El Lago

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Narra Oliver:

Andar en bicicleta me otorga una sensación de libertad incomparable.

Libertad. Qué palabra, qué sentimiento... resuena en mi mente mientras el viento acaricia mi rostro y me sumerjo en la experiencia de recorrer nuevos senderos en esta hermosa villa.

—¿Hacia dónde nos dirigimos? —pregunto con curiosidad, observando el largo camino de tierra que se extiende ante nosotros y el verde exuberante de los campos a nuestro alrededor.

—Primero iremos a la ciudad y luego a una plaza donde se encuentra un monumento histórico. Después... será una sorpresa —me responde con una sonrisa misteriosa.

Una sorpresa. La idea suena intrigante.

Después de pedalear algunos kilómetros más, finalmente llegamos a la ciudad.

—Estoy un poco cansado —admite Elio mientras desmonta de su bicicleta, ofreciéndome una sonrisa—. ¿Y tú?

—También, y necesito agua —confieso con una risa ligera, sintiendo mi boca seca por el calor del mediodía.

No suelo estar tan expuesto al sol abrasador de esta hora del día. Mi rutina usual implica correr por las mañanas, pero ahora, bajo este sol implacable, siento que necesito refrescarme.

—Hay un almacén por allí —señala Elio un local a unos metros de distancia—. Seguramente podremos encontrar algo para beber —añade, empujando su bicicleta en esa dirección.

Una vez dentro del almacén, siento alivio al pasar por un pasillo donde se encuentran los productos refrigerados. Después de tomar dos botellas de agua fría, nos dirigimos al mostrador, donde tuvimos una pequeña disputa:

—¿Cuánto es? —pregunto, sacando mi billetera.

—No, yo pago —insiste Elio, sacando la suya.

—Son 1,34 euros —responde el hombre tras el mostrador.

Después de intentar en vano pagar, me rindo ante la terquedad de Elio, quien finalmente se encarga de abonar. Salimos del lugar y le ofrezco una de las botellas de agua.

—Quería invitarte a esto —digo mientras le tiendo la botella.

Él sonríe y acepta la bebida.

—Será para la próxima vez, gracias —responde, abriendo la botella—. ¿Quieres que vayamos a la plaza? Allí está el monumento.

—Sí, vamos —le respondo, dando un sorbo al agua de mi botella.

Nos dirigimos hacia una escultura: una gran piedra con la figura de un soldado sosteniendo otra piedra. Elio me cuenta:

—Aquí tuvo lugar la batalla de Piave, una de las más cruentas de la Primera Guerra Mundial. Murieron 170 personas.

Me sorprende su conocimiento histórico.

Me acerco más a la escultura y observo el año en que ocurrió la batalla. Es asombroso que Elio recuerde un evento que sucedió hace casi 80 años.

—Se nota que sabes del tema —comento mientras admiro la estatua—. La plaza es realmente hermosa —añado, examinando el lugar, que se encuentra vacío, probablemente debido al calor del mediodía, aunque veo varios negocios abiertos, esperando clientes.

—Sí, es preciosa. Paso por aquí a menudo —responde con una sonrisa—. Bueno, descansaremos un rato y luego iremos a un lugar muy especial para mí... —comienza a decir.

—No, vamos ahora mismo —interrumpo, cerrando mi botella—. Realmente quiero visitar ese lugar tan especial —le digo con entusiasmo.

—Eres curioso —ríe a mi lado—. Verás que te encantará —añade, montando su bicicleta y comenzando a pedalear, yo lo sigo.

Si no es luego, ¿Cuándo? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora