Nuestra Primera Salida

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Ya no aguanto más estar es está cama

La sensación al recostarme en la cama es comparable a descansar sobre una losa de cemento, tan dura y fría que parece absorber cualquier atisbo de comodidad. Me acomodo mientras desvío la mirada hacia un lado, donde se encuentra una mesita de luz. Es la típica mesita de siempre, de un marrón desgastado, con dos cajones... Pero eso no es lo importante. En este momento, lo único que realmente me importa es encontrar mi libro reposando sobre ella. Sin embargo, un suspiro de frustración escapa de mis labios al notar su ausencia. ¿Dónde demonios habré dejado el libro? Aunque ahora que lo pienso, recuerdo haberlo dejado en mi habitación. O, mejor dicho, en mi antigua habitación.

Decido levantarme de la cama y encaminarme hacia el baño, con la intención de adentrarme en el cuarto de Oliver. Espero que no se enoje por entrar tan repentinamente en su habitación. Después de todo, yo mismo detesto cuando alguien irrumpen en mi habitación sin previo aviso; es como si estuvieran violando mi privacidad. Y, en cierto sentido, eso es exactamente lo que están haciendo.

Respiro profundamente, tratando de calmar los latidos acelerados de mi corazón, mientras me aventuro a abrir la puerta del cuarto. Mis dedos tiemblan ligeramente, temerosos de hacer algún ruido que pudiera perturbar la tranquilidad de aquel que aún yace en su cama. La puerta se desliza suavemente hacia adelante, revelando la figura dormida de Oliver, bañada por la tenue luz que se cuela por la ventana. Han pasado un par de horas desde su llegada, pero parece que el viaje aún lo tiene sumido en un sueño profundo.

Dirijo mis ojos hacia la mesita de luz que descansa junto a la cama y, entre la penumbra, distingo la silueta familiar de mi libro. Me acerco sigilosamente, procurando no hacer el más mínimo ruido. Logro alcanzar el libro, aferrándome a él como si fuera un tesoro preciado. Mientras tanto, observo a Oliver, su rostro sereno y relajado, ajeno al mundo que lo rodea.

Seguramente está exhausto por el largo viaje.

Decido abandonar la habitación, pero una fuerza inexplicable me detiene en el umbral. Antes de apartarme por completo, me permito un último vistazo hacia la figura tranquila que reposa en la cama, entregada a un sueño sereno y restaurador. La suave luz que se filtra por la ventana acaricia su rostro, resaltando la paz que se refleja en sus rasgos. Observo cómo su pecho se eleva y desciende con cada respiración, un ritmo constante y sereno que parece calmar incluso el tumulto en mi propio interior. Por un instante, me siento tentado a quedarme, a sumergirme en ese mismo sosiego que lo envuelve. Sin embargo, con un suspiro resignado, me aparto y cierro la puerta con delicadeza, dejando a Oliver entregado a su sueño mientras continúo mi camino.

Narra Oliver:

Me despierto después de algunas horas. El breve descanso fue justo lo que mi cuerpo necesitaba para recuperar energías. Me estiro perezosamente, disfrutando de la sensación de mis músculos relajándose después del largo viaje.

Me levanto de la cama y salgo de la habitación, mis pasos resonando suavemente en la casa silenciosa. Comienzo a bajar las escaleras y me detengo un momento para apreciar la decoración antigua de las paredes. Sin embargo, lo que realmente captura mi atención son los pequeños detalles que, a primera vista, podrían pasar desapercibidos. Los relieves en las paredes, delicadamente esculpidos, me llaman poderosamente la atención.

Nunca antes había visto paredes con relieves tan detallados. Me acerco y paso la mano sobre ellos, sintiendo la textura bajo mis dedos. Cada curva y línea parece contar una historia, una conexión con el pasado que me resulta fascinante. La suavidad y la complejidad de los relieves me hipnotizan, haciéndome sentir una extraña mezcla de nostalgia y curiosidad.

Si no es luego, ¿Cuándo? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora