II

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POR EL BIEN DE LA HUMANIDAD

Los dos días pasaron en un abrir y cerrar de ojos, trayendo consigo el momento tan esperado

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Los dos días pasaron en un abrir y cerrar de ojos, trayendo consigo el momento tan esperado. Justo antes de la puesta del sol, el comandante Erwin y sus allegados, incluyendo a la capitana Theresa, se reunieron con los oficiales de alto mando para dar la despedida con las manos en el corazón.

La vista desde la muralla hacia el pueblo resultaba increíble, más para los soldados que nunca habían apreciado aquella tonalidad de colores de cerca. Theresa observó a los aldeanos con detenimiento, notando como todos se aglomeraban en un mismo sitio para verlos partir; y tal vez para analizar con sus propios ojos la unión de la Policía Militar con la Legión de Reconocimiento.

— ¡Ánimo, Hange-san! —gritó Fregel desde un tejado, con grandeza.

— ¡Recuperen la Muralla María!

— ¡El futuro de la humanidad depende de ustedes!

— ¡Capitán Levi, gracias por salvar la ciudad!

El Escuadrón Perla se mantuvo firme ante las alabanzas de los ciudadanos, flaqueando a su capitana, quién se encontraba de pie junto a los tres soldados más importantes: Hange Zoë, Erwin Smith y Levi Ackerman. Bufó, observándoles con pena.

— ¡Regresen todos sanos y salvos!

— ¡Pero recuperen nuestro territorio! —agregó otro hombre.

— Piden demasiado. —masculló Levi.

— Oyeron el escándalo de anoche. —mencionó Hange, observándoles—. Es común que muestren esa devoción hacia nosotros.

Uno de los hombres de la Policía Militar bufó, justo detrás de la líder de escuadrón.

— ¿Cuándo fue la última vez que alabaron así a la Legión de Reconocimiento? —preguntó un soldado a otro.

— Ni idea. —su camarada se encogió de hombros, sin apartar la vista de los aldeanos—. ¿Ha pasado alguna vez? Ni me he enterado de eso.

Theresa suspiró y observó al comandante de la legión con detenimiento, analizando cada una de sus facciones; estaban llenas de duda. Los ciudadanos continuaban bramando alabanzas a la legión que había prometido recuperar su territorio, ignorantes a los sueños que colocaban en manos de cada uno de los soldados presentes, tan solo rogando que volviesen con la victoria asegurada, sin importar el derramamiento de sangre en ninguno de ellos.

Fue el grito de guerra por parte de Erwin que la sacó de sus pensamientos, pero se sorprendió aún más cuando todos los civiles correspondieron a dicha hazaña con fuerza. Fue cuando entendió que todo ese tiempo el comandante había estado hablando en serio. Él estaba dispuesto a dar su vida por hacer realidad todos esos sueños ajenos, porque ese demonio quería convertirse en un ángel.

LIBERTAD | Erwin SmithDonde viven las historias. Descúbrelo ahora