III

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EL TURNO DE LA HUMANIDAD

EL TURNO DE LA HUMANIDAD

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— ¡Maldición!

No hubo una segunda oportunidad de matarlo.

El cuerpo de Reinner convulsionó en el suelo durante varios segundos, hasta que después un resplandor conocido envolvió su musculatura. Se transformaría en el titán acorazado. Algunos soldados se echaron hacia atrás, horrorizados por la escena que acababan de presenciar. Schneider no les culpaba, era su primera vez observando algo como eso.

Su escuadrón fue otro caso, todos dieron un paso al frente desvainando sus espadas contra el enemigo, como águilas asechando a su presa. No demoraron en posarse a los lados de su capitana, firmes y decididos, como si estuviesen comentándole con el gesto que no dejarían que algo le sucediese.

Para ese momento, todos estaban esperando órdenes por parte del comandante Smith. Incluso ella, que inconscientemente había apresado las espadas entre sus manos con ímpeto. Aunque lo más probable era que el hombre a su lado, Erwin Smith, ni siquiera la dejase abalanzarse contra el titán por un impulso.

No actuaría hasta que él le diera autorización de hacerlo, ella era su estrategia final.

— ¡Manténganse firmes y alertas! —exclamó Erwin, con valentía—. ¡Busquen a los demás!

Su potente voz desapareció tras la secuencia de varias explosiones en su retaguardia. Theresa reaccionó primero, girándose sobre sus talones para presenciar con horror la fila de titanes ante ellos. El titán bestia estaba sosteniendo una roca gigante entre sus manos, dispuesto a impactarla contra los soldados.

— ¡Se acerca una roca! ¡Al suelo! —gritó.

Lejos de querer aniquilar la tropa, dicho objeto impactó contra la entrada a Shiganshina. El verdadero propósito de aquel gigante era separar a los hombres de los caballos e impedir que estos pudiesen escapar.

Los habían rodeado en tan solo cinco minutos. Theresa tardó menos de un minuto en idear un plan que pudiera sacarlos de ese aprieto; a su criterio, el mejor escuadrón de todos debía ocuparse del titán acorazado, mientras que el resto protegería a los reclutas y caballos. Sencillo y práctico.

— Vamos a morir. —murmuró Layla.

Theresa no había notado a la muchacha temblar a su lado hasta ese instante; Layla lucía indefensa y asustada, buscando protección de las cuchillas en sus manos. ¿Qué pasaba por su mente cuando permitió a Layla asistir a la expedición? Sus hombres intentaban mantenerse serenos para no preocuparla, pero ella sabía de sobra que se hallaban atemorizados ante la idea de enfrentarse a los titanes. El entrenamiento recibido años atrás no se comparaba en lo absoluto con la verdadera batalla.

Pronto un nuevo estruendo la sacó de sus pensamientos, el acorazado estaba escalando la muralla en búsqueda de Eren. Los titanes de dos y tres metros se apresuraban hacia los caballos, decididos a asesinar cualquier cosa viviente en el camino. La falta de órdenes por parte del comandante comenzaba a causar revuelo entre los soldados, quiénes intentaban calmar el ritmo acelerado de sus respiraciones. Reinner estaba a punto de llegar a la cima.

LIBERTAD | Erwin SmithDonde viven las historias. Descúbrelo ahora