único que quería conservar para siempre.

—Bueno, no podemos hacer nada por ahora. Solo apoyemos a ambas desde lo lejos—declaró el capitán avanzando hacia la salida.

—Sí—gritaron los demás siguiendo a su capitán.



—Hola—hablé desanimada.

—¿Acabas de despertar?—rió Bokuto-san llevando una de mis maletas.

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