La presencia de Alba interrumpió el beso entre los recién casados, dejándolo en apenas un roce de labios, y causó un gran alboroto entre los asistentes a la ceremonia. Al verla su hermana corrió también para abrazarse a ella, mientras su padre se arrodillaba para dar gracias a Dios por haber atendido a sus súplicas y su madre rompía a llorar aliviada por tener, al fin, a su hija de vuelta. Pasados los primeros segundos de euforia, la fugitiva dirigió su mirada hacia el hombre uniformado que se había mantenido frente al altar y quedó muy sorprendida al no reconocerlo. A continuación, posó su mirada en el hombre que había al lado de este, también uniformado pero con una vestimenta menos ostentosa, y allí sí vio a un rostro familiar.
Natalia salió también de su escondite tras la columna, pero antes siquiera de avanzar diez pasos varios guardias helikenses le habían rodeado y le apuntaban con sus armas. Al ver la situación Alba se deshizo del abrazo de su hermana y se dirigió hacia donde estaba su amada. Nadie podía culpar a los guardias por actuar de forma tan impropia frente a una persona tan apreciada en aquellas tierras, pues con el aspecto que tenía en aquel momento jamás hubieran sido capaces de reconocer a la reina de Bentian.
- Bajad las armas - ordenó con voz firme. - Viene conmigo.
Los guardias obedecieron y dieron un paso hacia atrás.
- ¿Quién es este joven? - preguntó el rey.
- Es...
- Soy Natanael, su majestad la reina Natalia me encargó que trajera personalmente de vuelta a la princesa Alba - interrumpió.
La morena no tenía aún claro qué estaba aconteciendo allí, por lo que prefirió mantener su verdadera identidad en secreto como precaución.
El rey le estrechó la mano con gran entusiasmo y la reina, fuera de todo protocolo, le acogió en su pecho con un efusivo abrazo.
- Será recompensado por ello con lo que desee, Natanael, y también tendrá nuestro eterno agradecimiento - afirmó el monarca.
- ¿Y usted quién es? - inquirió Alba al hombre del uniforme ricamente adornado.
- Santiago Lacunza de Bentian, el hermano de la reina Natalia.
La cara de la rubia reflejó su sorpresa.
- Le ruego que me excuse por no haberle reconocido, la última vez que nos vimos todavía era un muchacho.
- No se preocupe, apenas alternamos en la coronación de mi hermana y, además, me hago cargo de que soy de las últimas personas que esperaba encontrarse aquí.
- Julia, que preparen agua caliente para que Alba y Natanael puedan bañarse antes de la cena - pidió el rey a la doncella.
- ¿Le gusta la pintura, Santiago? - preguntó la reina.
- Sí - respondió no muy seguro de a dónde se dirigía aquella conversación.
- Acompáñeme entonces, deseo mostrarle un cuadro que corona el salón de banquetes. Transmite una fuerza y una pasión como pocos.
El joven buscó con la mirada a Marina, que le indicó con un gesto que era mejor resignarse y dejarse llevar. Mientras que el menor de los Lacunza se quedó en compañía de sus recientes suegros, Alba se fue con su hermana a sus aposentos y Miguel se ofreció a ir con Nat. En una alcoba adyacente a la de Santiago tenía preparada una gran tinaja para adecentarse.
En cuanto se quedaron a solas los dos amigos se fundieron en un abrazo.
- Me siento tan dichoso por poderme reunir de nuevo contigo - afirmó Miguel visiblemente emocionado.

ESTÁS LEYENDO
Regina in corde meo
FanfictionAlba Minerva Martínez y Reche, heredera de la Corona de Helike, está a punto de celebrar sus nupcias con el futuro rey de Clounlandia Paul Granché, pero una situación inesperada hace que su vida gire 180 grados. ¿El eje sobre el que lo hará? La rein...