3. La folie des grandeurs

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Natalia pensó que estaba preparada para el momento en que volviera a ver a Alba, pero no fue así en absoluto. En la recepción oficial, cuando anunciaron su nombre y entró en la sala, la vio al fondo y su corazón dio un vuelco y empezó a galoparle en el pecho. Alba estaba igual de, sino más, preciosa a cómo la recordaba, con su cabello rubio y la piel de porcelana.

Avanzó por el pasillo central y los futuros esposos le hicieron la reverencia por su mayor rango tal y como dictaba el protocolo entre la realeza. Al tenerla delante Natalia pudo comprobar que su amiga tenía una sonrisa en la boca, no así en los ojos, que además lucían unas tremendas ojeras que no había podido ocultar del todo. Tras la recepción de los cincuenta ilustres convidados, todos varones excepto la reina de Bentian, se dio inicio a la cena, abundante y lujosa. La princesa apenas probó bocado, tenía el estómago cerrado y la conciencia cargada con cuántas familias necesitadas de Helike podrían alimentarse con todo lo que allí había.

Natalia, por su parte, trataba de mostrarse cordial atendiendo a las conversaciones de los comensales que la rodeaban, aunque sin quitarle ojo a su amiga. Dada cuenta de las viandas un grupo de músicos comenzaron a tocar para amenizar la velada. Los cántaros de vino parecían no tener fonfo y, mientras los invitados daban buena cuenta de ellos, Natalia aprovechó para acercarse a Alba, que se había quedado sola por primera vez en toda la noche.

- Majestad – le saludó la rubia haciendo al mismo tiempo una pequeña reverencia.

- Princesa de Helike.

Aquella formalidad era una tortura para ambas, que no deseaban más que abrazarse después de tanto tiempo sin verse.

- Me congratula poder volver a verle – confesó la morena.

- Yo también tenía muchas ganas.

En el brillo de sus ojos color miel se podía ver que era cierto lo que decía.

- ¿No está su familia acompañándola?

- No, no podían dejar desatendida la Corona durante tanto tiempo, más con la delicada situación que atravesamos, pero los veré en dos semanas, cuando celebremos allí de nuevo el enlace.

- Siento mucho las dificultades por las que está pasando su pueblo, y siento que esté sola.

- Bueno, no estoy sola, vine con Julia, mi doncella de confianza y, también amiga.

- ¿Y con algún guardia de la corte?

- No, Paul ofreció a sus guardianes para velar por mi seguridad.

Para fastidio de ambas el susodicho interrumpió su momento de intimidad.

- Disculpe majestad, pero creo que es hora de que mi futura esposa vaya a descansar. Mañana debe lucir perfecta.

Un calor súbito surgió en el vientre de Natalia y le subió hasta la garganta. Tuvo que cerrar los puños fuertemente para aliviarse la rabia.

- Buenas noches, majestad – se despidió la princesa cabizbaja de la morena.

Pocos minutos después Natalia aludió al cansancio por el largo viaje para disculpar su ausencia en lo que quedaba de velada.

Ya instalada en la alcoba que se le había preparado no dejaba de recorrerla de lado a lado una y otra vez. De fondo se seguía escuchando la música y la algarabía de la alta alcurnia, seguramente ahora siendo más vulgares que los plebeyos que frecuentaban en demasía las tabernas. Por más que lo pensara no alcanzaba a entender por qué Alba estaba dispuesta a contraer matrimonio con ese hombre, y mucho menos viendo cómo la había tratado.

- Miguel – llamó para despertarlo.

Su amigo, que dormitaba en la cama, se desveló rápidamente. A la reina le eran completamente indiferentes los rumores que pudiera haber sobre ellos, pero no tenía corazón de hacer que durmiera en el suelo cuando podían descansar los dos cómodamente.

Regina in corde meoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora