cuidando de Deku - Kacchako -

3

El rubio no podía odiar más esa situación.

El junto a la castaña, llevaban al pequeño demonio en su coche, siendo el centro de atención en cada pasillo que iban.

¿No tenían una vida como para estar fijándose en lo que hacen los demás?.

Al parecer, no.

La castaña no notaba la situación, solo caminaba con su típica sonrisa.

— Deku-kun parece feliz con sus nuevas cosas —. Mencionó, viendo como el bebé jugaba con un juguete que compraron para el.

El cenizo seguía sin cambiar su expresión de rabia.

— Tsuyu me dió unos consejos para cuidarlo, ella ya tiene experiencia con sus hermanos —. Siguió hablando.

— ¿Y por qué no lo cuida la maldita rana? —. Preguntó fastidiado.

— porque es nuestra culpa.

— ¡Yo no tengo la culpa de que el haya sido un inútil! —. Escupió con rabia. La chica lo miro a los ojos, sorprendiendolo porque normalmente lo evitaba.

— es nuestra culpa por no saber trabajar en equipo —. Dijo con su rostro serio —. Deja de culpar a Deku-kun, el no tiene toda la culpa —. Lo miro una última vez, y siguió con su camino dejando al rubio con las palabras en la boca.

Chasqueo la lengua, ¿Quien se creía para hablarle como si fuera superior?.

Soltó un gruñido, y fue a dónde ella se dirigía, a su clase.

[...]

Todos los alumnos de la clase 1-A se encontraban platicando. Aizawa parecía llegar tarde, podían charlar con sus compañeros con la condición de no salir del salón.

— ¡Izuku es tan adorable! —. Chilló Mina, teniendo entre sus brazos al peli-verde.

— se ve demasiado tierno como bebé —. Mencionó Momo.

— aunque no cambia mucho cuando ya es mayor, de echo, sigue igual —. Comentó Jirou, levantando sus hombros.

— es verdad, Izuku-chan sigue teniendo el rostro de un pequeño niño, kero.

Ochako solo asentía a lo que sus amigas decían.

— ¿Que es ese olor? —. Se quejó Hagakure. Las demás chicas comenzaron a sentir el olor.

Todas miraron al pequeño, y rápidamente Mina se lo entrego a la castaña.

— tú lo cuidas, tú lo cambias —. Dijo.

La castaña hizo una mueca de horror, y se acercó al cenizo.

— Bakugo-kun —. Llamó, el rubio gruño.

— ¿Y ahora que quieres? —. Preguntó con fastidio.

— Deku-kun, n-necesita un cambio de pañal —. Le acerco al pequeño —. No puedo cambiarlo, el es mí amigo y no puedo... N-no puedo cambiarlo —. Dijo avergonzada.

— ¡Ni loco! —. Contestó, cruzando sus brazos.

— ¡Por favor!, ¡Ustedes son hombres!.

— ¡¿Y eso que tiene que ver?! —. Preguntó.

— ¡Ambos son hombres y... —. Dió un suspiro frustrada —. S-sabes a lo que me refiero —. Murmuró, desviando su vista al suelo.

— ¡No lo sé, pero no voy a tocar a ese demonio asqueroso! —. Exclamó señalando al niño.