Cap. 39. Sufrimiento y más sufrimiento.

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Sandy miraba con resentimiento a su madre, ella estaba enfadada y harta de que no le brindará la atención que merecía.

— Lo que has oído, al menos mi padre me entiende, me escucha y se preocupa por mí, no como tú. Además, no termino de entender cómo es que lo dejaste.
Reclamó Sandy enojada.
— Silencio, no puedes decir nada, porque tú no sabes nada. Así que, por favor detente.
Replicó Katerin molesta.
— Ay, claro que no sé. Pero, no necesito saber más para darme cuenta del gran error que cometiste.
Respondió mirando fijamente a su madre.

El ambiente era tan denso que casi podía cortarse con un cuchillo. Michael sabía que debía tranquilizarlas, ya que nada bueno saldría de aquí. Solo sufrimiento.

— Katerin, Sandy, por favor tranquilicensen. No vayan a decir algo de lo que después se arrepentirán.
Dijo Michael tratando de calmar los ánimos.

Sandy lo miró completamente encolerizada. A fin de cuentas, él era el culpable del sufrimiento de su amado padre.

— Tú ni te metas, tú no eres mi padre.
Vocifero molesta.

Katerin se levantó, se dirigió donde estaba Sandy, alzó su mano para darle una cachetada, la cual Michael detuvo.

— Por favor, Katerin. Eso no va a resolver nada. Además, ella tiene razón.
Respondió serenamente.
— Pero, no puedo dejar que te trate de esta manera. Ella está mal, tú y yo lo sabemos perfectamente bien.
Respondió preocupada.
— Y por eso mismo no lo debes de hacer.

Mientras ellos se encontraban hablando, Sandy aprovechó para subir a su cuarto y arreglar lo necesario para irse de casa. Era tarde, pero, sabía que era posible que su padre aún no se hubiera ido. Así que, decidió llamarlo.

— ¿Sandy? ¿Te encuentras bien?
Preguntó Alejandro preocupado, ya que había escuchado su sollozo.
— Papá. ¿Me puedo quedar en tu casa? Por favor, llévame contigo.
Dijo Sandy mientras sollozaba.
— Claro, hija. Pero, dime que pasó. Y tu madre, ¿está de acuerdo con eso?
Preguntó aún preocupado.
— Al diablo con lo que diga mi madre. Por favor ven por mí, te estaré esperando afuera de la casa.
Respondió exaltada.

Luego colgó, terminó de arreglar sus cosas y bajó. Se dirigió a la puerta, Katerin al escucharla fue rápido tras ella.

— Hija, no te puedes ir.
Dijo angustiada.
— ¿Qué? No me prestas atención, pero, mucho menos quieres que alguien más se preocupe por mí.
— Hija, no dije eso. Tú sabes que yo te amo más que cualquier cosa.
Respondió desesperadamente.

Ya que le aterraba que su hija la abandonará. Como no podía amar a su única hija, ella estaba equivocada. No podía imaginar cuánto la adoraba su madre.

Sandy arrastró su maleta hasta la entrada principal, Katerin la siguió desesperada. Tomó de su brazo y la atrajo hacia ella, envolviendola entre sus brazos.

— Hija, por favor. Piensa mejor las cosas, no te vayas.
— ¡Qué irónico! ¿No lo crees? Debo de hacer este tipo de cosas para que me prestes atención.
Rió amargamente.

Ya que también a ella le dolía mucho lo que estaba pasando.

— Hija, por favor. No te vayas.
Sollozo Katerin abrazandola aún más.
— Suéltame, ve con tu marido y con tus hijos.
Dijo mientras se deshacía del abrazo y la empujaba lejos de ella.

En ese preciso momento, Alejandro llegó con su automóvil negro. Al verlo, Sandy se apresuró a subir al auto.

— No, hija. Alejandro, tú no te la puedes llevar.
Gritó Katerin desesperada mientras corría hacia el carro.

Sandy al ver que se acercaba, miró impacientemente a su padre que miraba con tristeza a Katerin.

— ¿Qué esperas? Vámonos, o prefieres que me vaya a otro lugar.
Le reclamo molesta.

Alejandro puso en marcha el auto, vio como Katerin se desplomó de rodillas afuera de su casa, mientras que Michael la trataba de consolar. Ciertamente, dejarla sin Sandy le causaba un gran dolor, sabía que no debía de separar a una madre de su hija. Pero, Sandy no le daba ninguna oportunidad de desistir. Además, él sabía que debían de tomarse un tiempo para calmar las cosas.

Esa misma noche, Katerin subió al cuarto de su hija. Se acostó en su cama, aspiró el olor de las sábanas y abrazó la almohada de su pequeña que ya había crecido. Poco a poco, fueron fluyendo las lágrimas.

Por su parte, Michael le dio su espacio, sabía que no podía intervenir entre ellas. Sin embargo, informó a Samuel y Sebastián para que animarán y entendieran a su madre.

Los siguientes días, Katerin le marcó incansablemente a Alejandro y a Sandy, estos jamás respondieron a su llamado.

No era que Alejandro no quisiera, era porque Sandy le había dejado en claro que no le contestará, si lo hacía ella desaparecería sin decirles a dónde iría. Él no quería correr el riesgo, era mejor que las cosas se tranquilizaran.

Lo mejor que se le ocurrió fue enviarle un correo a Katerin para informarle que Sandy se encontraba bien, que no se preocupara. Esto alivio a Katerin, pero, no le tranquilizó del todo. Por lo que, le suplicó que hablará con ella y que la convenciera de que volviera a casa.

Después de dos meses de tanto insistir, Katerin se cansó y tomó el primer vuelo a México.

Era una mañana fría, cuando Katerin llegó a la casa de Alejandro. Él cual la recibió en su despacho. Era bueno que Sandy no se encontrara en ese momento, puesto que sería capaz de salir huyendo en ese preciso instante.

Desde aquella discusión, ella no le había vuelto a llamar a su madre. Ni siquiera el tiempo podía apaciguar su ira.

Katerin tenía la esperanza que Alejandro pudiera intervenir entre ellas y convencerla de que volviera. Ya había pasado el tiempo que él le había sugerido.

— ¿Qué sucede, Katerin?
Preguntó Alejandro apresurado, puesto que pronto tendría una importante reunión con unos inversionistas alemanes.

— También, me da gusto verte.
Respondió sarcásticamente.
— Lo siento, sé que estoy siendo grosero. Pero es que estoy corto de tiempo.
Se disculpó Alejandro.

Katerin estaba molesta, ya que Alejandro no mostraba ningún indicio de sensibilidad por ella. Claro como él no era el que estaba siendo odiado por su hija.

— Bien, adelante. Deja que mi hija me odié. Total que has de estar feliz con ella. ¿Verdad?
Bramo Katerin, no conteniendo se con todo lo que había estado guardando por mucho tiempo.

— ¿De qué hablas?
Preguntó desconcertado.
— ¿Qué de qué hablo? Sabés perfectamente bien que ella está molesta conmigo, estoy segura que me desprecia y aún así, tú no haces nada por ayudarme.
Respondió totalmente desesperada.

Alejandro respiró hondo, exhalo y miró preocupado a Katerin. Le dolía ver cómo estaba.

— Te juro que hablaré con ella. Te lo prometo.
Le aseguró Alejandro tratando de tranquilizarla.
— Más te vale, ella es tan importante para mí. Desde el día que me enteré que estaba en mi vientre la he amado.
— Lo sé.
— Claro que lo sabes, como también sabes que ella te aprecia porque yo jamás le dije la verdad sobre nosotros. O, ¿qué? ¿Crees que ella te amaría después de saber que su amado padre me echó de casa, que estuve sola a mi suerte, que de no haber sido porque conocí a Michael ahorita no sabría donde estaría yo, una mujer divorciada y sola con sus hijos?
Reclamó con lágrimas en sus ojos.

Alejandro también se encontraba de esa manera. Siempre que ella le recordaba lo malo y despreciable que había sido, le causaba odio y desprecio a sí mismo.

De pronto, la puerta se abrió de golpe, mostrando a....

Si Tan Solo Me Hubieras Querido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora