4. Novia a la fuga

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A la mañana siguiente Miguel fue a las caballerizas para asegurarse de que el chófer alimentaba y cepillaba a su par de caballos como era debido. Aquello no era estrictamente necesario, pues el hombre siempre había dado muestras de ser un buen empleado, pero de esa manera pudo aprovechar para ver los puestos de guardia en los alrededores del castillo y las vías de salida del mismo. Terminada la tarea regresó al interior del inmenso edificio y se prestó a recoger de cocina el desayuno para su reina y llevárselo él mismo a sus aposentos. Con la luz del día le fue más fácil observar la distribución de las salas del palacio y orientarse en él.

Tras regresar a la alcoba le comunicó todos los pormenores a Natalia, quien memorizó hasta el último detalle.

El margen de tiempo que tenían para llevar a cabo su estratagema era reducido, pues debían actuar lo suficientemente cerca de la hora de la ceremonia para que invitados y la gran mayoría de los guardias de palacio estuviesen en las inmediaciones de la capilla.

Natalia había escogido para la ocasión un vestido de color verde con bordados en negro a juego con la mantellina. Bajo el verdugado se puso unos calzones, le serían de utilidad. Miguel llevaba el uniforme de gala, que incluía un cubrecabezas coronado por un penacho blanco.

Una hora y media antes de que se diera comienzo a la celebración del matrimonio, Natalia se dispuso a visitar a Alba con el pretexto de prestarle una de sus joyas para que tuviera buena fortuna. Se colocó la mantellina por encima de la cabeza, poniendo especial cuidado en cubrirse la cara lo máximo posible. Cuando llegaron a la alcoba de la princesa de Helike, Miguel anunció la presencia de la reina de Bentian y sus intenciones a la pareja de guardias apostados en la puerta. Los hombres, muy entretenidos en una partida de naipes, les prestaron poca atención a ambos y no pusieron impedimento a que la mujer entrase en la habitación mientras que su amigo se quedó en la puerta.

- ¡Natalia!

La sorpresa y alegría de Alba fueron tales que olvidó todo protocolo y se lanzó a los brazos de la morena. Esta los abrió y flexionó ambas piernas para acomodar a la rubia.

- Perdóneme, majestad, me he abalanzado sobre usted – se disculpó al caer en la cuenta de su arrebato.

Natalia, lejos de zafarse de ella, la estrechó más fuerte entre sus brazos.

- Dejemos las formalidades, por favor. El único título que deseo desempeñar contigo es el de amiga. Te he echado tanto de menos – le confesó a la rubia.

La presencia de una tercera persona se hizo patente con un pequeño carraspeo, lo que hizo que ambas se separaran.

- Esta es Julia – dijo Alba.

La chica inclinó su cabeza y realizó una reverencia en señal de respeto hacia la reina.

- Yo soy Natalia – se presentó al tiempo que hacía un gesto con la mano manifestando que con ella tampoco eran necesaria esa pompa.

- Me alegra tanto que hayas venido a verme antes del enlace. Anoche apenas pudimos conversar.

Al recordar la forma en que Paul trató a su amiga Natalia volvió a enojarse.

- No sé qué pudiste ver en ese malnacido para aceptar casarte con él. La Alba que conozco no se hubiera dejado tratar como presencié.

- A veces me gustaría ser más valiente, para noches como ayer. Tú no lo entiendes.

- Pues explícamelo.

La princesa tomó unos segundos para respirar profundamente y parecer serena, pero sus ojos la delataron al humedecerse.

- Helike está agonizando a consecuencia de la sequía y Clounlandia se ofreció a compartir sus riquezas si accedía a desposarme con él y unir nuestras tierras en un solo reino.

Regina in corde meoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora