Cap. 27. Una discusión, un acuerdo.

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Cuando entró a la sala, escuchó risas que provenían de ésta, vio la tele encendida, luego observó a su bella niña y a aquel hombre que tanto había amado, que tanto mal le hizo, se preguntaba que hubiera ocurrido si tan solo él la hubiera querido, la hubiera visto como ella lo había mirado, pero, eso ya no podía ser. Ya no más, todo esto formaba parte del pasado.

— ¡Mami¡
Exclamó la niña con emoción para luego aventarse a sus brazos, a lo que la aludida respondió inmediatamente y la recibió en un cálido abrazo.

Ver a su pequeña siempre la animaba después de un largo día, o un difícil día, ya que sus hijos se habían convertido en su mayor inspiración.

— Hija, te extrañe.
Contestó abrazándola fuertemente.
— Yo también, Mami. Mira, papá vino por mí a la escuela.
— Oh, eso veo.
Respondió dedicándole una mirada seria.
— Sí, hubieras visto la cara de mis compañeros cuando lo vieron, fue tan gracioso. ¡Soy tan feliz!
— Me alegra, cariño. Bueno, pero ahora ve a lavarte las manos que vamos a cenar.
— Está bien, mami. Ahora vuelvo, papá.
Exclamó la pequeña contenta encaminandose hacia las escaleras.
— Está bien, mi princesa.
Contestó Alejandro con una sonrisa.

La chiquilla se fue y ellos quedaron solos, el ambiente cálido se disolvió por un tenso. Katerin lo miraba seria, quería respuestas y él se las daría, de eso estaba segura.

— ¿Me puedes explicar porque fuiste a su escuela sin mi permiso?
— Antes de que me empieces a gritar, te debo recordar que yo soy su padre.
— Podrás serlo, pero eso no te da derecho de ir por ella cuando se te pegue la gana, primero me tienes que avisar.

Ella se había preocupado por la extraña llamada que le había hecho la ama de llaves, por eso, había regresado más temprano de lo usual a su casa.

— ¿Qué? ¿Estás hablando en serio? Ahora no puedo ver a mi hija sin tu permiso, ¿eso es lo que dices?
— Oh, y justamente ahora te nació de repente el amor por ser padre.
Le reprochó Katerin molesta, sin medir sus palabras, le ganaba más el enfado que la razón.
— Ya, Katerin, te estás pasando. Sé que en el pasado me equivoque, pero, no es para que me lo estés repitiendo a cada rato, además, me he comprometido con nuestra hija. Ya ves como está de feliz al tenerme cerca.
—Bueno, en eso tienes razón, pero...

Aunque a ella le molestara su presencia, tenía que admitir que Sandy se encontraba aún más sonriente por la compañía de su padre. Sin embargo, él no podía ignorar el riesgo que Sandy corría si él solo iba por ella así nada más, sin avisar. Desde que se había convertido en la empresaria más reconocida por su fama y dinero, todos sus seres queridos eran vulnerables, blancos perfectos para sacar dinero.

— Ya te dije, que no la voy a lastimar, por favor, créeme.
— Trato, pero eso no es la razón de mi enfado. Sandy es vulnerable ante tantas personas malas, por eso debo cuidarla, más en mi posición. Por eso, te pido que comprendas mi situación, Alejandro.
Confesó mirándolo detenidamente.
— Sí, lo sé. Fui un verdadero estúpido. Lo sé y me arrepiento, pero, sólo te pido que me dejes por lo menos hacer las cosas bien con ella.

Katerin respiró profundamente, exhalo y contó hasta 10, finalmente se tranquilizó. Por mucho que quisiera no molestarse con él se le hacía difícil, pero debía tenerle paciencia por el bien de sus hijos.

— Sí, está bien. Puedes ver a Sandy cuando quieras, pero, cuando vayan a salir a otro lugar o quieras recogerla de la escuela, por favor avísame. ¿Sí?
— Está bien, te lo prometo Katy.
— Bien, ahora vamos a la mesa.
— ¿Me estás invitando a cenar?

Alejandro se emocionó, una pequeña luz de esperanza se iluminó para él. Ella lo estaba comenzando a tratar bien, esa era una buena señal o eso era lo que creía.

— Sí, ya que Sandy es feliz contigo.
— Oh, me parece bien, gracias.
— Sí, sí, vamos.
Dijo mientras se dirigía al comedor, allí ya los esperaba su ansiosa pequeña.

Sandy al verlos entrar juntos, no pudo dejar de pensar lo bonito que sería tenerlos más seguido así.

— Papi, irás por mí, mañana ¿otra vez?
— Claro que sí, princesa. Por ti, lo que sea.
— Amm... Hasta casarte con mamá.
— Sandy, no. Come.
Respondió Katerin seria.
— Sí, hija. Hazlo que tu madre ha dicho.
— Pero, papá.
Se quejó haciendo un puchero.
— Luego hablamos de eso, por ahora come, ¿sí?
— Está bien.

Después de la cena, Alejandro llevó a su pequeña a su habitación, le leyó un cuento hasta que la chica quedó profundamente dormida.

Al bajar, ya lo esperaba Katerin con un gesto serio.

— Alejandro, tenemos que volver a hablar.
— Totalmente de acuerdo.
— He considerado mejor la situación, y llegué a la conclusión de que vengas más seguido a ver a Sandy, que pases más tiempo con ella, claro, si tú tienes tiempo.
— Por supuesto que lo tengo, gracias Katy.
— No me lo agradezcas, prueba me que yo esté equivocada y que ya has cambiado.
— Está bien.

Él tenía unas ansias locas de abrazarla, pero sobre todo de besarla, volver a probar aquellos labios suaves como el algodón y dulces como la miel.
Aunque tenía en mente eso, decidió resistirse, ya que si lo intentaba, obtendría seguramente una respuesta negativa por parte de ella y no la culpaba, todo esto se lo había ganado a pulso.

Después de un largo silencio, miró su celular y se percató de que ya era tarde.

— Bien, creo que es hora que me vaya, ya son las 11:58 pm.
Dijo Alejandro mientras se dirigía a la puerta.
— Espera.

Alejandro se detuvo y la regresó a ver. Ella lo miraba con una mezcla de sentimientos, no estaba segura pero ya no habría vuelta atrás.

— Si quieres puedes quedarte a dormir, ahí hay un cuarto de huéspedes.
Prosiguió.
— Gracias, Katy.
— De nada, recuerda lo que te dije de demostrarme que me equivoco.
— Está bien, lo haré.
— Eso espero.
Dijo ella mientras le indicaba donde estaba el cuarto, luego de eso, subió a su recámara.

Se cuestionaba a sí misma, que si lo que hacía realmente estaba bien o si se había equivocado.
Mientras, Alejandro estaba emocionado de que Katerin estaba confiando nuevamente en él y que le había dado esta oportunidad. Pensaba que aún podría haber una esperanza para que ellos dos volvieran a estar juntos, que ahora con la niña los dos serían inmensamente felices, que podría recuperar todo aquel tiempo que perdió por su insensatez y su inmadurez. Le devolvería la alegría al alma de ella, le pagaría con creces lo que la había hecho padecer.

Por otra parte, Katerin se encontraba animadamente hablando con Michael.

— ¿Cómo te fue cariño?
Preguntó Michael con interés.
— Bien, en el trabajo logré firmar un acuerdo con unos empresarios. Y en casa, Sandy y Alejandro me dieron un susto. Pero, todo está bien. Por cierto, permití que Alejandro se quedará en el cuarto de huéspedes.
Contestó Katerin con tranquilidad.
— Oh, está bien. Yo confío en ti, sé que lo que haces es por el bien de tu hija.
— Gracias, amor. Me da gusto que me comprendas.
Agradeció Katerin con una sonrisa.
— Bien, ahora es momento de que duermas. Descansa, cariño.
— Igualmente, amor.
Se despidió mandándole un beso.

Su corazón se encontraba rebosante, al fin su amor era correspondido. Para ella, Alejandro había quedado atrás y ahora prevalecía Michael en su corazón.

Si Tan Solo Me Hubieras Querido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora