LIBERTAD | Erwin Smith

V

EL ÚLTIMO SENTIR

No parecía haber esperanza para la humanidad, lo confirmó cuando los dos soldados reaparecieron con los rostros sumidos en depresión. Comprendió que lo que vendría no le agradaría en lo absoluto, un nudo terminó de formarse en la garganta y sintió ganas inmensas de vomitar; debía resistir, su obligación era mantenerse fuerte hasta el último momento aunque quisiese lloriquear también.

En aquel momento entendió que su amado moriría.

Todos iban a morir de todas formas, hiciesen lo que hiciesen. Floch Forster tenía razón.

Erwin tenía miedo. A pesar de estar manifestando esa sensación de seguridad a sus soldados, confesándoles que todos sucumbirían de todas formas, la verdad era que estaba temblando de aprensión por dentro. Poco le importaban sus sueños ahora, no eran más que peso muerto sobre sus hombros.

Porque la noche antes del retorno a Shiganshina, él presintió que no regresaría con vida.

Las respuestas que había buscado durante años se encontraban ante sus ojos. Comprendió que él no podía salvar a la humanidad liderando un ejército, pero podía entregar su corazón a los dos guerreros más fuertes que existían para asegurar el triunfo. Observar el rostro plasmado de horror de aquellos reclutas le partió por dentro, tantas vidas sacrificadas por un futuro que no podrían vivir.

Debía dar sentido a su muerte, asegurando la subsistencia de las personas más importantes en su vida. Renunciar a todo se le estaba dificultando más de lo que pretendió alguna vez. Tal vez era un buen día para declinar sus aspiraciones.

Con la esperanza plasmada en sus ojos observó por encima de su hombro, no tardó en encontrarse con la mujer que persistió a su lado todo ese tiempo; Theresa no se apartaría de él ni aunque tuviese que sacrificarse por ello, porque no existía día en que mirase sobre su hombro y su sombra no se hallase en su lugar. Entendió que la capitana le sería devota incluso muerto.

La amaba tanto que daría su vida por ella.

— Cargaremos contra el titán bestia a caballo. —avisó—. Naturalmente, seremos una diana perfecta. Dispararemos bengalas de humo cuando vaya a lanzar una piedra para disminuir su presión cuánto podamos. Mientras que nosotros llamamos su atención, Theresa y Levi matarán al titán bestia. Ese es el plan.

Algo dentro de él terminó por hacerse añicos.

Levi se acercaría por el lado izquierdo de manera silenciosa, usando a los mástiles gigantes como pilares para cumplir con dicha tarea. Theresa debía arreglárselas para cabalgar por el lado derecho, empleando a los titanes como pilares, siguiendo el ataque sorpresa. Si la estrategia no fracasaba, llegarían hasta el titán bestia al unísono.

No tenía un mejor plan en mente que sucumbir junto a todos los cadetes, sirviendo como sacrificio a los dos soldados que se encargarían de destruir al titán bestia. ¿Cómo había llegado a esa medida tan extrema de entregar su propia vida? Muchas personas lo caracterizaban por idear estrategias inigualables en los momentos más tensos y difíciles, por conseguir la victoria sin verse envuelto entre sus propios planes; pero ya no le quedaba más que meditar, era el fin. La humanidad podría salvarse con ese ataque suicida, porque sus propias muertes darían sentido a ese nuevo futuro.