«Nueve.»

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Llegamos a ese sitio donde todo iba a pasar. Tenía en mi mochila negra el paquete que estaba envuelto. Jun estaba detrás mío con total naturalidad, como si esta misión fuera cosa normal. No me gustaba para nada. 

Mingyu y el chofer nos miraban de lejos, no nos quitaban el ojo de encima.

Me quedé quieto en el sitio donde Jun me indicó. Era un sitio donde había un portón grande, entre medio de ramas. Un par de hombres con armas me apuntaron a mi y Jun, pero al ver un saludo que el mayor hizo a mi lado, se relajaron y abrieron el portón. Saqué de la mochila lo que tenía que entregar y se lo pasé a la primera persona que se cruzó frente a mi.

—Ya saben qué es y para quién es. No nos metan en líos, o ya verán.—Jun con un tono amenazante que no conocía con totalidad les dijo  a los hombres. Ambos chicos me miraron y sonrieron de lado. 

Yo me alejé cerrando la mochila. Jun estaba relajado a mi lado.

Nos subimos al auto y me miró.

—No fue tan complicado.—Suspiré, sacándome el cinturón de a poco. Pero Jun al verme me detuvo, poniendo su mano encima de la mía.—No lo saques, siempre la puedes necesitar.

Mi garganta se cerró, y la respiración se me entrecortó. Sonreí forzosamente para luego mirarlo con intranquilidad. 

—Está bien.

Lo dejé ahí, y como si estuviera loco, comencé a mirar hacia todas partes para poder encontrar alguien que pudiera amenazar con nuestra integridad. 

Pero nada. 

No pasó nada y estaba feliz por esto. 

Cuando comenzamos a ir por un camino diferente, Jun vendó mis ojos. No sabía porqué, pero no reproché nada. 

Me aferré a lo que encontraba en el auto, sintiendo como se movía y mis piernas temblaban. 

Sacó la venda de mis ojos cuando llegamos a su casa. O eso parecía. 

—Nos vemos más tarde Mingyu, adiós amigo.—Saludó a ambos para luego bajarse del auto. Yo quedé mirándolo, viendo su seña para que me bajara igualmente.

Lo seguí, y luego me tomó de la mano gentilmente para poder subir por el ascensor. Era un edificio modesto pero bonito. Subió con discreción, sin mirarme mucho. En el ascensor soltó con delicadeza mi mano, pero podía escuchar su respiración relajada, como si con esto se hubiese quitado un peso de encima. 

Lo miré. 

Sus ojos estaban calmados.

—J-Jun.

—¿Dime fiel corcel?—Me daban pequeños sustos cuando me llamaba así, podía sentir esa confianza invadir, justo en él, como si se derramara todo eso en lo que creía sobre mi.

—¿Por qué me necesitas aquí?

—Para darte tu recompensa.

El ascensor se abrió, viendo unas paredes blancas con los departamentos. Sacó sus llaves con tranquilidad, mientras la puerta se iba acercando a nosotros. Su sonrisa se formó cuando vio su propio departamento frente a él.

Me aliviaba verlo así de feliz por ser el primero en acostarse sobre el sofá. 

Pequeñas cosas así de su parte me creaban un pequeño calorcito en el pecho, una cosa que era difícil de describir pero que me gustaba cuando lo lograba. Con gestos que hacía inconscientemente. He caído por él.

—Ven aquí, por favor.—Me acerqué según su voz suave. Dejé mi cinturón con mi arma a un lado. Me sentía más liviano.

—¿Pasa algo? ¿quieres algo para tomar?

—Sólo acércate a mi.—Me agaché con inseguridad, aferrándome al sofá para poder mantener el equilibrio. Su sonrisa era hermosa, viéndome con los ojos traviesos que nunca quitaba de ellos. Era como su brillito especial. Era lo que lo hacía él. Nadie ni nada podía compararlo.

Oh Dios, estoy enamorado.

¿Lo he dicho?

Enamorado... Que raro decirlo. 

—Te quiero, Minghao. Y esta vez lo digo en serio.—Sonrió un poco, mientras yo podía sentí mi cara caliente.

—¿Puedo besarte?

—Para eso vinimos.—Abrió sus brazos como si fuera a recibir un hermoso abrazo de alguien que se fue de su lado hace mucho tiempo y regresaría. Sus ojos eran simplemente la cosa que brillaba para mi, un destello que se formaba con sólo mi sonrisa mostrándose frente a él. ¿Estaba igual de enganchado que yo? ¿acaso hice yo algo especial para "enamorarlo"? ¿o simplemente lo hizo?—Necesitas un poco de atención, Xú Minghao.

Sus manos pasaron por mi espalda, por sobre la ropa. Estaba recostado sobre él, con cuidado, sin aplastarlo, cómodamente. ¿Que era esa sensación de nunca querer alejarse? ¿qué hizo en mi? 

En qué me estoy metiendo...

—Jun, ¿por qué me elegiste a mi?

—Tengo muchas razones, pequeño.

—Dime una por lo menos.

—Nunca me juzgaste. Tuviste muchas razones por las cuales alejarte, pero sigues aquí, desde el primer vistazo que me diste. Tus ojos me daban un cierto hogar que nadie me ha dado. Me gustas, y me gusta como eres pese que no te conozco. Eres demasiado exótico, y eso me encanta.—Lo abracé, parecía un bebé, intentando no llorar con esas palabras dulces y delicadas que pocas veces podré escuchar de sus labios tan dulces que por obligación suya he tenido que probar. No me arrepiento. 

Me levanté de su pecho, besé cortamente sus labios, viendo sus hermosos ojos gatunos que me mandaban a otro mundo para ser visto con otra chispa. Me encantaba, y no podía ocultarlo más. 

—¿Y tú? ¿por qué no corriste de mi?

—Me pareciste curioso, pensé que me devolverías lo que he perdido a lo largo del tiempo. La adrenalina. 

—Ah, ¿o sea que te doy eso que te acelera?—Asentí. Se levantó, dejándome perplejo. Su abrigo me dejó su perfume esparcido por ahí, con sus comisuras levantadas.—¿Puedo ser tu adrenalina ahora mismo?

No dije nada. Pero yo luego de levantarme, fui atacado por sus labios. 

Se movió hacia un sitio que desconozco. Sólo sé que choqué con muchas cosas. Sus manos rodeaban mi cintura, intentando apegarse ac mi. Sus labios succionaban los míos, y sus cabellos estaban desordenados. Mi respiración agitada, sintiendo la temperatura subir gradualmente por mi cuerpo, como una bola de fuego que se generaba y esparcía por todo mi ser. 

Cada vello de mi cuerpo tieso por lo que podía sentir con una caricia sobre la ropa. 

No podía imaginar más.

Así que la adrenalina me llevó. 

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