VI

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LAS ALAS DE LA LIBERTAD

Gritos y lamentos, eso era lo único que podía escuchar conforme cabalgaba hacia el titán bestia

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Gritos y lamentos, eso era lo único que podía escuchar conforme cabalgaba hacia el titán bestia. En grandes cantidades los reclutas iban cayendo de los caballos debido al impacto de las rocas, sin vida. ¿Qué clase de comandante dirigía a sus subordinados a una muerte segura? Solo un maldito egoísta podía hacerlo, pero era la única manera en la que aseguraría un futuro para la humanidad.

Moriría allí y entregaría su sentido a los vivos, a Theresa y Libertá.

Una vida que no podría vivir pasó frente a sus ojos cuando el titán bestia se preparó para lanzar la nueva oleada de rocas, ¿tan miserable había sido para morir allí? Desistió a sus sueños y esperanzas, no le quedaba más que dirigir el ejército rumbo al abismo. Todos perecerían. Soldados comenzaban a perder sus fuerzas, él debía impedir aquello.

Su rostro reflejaba las emociones del momento, miedo y osadía mezclados. Los segundos parecían eternos, ¿el próximo impacto terminaría con su vida? Qué irónico que pensara en su familia antes de perecer. No vería a Libertá crecer ni escuchar sus primeras palabras, tampoco podría tomarlo de nuevo en brazos para arrullarlo y por consecuencia observar sus párpados cerrados al dormir. Nunca conocería del todo a su pequeño hijo.

No volvería a apreciar los grandes ojos oceánicos de Libertá.

¿Y Theresa? No merecía que una mujer como ella estuviese a su lado, porque ella era el ejemplo de perfección hecha persona. Palabras le faltarían para escribirle cartas y poemas, porque en realidad no existía ningún término para describirla. Además de ser su subordinada más fiel, también era su esposa y madre de su hijo. Hasta el momento no comprendía cómo ella se había fijado en alguien como él.

Ahora se encontraba allí, preparándose para dar su último aliento en la batalla y aparentando valentía a sus soldados, lucharía a capa y espada por asegurar un futuro próspero para Libertá. El titán bestia finalmente arrojó una lluvia de rocas contra el batallón, el final había llegado.

— ¡Avancen, mis soldados! ¡Griten, mis soldados! ¡Peleen, mis soldados! —exclamó.

Libertá y Theresa; disfruten el nuevo mundo que he creado para ustedes, pensó.

Cayó del caballo tras el golpe por parte de una de las rocas, perdiendo el aliento y muchas cosas más que se le pasaron por la cabeza. Por lo menos, su familia sobreviviría.

Agradeció haberla conocido diez años atrás.

Agradeció haberla conocido diez años atrás

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LIBERTAD | Erwin SmithDonde viven las historias. Descúbrelo ahora