«Doce.»

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Me dediqué a estudiar como dije antes de cortar la llamada. Estaba en mi escritorio en un silencio que me estaba matando. Estaba aburrido y mi madre estaba cansada por lo que estaba durmiendo. La enfermera que mi padre paga estaba ahí para cuidarla cuando no estoy, por lo que no me preocupaba mucho ahora. 

Me levanté para tomar un poco de agua, y cuando tenía el vaso de agua en la mano, el timbre sonó. Me acerqué a la puerta y la abrí sin mirar antes. 

Grave error.

Jun estaba al otro lado, mirándome con una caja de regalo en frente mío. Mi vaso de agua casi se resbala de mi mano y pude sentir mis piernas flaquear cuando su sonrisa se asomó para decirme, "buenas tardes, vine a conquistarte". Sólo sentí un escalofrío cuando un suspiro salió de sus labios entreabiertos. 

Entró sin pedirme permiso. Dejó a un lado la cajita y cuando me acerqué a él, quitó de mis manos el vaso para beber de este. Sólo me quedé estático con sus hermosos movimientos naturales.

—¿Cómo estás querido Minghao estudioso?—Susurró luego de pasar por mi lado sentándose en el sillón.—¿Estudiaste bien o quieres que te ayude?

—Estoy bien.—Dije seco. No quería caer de nuevo en sus encantos. Su sonrisa burlesca y como siempre triunfante no dejó de salir en ningún momento, pese que no lo miraba directamente.—¿Quieres tomar algo?

—No, estoy bien.

Me quedé en silencio, mirándolo, y luego observando la caja que había traído consigo. Su mirada curiosa, justo como la de un gato se posaba sobre mi, sobre mi cuerpo, y podía jurar que me estaba observando con total naturalidad que me estaba torturando. Sus manos podían estar jugando con su manga de la chaqueta, pero de todas formas me encantaba, me engatusaba hasta la mínima reacción que tenía sobre mi. Cada expresión que me estaba entregando. Me mataba con toda brusquedad. 

—Te traje un pequeño regalo.—Se levantó, y me entregó la cajita.—Vamos, ábrelo. 

Yo me senté con cuidado en el sillón, mirándolo de a poco, con el tacto encima de la cajita. 

La abrí, encontrando un collar con una bala. 

—Bienvenido al clan, The8.—Mi cuerpo sintió un espasmo, un escalofrío que me mató de pies a cabeza, como si me hubiera pellizcado y volteado a la realidad, a lo que sí correspondía. Lo que era, lo que estaba viviendo. Esto no era una mala broma. ¿Era parte de una pandilla?—Ese será tu nombre. Sólo cuando estemos solos te diré Minghao, querido Minghao. 

—¿Qué es esto?

—Nuestro símbolo.—El casquillo de bala, por la parte de abajo tenía una "D". Efectivamente, un recuerdo de la "D" en una caja detrás de la universidad se me presentó como si fuera una golpiza. ¿Qué pasaba?—Bienvenido a "Drinks."—No pude sentir otra cosa que felicidad, emoción, miedo, intriga y muchas cosas al mismo tiempo.—Es una pandilla pequeña, pero somos como una familia. 

—Oh diablos.—Murmuré mientras miraba el collar, con la cadena y el casquillo de bala en mis manos. Sólo las había visto en mi entrenamiento, pero nunca pensé llevar una en el cuello.

—¿Pasa algo?

—Sólo que... Siempre pensé que sería un buen chico y que no me metería a nada como esto.

—¿Te arrepientes?

—¿Hay tiempo de hacerlo?—Murmuré burlescamente. 

—No lo creo, pero... Podría hacer excepciones por un hermoso chico como tú.—Su coqueteo descarado no me ayudaba. Así que lo dejé ahí.—Dime que permanecerás conmigo siempre. 

—¿Por qué me buscas tanto?

—Nunca he conocido a un chico tan intrigante como tú. Y vaya que he estado con gente.—Su sonrisa burlona no me daba buena espina. Pero sus labios detonaban inocencia a gritos. Sus ojitos parecían perdidos y bañados en travesuras, cosas pasadas que eran mejor no tocar. Sus mejillas eran como las de un bebé, suaves, completamente redondas, perfectamente adecuadas a su sensual rostro.—Quizás... Pueda tener un poco de miedo de cagarla con lo que soy. Quizás por eso te aparto. 

Asentí, colocándome el collar. Su sonrisa apareció cuando quedé embobado con este mismo accesorio.

—Bienvenido. 

—Gracias.—Dije con total tranquilidad.—Nadie debe enterarse de esto. 

—Muy bien dicho. Haces buen trabajo, Minghao.—Revolvió mis cabellos, mientras yo suspiraba de alivio.

Por más que quisiera apartarme de él, dejar esos problemas que conllevaban a Junhui en su nombre, no podía. No podía permitirme apartarlo, gritar su nombre por última vez y decir que esto estaba mal, que yo no formaría parte de esto, cuando en realidad estaba ansiando tener una misión grande para participar. Me he convertido en lo que siempre he querido evitar, y no me agradaba. Me perturbaba llegar a esos límites donde no podía regresar, donde mi vida se volviera armas, y mucha pólvora, contratos con letra pequeña y explosiones a mis alrededores. Tenía miedo de que el éxtasis del momento me llevaran a la locura para acompañar hasta el fin del mundo al amor que me conquistó entre un par de visitas. 

Pero podía correr cualquier riesgo.

Todo si él tomaba mi mano con total seguridad, con un arma en la mano para afrontar lo que sea.

Oh Dios, ¿en qué me he metido?

—Jun. Dime que nunca me abandonarás. Dime que no seré uno más dentro de tus hombres.—Me levanté, con miedo, con el temor de sentirlo alejarse, de que me abandone como una causa perdida.

—Mientras no cambies como eres, todo estará bien. Siempre y cuando me obedezcas como el chico bueno que eres, todo estará bien.—Asentí, y me acerqué un poco.

—Quie-

No me dejó terminar y me abrazó, cálidamente. Un abrazo que se mezcló en total miedo, desamparo, soledad. Algo que se complementó entre ambos, como si evolucionara y se convirtiera en unión, en felicidad de dos segundos, y un calor que se expandía por nuestros pechos. 

Algo que compartíamos completamente era la soledad y el miedo de quedar siempre así.

Aburridos, consumidos por la monotonía. 

—No me sueltes.—Susurré en su oído, acariciando su nuca, con sus hábiles manos en mi cintura. 

—No lo haré hasta que quieras. 

Nos quedamos minutos, lo que sea. El tiempo relativo que no me interesaba en este instante. 

Sus manos soltaron mi cintura, podía ver sus ojos brillando, sus labios rosados pero resecos, llenos de felicidad por verme, por verme la cara que no guardaba el miedo.

—Eres un chico asustado, Minghao.

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