Estaba nervioso. Los días de entrenamiento pasaron volando, y quedaba la nada misma para poder ir a mi primera misión.
Era domingo, estaba acostado en el sofá mientras mi madre dormía. Era temprano y por el estrés me desperté temprano. Miraba la tele despreocupado, hasta que escuché el timbre sonar.
Me levanté, aún en pijama. No miré por la mirilla de la puerta, encontrándome con Jun y el chico alto de cabello negro mirándome hacia abajo, y Jun con una sonrisa amigable que pocas veces podía ver. Su sonrisa se desvaneció cuando me vio en pijama, casi estallando en risas.
—Permiso.—Entró antes de que pudiera decirle algo. El chico alto entró detrás de él sin permiso alguno.—Mingyu, el es Minghao, mi nuevo acompañante.—Le guiñó un ojo cuando me miró y regresó su mirada a él. Por primera vez el chico sonrió y saludó amigablemente.—Y Minghao, él es Mingyu, es un amigo muy cercano.
Asentí, mientras ambos se sentaban en el sillón en donde antes estaba acostado.
Me quedé perplejo.
—¿Q-qué hacen acá?—Ambos se miraron y sonrieron.
—Sólo necesitaba visitarte.
—¿Cómo sabes donde vivo?
—Tengo contactos.—Se encogió de hombros, mientras reía un poco.—Mentira, Mingyu te vio caminar hace unas semanas hasta acá. Y bueno, acá estamos.—Sonreí mientras Mingyu agachaba la cabeza.—Mañana es tu primera misión. No vas a ir a clase, y debo entregarte en la universidad de todas formas lo que tú ya sabes. Espero que no hayas perdido práctica en este tiempo.
—E-está bien.—Asentí con cierta inseguridad.—Me levanté del sillón que mi madre siempre ocupaba, olía a ella siempre.—¿Algo más que necesiten?
—Yo sí, Mingyu retírate.—Mingyu se despidió y estrechó mi mano con palabras dulces. Parecía buen chico.
Cerró la puerta con delicadeza, y en cuanto eso pasó, Jun se acercó sin remordimientos hacia mi.
—Eres mi acompañante, eres mi fiel corcel, no me decepciones.—Acarició mi mejilla con sus ojos engatusadores, brillosos en deseo. La cara que traía era simplemente lo mejor que me pudo pasar ahora mismo, con esos ojos achicados en una leve sonrisa. Los dientes sobresaliendo y la felicidad plasmada en él. ¿Por qué me encantaba cuando lo hacía?—Oh Minghao, eres genial. No creo que me decepciones.
—No lo haré.—Le di un corto beso, como lo había prometido la primera vez.
—Lo sé.
Me besó desesperadamente, con una pasión que no sentía hace mucho tiempo de su parte. Sus manos exploraron todo mi torso aún sobre la ropa, nos recostamos en el sillón aún extasiados. Sus manos no se detenían y encendían en mi la llama que había sido extinguido a la fuerza por su culpa.
Estaba siendo guiado al paraíso por sus manos.
Estaba siendo demasiado rápido.
No me gustaba, o al menos mi moral gritaba que parara. Pese que la adrenalina tomaba el motor de mi corazón para despegar a un mundo donde ni siquiera podía controlarme. Era imposible. Oh Minghao, ¿qué te hizo este chico de ojos gatunos y sonrisa traviesa?
—J-Jun, no debería seguir con esto.
—¿Qué es esto?
—Seguir besándonos como si fuéramos algo más. No es correcto.—Lo aparté con miedo, apagué la llama otra vez y la adrenalina se detuvo en seco. Soy un desastre.
—Yo tampoco encuentro correcto que me apartes cuando sólo quiero devorarte. No necesitamos nada serio para pasarla bien.—Mi corazón se aceleró con esas palabras.
—Debo asimilar muchas cosas todavía. No entiendo nada de lo que está pasando, no seas egoísta y déjame pensar sólo un poco.
—Lo comprendo. Nos vemos mañana en el estacionamiento a las siete de la mañana, en punto, ni un minutos más ni uno menos. Nos vemos.—Se levantó de encima mío, dejando una estela de elegancia como sólo él sabía.
Cerró la puerta, y me quedé rendido en el sofá.
¿Por qué estaba así por un chico travieso metido en negocios turbios? No debería ser así maldita sea.
Estaba cayendo en sus manos, de lleno, como si estuviera seguro de esto. Pero no era así, me estaba muriendo de miedo por lo que sea que debía hacer. Y no podía cagarla ni retirarme ahora. Era su fiel corcel, sería hombre muerto si desobedecía sus órdenes o si dejaba de quererlo así como ahora. ¿Se podría decir que estaba enamorado de un hombre perdido? sí.
No sé si enamorado, pero atraído sí. Me estaba muriendo por cada roce con mis labios.
Esto iba muy rápido, como una montaña rusa, me asustaba pero me llenaba de adrenalina.
Es demasiado raro. Pero me agradaba, en cierta forma.
Oh Minghao, siempre juraste alejarte de los problemas. ¿Ahora qué?
Cuidé a mi madre el resto del día, y cuando pasó ese día lleno de dudas, me preocupé.
Me levanté tempranísimo, con cierta inseguridad.
Me duché, me vestí, tomé un nutritivo desayuno y corrí hasta la universidad, me quedaba media hora. Y al llegar, me quedaban dos minutos para la hora acordada. Me apoyé como la primera vez en el letrero del estacionamiento, viendo como el motor se acercaba a mi y el sonido característico del ronroneo de el motor acariciaba mis oídos. Jun bajó de la parte trasera del auto. Me señaló que subiera por la parte trasera, y eso hice.
—Buenos días.—Dije con una sonrisa y mi mochila bajando de mi espalda.
—Buen Día.—Me entregó el estuche y la pistola con seguro. Le señaló a el chofer que podíamos irnos.—Bien, esta misión la haré contigo, pero luego las demás las harás solo. Asentí con miedo.
—Ok. Lo haré lo mejor que pueda.
Me puse el cinturón con la pistola acomodada, y arrancamos hacia un lugar que desconocía.
—Minghao. No quiero que arranques ni que escapes. Ya sabes lo que pasa con los cobardes.—Tragué saliva para luego sentarme erguido en el asiento de cuero cómodo.
—Lo sé, Jun. Confíe en mi por favor.
—Muy bien.
Los choferes y el copiloto que era Mingyu, estaban en silencio. Me daba miedo ese único sonido del auto moviéndose por el asfalto y mis nervios que se descontrolaban con cada metro que recorríamos.
Esto era grave.
Muy grave, no sé donde me metí.
Pero ya no hay escapatoria. Y si Jun me iba a cuidar, entonces no tendría de qué preocuparme. Como él confía en mi, yo igual lo hago en él.
—Luego de esta misión, te llevaré a mi casa, necesito decirte un par de cosas.
No le tomé mucha atención.
Esto era grave.
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«Lugar de entretención.»
Fiksi Penggemar¿Qué es un mundo sin guerra? ¿Una vida sin armas? ¿Un respiro sin pólvora? ¿Un mundo sin contratos o sin letra pequeña? Lindo, ¿no? Utópico, también. Algunos tienen suerte de ver cosas que otros no. Presenciarlas o vivirlas. Otros viven con la mono...