Cap. 38. El dolor de una madre.

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Los años fueron fluyendo, los pequeños crecieron hasta ser unos adolescentes. Samuel y Sebastián se habían vuelto muy unidos, ellos paseaban, jugaban, compartían momentos juntos. Mientras que, Sandy era excluida por ellos, ella solo salía con sus amigas. Sin embargo, quería la atención de sus hermanos y de su madre que últimamente estaba más ocupada con la empresa.

Los fines de semana iba a ver a su padre, el cual escuchaba sus anécdotas, él la aconsejaba, la consentía, le daba la atención que tanto deseaba. Aunque, pasará tiempo con él podía observar la soledad de su padre. Eso le dolía en el fondo.

Ella trataba que saliera con otras mujeres, hasta llegó a presentarle a su maestra, a organizarle cita a ciegas, pero, todo fue en vano. Ya que su padre parecía que nunca superaría a su madre. La cual era feliz con Michael.

Pronto se acercaba un concurso de poesía, en el cual ella participaría. Por lo que, pensó en invitar a su padre.

— Papá, el próximo viernes participaré en un concurso de poesía, y me gustaría que asistas.
Le comentó contenta.

Alejandro le sonrió, le daba mucho gusto que su hija aún lo considerara. Aunque, habían pasado los años, ella seguía siendo su pequeña.

— Ten por seguro que estaré ahí, cariño.
Respondió apretandole su nariz con ternura, como lo hacía cuando era una niña.
— Gracias, papá.
Dijo felizmente, mientras lo abrazaba. Alejandro correspondió su abrazo, luego le dio un beso en la frente.

...

Al inicio de la semana, Sandy se dirigió a la oficina de su madre. La cual era grande, tenía un gran estante lleno de libros de economía y otras cosas administrativas.

Su madre se encontraba sentada detrás del escritorio, que estaba repleto de papeles. Tenía un gesto serio y concentrado.

— Hola, mamá.
— Hola, hija. ¿Qué te trae por aquí?
Preguntó aún viendo los papeles.

Puesto que sus hijos no acostumbraban buscarla mientras trabajaba, al menos que quisieran algo.

— Bueno pasaba cerca, así que decidí venir a saludarte. Pero, veo que estás ocupada. Así que, mejor no te quito el tiempo.
Dijo dirigiéndose a la puerta.
— Alto. Dime, ¿qué sucede? Sé que no es sólo eso, algo me quieres decir. Así que, dime.
Dijo prestándole toda su atención, dejando de lado lo que estaba haciendo. 

Sandy se acercó, luego, se sentó en frente de ella. Juntó sus manos y miró a los ojos a su madre que la miraba expectante.

— Bueno, la escuela ha organizado un concurso de poesía, y bueno, yo me he... Inscrito. Así que, participaré este viernes. Y quería que tú estuvieras ahí.
Soltó Sandy con una ligera sonrisa.

«Mmm... Creo que el viernes no tengo nada, debo ir a verla, ya tiene que no he podido ir a alguna reunión, se la debo» pensó Katerin.

Después de un largo silencio, en el que para Sandy fue una eternidad.

— Iré hija. No te preocupes.
— ¿En serio? Gracias, mamá. Bueno, ahora me voy, tengo que practicar.
Dijo Sandy emocionada dirigiendose a la puerta.
— Bien, hija. Que te lleve mi chófer a la casa, no quiero que te vayas sola.
— De acuerdo.

Sandy estaba contenta que por fin sus padres estarían ahí, que al fin la irían a ver los dos, tal y como solían hacerlo cuando era una niña. Ya que últimamente solo iba uno de los dos, casi pareciera que se evitaban.

...

Llegó el día del concurso, Sandy se había preparado arduamente durante todo el transcurso de la semana. Pero, a pesar de eso, no podía evitar sentirse completamente nerviosa.

Todos los alumnos, padres de familia y docentes estaban reunidos en el gran auditorio que tenía la escuela. Sandy había reservado dos asientos en las primeras filas para su madre y su padre.

Revisó que ellos ya hubieran llegado, cuando sólo se percató que su padre estaba ahí, sonrió forzadamente. Su madre aún no llegaba, no era propio de ella llegar tarde. ¿Acaso se le había olvidado su presentación?

El concurso inició, poco a poco fueron pasando los participantes. Revisó una y otra vez, su madre seguía sin llegar.

Era su turno, y su madre no había llegado. Sintió una punzada en su corazón, pensó en desistir en participar, pero, al ver a su padre emocionado por oírla se aguantó.

Finalmente, ella participó. Su poema fue el mejor, aunque había ganado, no estaba feliz, puesto que a quien le había dedicado el poema no había ido.

Su padre noto su tristeza, a pesar que ella se negaba a mostrarla. Sin embargo, era evidente su ánimo. Él trató de animarla, lo cual no fue del todo bien.

— Sandy, no culpes a tu madre. A lo mejor le surgió algo importante que no pudo manejar.
— ¿Algo más importante que yo? Dime, tú también tenías cosas importantes en tu empresa pero no por eso dejaste de venir.
Expecto molesta.
— Bueno, hija. No es lo mismo...
Dijo Alejandro en un intento por defender a Katerin, él en todo este tiempo la había llegado a conocer y sabía que debía pasar algo importante para que no llegara.
— Ya padre, no trates de justificarla.
Lo interrumpió enfadada.

...

Mientras tanto, Katerin seguía en una junta con importantes inversionistas que ayudarían a incrementar el crecimiento de ésta.

Katerin salió contenta por lo satisfactoria que había sido la reunión, tanto que llamó a Michael.

— Amor, ¿estás libre?
— Claro, cariño. ¿Qué pasó? ¿Todo salió bien en la escuela de Sandy?
Preguntó Michael con buen humor, trayendo de vuelta ese tema a Katerin, la cual sintió una terrible punzada. ¿Cómo había podido olvidar algo tan importante como eso?
— ¿La escuela de Sandy? ¡Ay, no! No me digas que era hoy.
Respondió preocupada.
— No me digas que lo olvidaste.
Dijo Michael aun más preocupado.
— No, no, bueno sí. Pero, yo pensé que era el próximo viernes.
— No, era hoy. Ella te lo estuvo recordando toda esta semana. Pensé que habías ido, que por eso estabas feliz.
— No, era porque al fin conseguí que la empresa crezca. Ya no tendré que preocuparme por su futuro, por eso estaba alegre. ¡Ay, cariño! No sé cómo le haré para que ella me perdone.
Comentó afligida.
— Cálmate, hablaremos con ella en casa.
— Está bien, ¿me ayudarás?
— Claro, cariño. Cuenta conmigo.

Sandy llegó con el peor ánimo a casa. Encontró a su madre con Michael, los cuales estaban conversando alegremente.

«Bien, bien hecho madre. Mientras mi padre es miserable, tú eres feliz. Al menos, él no se olvida de mí» pensó molesta.

— Hija, tenemos que hablar contigo.
Dijo Katerin al verla entrar en la sala.
— ¿De qué? No pasó nada importante hoy, todo está perfecto.
— Hija, yo...
— ¿Tú qué?
Vocifero Sandy con el ceño fruncido.
— Hija, tranquilízate. Sé que estuve mal, perdóname por no haber ido. Pero...
— Nada, siempre es lo mismo contigo. Parece que ya no te importo. ¿Sabes qué? Mejor me voy de esta maldita casa, tú nunca me prestas la atención que necesito, siempre estás al pendiente de tus hijos.
Bramo interrumpiendo a Katerin que la miraba preocupada.
— ¿De qué hablas, hija? Yo los quiero por igual.
Respondió Katerin a la defensiva.

Ciertamente, Sandy se encontraba en la edad de la rebeldía. Pero, esto ya estaba yendo demasiado lejos a un punto en el que ya no habría vuelta de hoja.

— No te hagas la tonta, tú no te preocupas por mí, tú ya no me amas.
— Te equivocas, tú y tus hermanos son mi prioridad. Yo los amo por igual.

Sandy refunfuño, definitivamente estaba harta de que su madre no le prestará la atención que ella merecía. Al menos, eso creía ella.

— No, no es cierto. Y por eso me voy a vivir con mi padre, a fin de cuentas ni notarás que ya no estoy aquí.
— Hija, ¿qué dices?
Preguntó Katerin mientras sentía una enorme punzada en su corazón.

Si Tan Solo Me Hubieras Querido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora