El reencuentro: parte II

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El reencuentro: parte II

Y entonces, mirando entre la multitud, encontré lo que buscaba y el alma pareció volverme al cuerpo.

Sus ojos rasgados y oscuros se encontraron con los míos por primera vez luego de tanto tiempo, y el corazón se me aceleró al instante. Olvidé de pronto todo lo que había estado diciendo y tuve que tomarme unos segundos para poder hablar otra vez. Ella estaba ahí, y yo volvía a sentirme seguro.

Reí tontamente en cuanto me sonrió de aquella manera que había extrañado tanto, y tuve que hacer un esfuerzo enorme por concentrarme y seguir con lo que había comenzado.

Sentí de pronto la enorme necesidad de bajar por ella y rodearla con mis brazos, sin embargo, sabía que no era la mejor idea.

La gente gritaba emocionada y traté de enfocarme en ellos por más complicado que me pareciera despegar los ojos de Helena.

Verla ahí me parecía un sueño, uno del que no quería ser despertado nunca.

Era la primera vez que viajaba a Monterrey; el calor era intenso, tal como Helena lo había descrito tantas veces, y estaba rodeado por enormes montañas que me habían dejado boquiabierto apenas al asomar la nariz por la ventana del avión. La gente era cálida, como todos los mexicanos que había conocido, incluida ella.

Me gustaba, y ahora entendía bien la razón por la que ella estaba enamorada de su ciudad natal.

Siendo sincero, nada había pintado como lo había planeado, incluso llegué a pensar lo peor al aterrizar y no encontrarme con su rostro en el aeropuerto, y es que me había encargado de ser lo menos discreto posible, única y exclusivamente porque quería que ella tuviera la facilidad de enterarse de todos y cada uno de mis movimientos y fuera hacia mi, me daba igual que el resto de las personas se enteraran también. Me había preocupado y comenzaba a sentirme decepcionado, cosa que ahora, al verla ahí, me parecía una completa estupidez. No podía creer que hubiese dudado de que ella vendría.

La develación de la figura de cera fue bastante rápida, tanto que decidí tomarme unos minutos para saludar a algunos de mis fanáticos, pues no quería que se fueran así, tan de prisa, sin antes haber podido intercambiar algunas palabras con ellos.

Fueron tal vez treinta o cuarenta personas con las que tuve oportunidad de charlar y tomarme fotografías, hasta que el equipo de seguridad del museo me llevó dentro de éste para seguir con la gala que habían preparado en mi honor.

No tenía demasiadas ganas de estar en una fiesta, pues solo podía pensar en escabullirme de ahí y buscarla a ella. La necesitaba, lo demás pasaba a segundo término.

Miré por los cristales transparentes que funcionaban como puertas, intentando desesperadamente encontrar a Helena por algún sitio, todo sin mucho éxito.

Apenas y había tenido tiempo de posar mis pies dentro del edificio, cuando la directora del museo se acercó con una enorme sonrisa en el rostro.

-       Señor Jackson – murmuró – ha sido un honor el tenerlo con nosotros hoy, estamos muy agradecidos por todo, de verdad, no tiene idea – continuó en un perfecto inglés, con un acento bastante similar al de Helena, cosa que me hizo sonreír.

-       No tiene que hacerlo, el honor ha... – fruncí el ceño, imposibilitado de continuar hablando –...ha sido todo mío – me obligué a finalizar.

No tenía idea de cómo, pero Helena había aparecido justo detrás de aquella mujer, tomada de la mano de un hombre joven, rubio y de cabellos alborotados.

La mandíbula se me tensó de inmediato.

-       ¿Podría disculparme? Hay algo que necesito hacer – intenté sonar lo más educado posible, no quería solo irme y dejarla con la palabra en la boca.

El pasado es historia [Michael Jackson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora