El diecinueve de septiembre del año del Señor 1518 estaba llamado a ser uno de los días más importantes de la Corona de Helike, pues marcaría su destino para siempre.
Era el día en el que la princesa Alba Minerva Martínez y Reche iba a desposarse por amor, un motivo muy poco frecuente entre la realeza en aquellos tiempos. Sin embargo, el amor que le había llevado a aceptar que fuera dada su mano era el que sentía hacia su pueblo y hacia su familia. Helike se hallaba sumida en la peor hambruna que se recordaba tras una prolongada sequía que había diezmado las cosechas. Esa tierra se había caracterizado hasta hacía poco más de un año por la bondad y la alegría de sus gentes, fiel reflejo del carácter que los reyes actuales habían ido transmitiendo desde que llegaron al trono. También habían sabido inculcar a sus dos hijas, Alba la mayor y Marina la más pequeña, humildad y empatía, pues eran firmes defensores de que ambas cosas constituían los dos pilares fundamentales de cualquier ser humano, mucho más allá del abolengo que pudiese tener. La princesa Alba era un poco más vergonzosa que su hermana, pero ello no le impedía tener siempre una sonrisa que brindar a cualquier persona que se cruzara en su camino. También era cierto que, una vez roto el hielo, disfrutaba de conversar con la gente, y cuanto más variopinta mejor, pues le aportaban puntos de vista diversos que le ayudaban a hacerse una idea más completa de cómo era el mundo en el que vivía. Tenía presente que su posición como futura heredera de la Corona le hacía diferente a los demás, pero no por ello se creía por encima del resto. Por ejemplo, su mejor amiga, además de su hermana la Infanta Marina, era Julia, una muchacha que trabajaba como sirvienta en el palacio. En el lado opuesto se hallaba su inminente esposo, Paul Granché, heredero del reino de Clounlandia, que le era más bien indiferente, pues solo lo había visto en una ocasión y ni tan siquiera habían conversado.
Clounlandia, situada mucho más al norte que Helike, no se había visto prácticamente afectada por la sequía y sus tierras seguían siendo fértiles y proporcionando alimento más que suficiente para sus habitantes. Así se lo había relatado el rey a su hija mayor al regresar de una visita por aquellos lares a la que había sido invitado.
La situación en Helike era verdaderamente angustiante. Las reservas de cereales se agotaban y el ganado no tenía pastos de los que alimentarse. Muchas personas, incluso niños, debilitados por la falta de alimentos habían sucumbido a las enfermedades. Su padre había tratado por todos los medios a su alcance mitigar el sufrimiento de sus súbditos. Había ordenado la construcción de un nuevo entramado de aljibes y acequias para aprovechar hasta la última gota de agua y las tierras se habían puesto a disposición de quien pudiera trabajarlas. Incluso se había desprendido de las pertenencias más valiosas de la Corona para conseguir alimentos que ofrecer a las gentes más apuradas por la precaria situación, pero nada había sido suficiente. También en Helike habían podido contar con la solidaridad del vecino reino de Bentian que, si bien estaba muy lejos de nadar en la abundancia puesto que la sequía también le había afectado, había aportado lo que estuvo en su mano.
Alba aprovechaba que la luna llena le permitía poder dar un paseo por los otrora exuberantes jardines adyacentes al palacio para redimirse del bochornoso calor que había padecido durante el día. Cuando ya llevaba unos minutos disfrutando de la sensación del aire fresco sobre su piel observó una figura solitaria que supo reconocer al instante sentada en un pequeño muro. Se acercó curiosa, pues era algo que acaecía con escasa frecuencia, y tomó asiento a su lado.
- Hace una noche preciosa, ¿verdad? – le preguntó.
- Sí, he salido a tomar el aire.
Alba, dada la difícil situación que estaban atravesando, ya estaba acostumbrada a ver a su padre con el semblante serio, pero su cara esa noche reflejaba un dolor más profundo, si es que eso era posible.
- Lo veo muy decaído, padre, ¿qué ocurre? – preguntó.
- Nada, cariño – respondió sin ser capaz de dirigir sus azules ojos hacia su hija.
Alba tomó su mano y consiguió con ello, además, atrapar su mirada.
- Padre, se lo ruego, dígame qué es lo que le tiene así.
El hombre tomó aire y, al tiempo que lo expulsaba por su boca, sus hombros se fueron abatiendo.
- En Clounlandia me ofrecieron un trato que terminaría con el hambre de nuestras gentes.
- ¡Esa es la mejor de las noticias! No alcanzo a entender su estado de ánimo entonces.
- Verás, hija...
El rey se desprendió de la mano de Alba para frotarse los ojos y mesarse la barba canosa que poblaba su rostro.
- Estarían dispuestos a compartir sus víveres con nuestro pueblo pero bajo unas condiciones.
- ¿Y cuáles son?
- ¿Recuerdas a su hijo Paul? Lo conociste hace un par de años en la coronación de Natalia.
- Sí, lo recuerdo pero, ¿qué tiene que ver el muchacho con todo esto?
- Su propuesta es que abdiquemos en vosotros y nuestros dos reinos se unan mediante vuestro enlace matrimonial.
- Pero Helike desaparecería como tal – replicó Alba.
- Lo sé, pero no es eso lo que me preocupa, hija. ¿De qué sirve tener un territorio si sus gentes no pueden subsistir en él?
En ese momento fue él quién tomó la mano de su hija.
- Tienes veinte años, a tu edad casi todos los gobernantes han buscado a los pretendientes de sus herederos, pero sabe Dios que yo jamás elegiría a un hombre para que tu hermana o tú pasarais el resto de vuestras vidas con él. Eso es tarea vuestra, quiero que seáis libres, y felices.
La joven se quedó durante unos segundos reflexionando sobre las palabras que acababa de oír.
- ¿Qué plazo tenemos para responder a la propuesta?
- Alba, no...
- Padre, usted mismo acaba de decirme que quiere que sea libre. Deme pues la oportunidad de decidir por mí misma – le interrumpió.
- ¿Serías feliz desposándote con un desconocido?
- Quizá con el tiempo, no lo sé, pero de lo que sí estoy completamente segura es de que lo sería pudiendo ver a nuestras gentes prosperar de nuevo.
Alba se levantó de su asiento dando por concluida la conversación y dejó un beso en la mejilla del hombre.
- Buenas noches, padre.
- Buenas noches, cariño.
Al día siguiente la princesa, con unas grandes ojeras fruto de haber estado toda la noche cavilando su decisión, le comunicó a su padre que estaba dispuesta a aceptar la propuesta, determinada a aliviar el sufrimiento de su pueblo por más caro que fuera el precio a pagar.
Y así fue cómo aquel diecinueve de septiembre Alba Minerva Martínez y Reche se encontraba en el palacio real de Clounlandia preparándose para sus nupcias,que se repetirían en Helike dos semanas después, lo que duraba el viaje entre ambos reinos, que a partir de aquel momento se fundirían en uno solo.
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P.D Beast Friends seguirá cuando me reconcilie con la inspiración.
Os animo a leer las historias de: ladlascanciones, LennaPo, Deepscars0, lmnvaar, x__kai, purplecandycat, maradramaqueen, manchadepintura, Ser_Mraz

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Regina in corde meo
FanfictionAlba Minerva Martínez y Reche, heredera de la Corona de Helike, está a punto de celebrar sus nupcias con el futuro rey de Clounlandia Paul Granché, pero una situación inesperada hace que su vida gire 180 grados. ¿El eje sobre el que lo hará? La rein...