Se lo debo

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Jueves 25 de Junio del 2015

No me paré de la cama hasta pasado el mediodía. No tenía ganas de nada, no quería que ese día comenzara, deseaba que terminara de una vez, ¿Por qué no podía permanecer dormida esas veinticuatro horas?

Ya sabía lo que me esperaba y simplemente estaba retrasando aquel sentimiento, sin embargo, seguía siendo una simple mortal con necesidades… tuve que levantarme cuando sentí que la vejiga me explotaría si no iba al baño, y también porque el movimiento en mi estómago me hacía pensar que si no me alimentaba en ese instante, mis “tripas” terminarían comiéndose una a la otra.

No encendí el televisor, tampoco la computadora ni ningún aparato electrónico en el que tuviera acceso a internet; me limité a guardarle luto a Michael de una manera diferente a la que lo había hecho los años anteriores, y es que simplemente no podía ser igual porque yo no era igual, nada lo era.

A veces me preguntaba cómo era posible que yo siguiera soportando tanto dolor, y es que esto me dolía muchísimo más que cualquier otra cosa que me hubiera sucedido en el pasado. Recordaba mi primer desengaño amoroso, me acordaba bien de que había “sufrido” mucho, pero no, eso no había sido nada comparado con lo que ahora experimentaba. Extrañar a Michael de esa manera no era sano en ningún sentido, pero de cierta forma ese sentimiento era lo único que me podía asegurar que lo que había pasado entre nosotros había sido real, que no me lo había inventado, que mi cabeza no me estaba jugando bromas, que no estaba loca, que todo de verdad había sucedido.

Y es que no solo había tenido que dejarlo en uno de los momentos más críticos de su vida, también estaba el hecho de que en mi presente él estaba… muerto, por más que yo me negara a aceptarlo. No estaba aquí y yo no podía aceptar eso. Lo necesitaba y me daría igual si él y yo no pudiéramos vernos, yo solo quería saber que en mi mundo él seguía vivo y estaba bien. Tal vez sonaba dramático, exagerado, loco o ridículo por el hecho de que había vivido cinco años sabiendo que él ya no estaba aquí, pero todo había cambiado hacía once meses, cuando lo conocí como Michael, no como el “Rey del Pop”.

Había sido difícil cuando me enteré que había muerto, por supuesto que sí, había sido triste, le había llorado mucho… pero nadie jamás podría comprender lo muy doloroso que me resultaba haber tenido que decirle adiós dos veces; la primera ese 25 de Junio de 2009, la segunda el 11 de Noviembre de 1993.

No podía sacar de mi cabeza la última imagen suya que tuve. Me había subido al elevador mientras él me observaba desde fuera, tenía los ojos nublados por las lágrimas y yo tenía la sensación de que aunque no lo expresara con palabras, ese par de ojos marrón me suplicaba que me bajara y no lo dejara, pero yo no había podido hacerlo aunque mi corazón me rogaba que me quedara. Y es que había estado asustada de muchas cosas; me aterrorizaba no volver a ver a mi familia, y me sentía culpable de estarlos haciendo pasar un mal rato, porque aunque yo no tuviera la certeza de nada, siempre había estado segura de que para mis padres, no saber dónde me encontraba estaba siendo la peor experiencia de sus vidas. Por otro lado, tenía miedo de cambiar el destino de Michael aunque al mismo tiempo era una de las cosas que más quería hacer,  sin embargo, era consciente de que cualquier movimiento que yo hiciera podría cambiar el rumbo de todo, y yo no estaba dispuesta a sacrificar la felicidad que Prince, Paris y Blanket significaban para él, solo para tener la mía.

Mentiría si dijera que jamás me pasó por la cabeza el hecho de quedarme con Michael y convertirme yo en la madre de sus hijos… y aunque claro que me hubiera gustado, jamás en la vida y por ninguna razón hubiera aceptado el hecho de remplazar a esos tres niños… ellos eran su destino, no yo.

Ese día le había colocado una vela a Michael en uno de los rincones de mi habitación. No había puesto ninguna fotografía, pero estaba segura de que él sabría que era suya.

El pasado es historia [Michael Jackson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora